Ante todo criminal

Ante todo criminal, de Juan Aparicio Belmonte

Juan Aparicio Belmonante-todo-criminalte se me parece estos días a Fernando Alonso. Hala, ya lo he dicho. Ahora a ver cómo me las arreglo para explicárselo sin que me consideren un lunático y, a la vez, les cuento algo con sentido sobre su última novela: Ante todo criminal.

Hay que reconocer que el título es bastante original, a la altura de la inventiva del autor, que la derrocha durante todo el texto. Me gusta, aparte del título, la edición de Siruela, a pesar de las enormes solapas que tiene, que son un poco más cortas en el caso de la elegantísima serie policiaca, y que me pregunto si harán sufrir a los fanáticos de marcar la página con la solapa (no soy uno de ellos) o por el contrario les facilitarán la tarea. Me gusta la imagen de portada, el papel, la letra. Se lee con gusto la novela en ese sentido, aunque ya que estoy me permitiré afearle a la corrección dos detalles que no sé si son a propósito porque son muy similares. En la página 167, el protagonista “repasaba las tablas que había hecho con el Excell”, así con dos eles, y en la 215 menciona “una consola de las de entonces, marca Hatari”, con esa hache que haría llorar a cualquier geek. Volvamos a Fernando Alonso, venga, y sigamos con el argumento. Juan Aparicio Belmonte es un novelista destacado, por lo menos en España, donde ha ido forjando una carrera bastante meritoria que dura ya más de una década, más o menos el tiempo que lleva el ovetense en la Fórmula Uno siendo, por su parte, uno de los pilotos punteros. Los dos tienen talento para lo suyo, sus compañeros (o rivales) lo reconocen y también la prensa especializada. Pero luego ni Alonso gana tantos campeonatos del mundo como se le esperaban ni Aparicio Belmonte termina de ser no ya un Nobel sino un autor de esos que tienen columna en un diario nacional, colas en la Feria del Libro, traducciones y lectores que se cuentan por decenas de miles. Eso no quita que permanezca en mi memoria y en mi corazón como uno de mis favoritos. En ese grupo (el novelístico, no se confundan) podría meter también a Andrés Barba y a Alberto Olmos. Me gustan Barba & Olmos. Me gusta incluso el nombre comercial que podríamos formar con sus apellidos, que valdría lo mismo para una marca de fixies que para un magazine sobre las últimas tendencias hipster de la piel de toro. Aunque tengo con ellos la sensación, en ocasiones, que tengo con Aparicio Belmonte. Una envidia brutal a su talento desmedido, a la vez que una ligera sensación de insatisfacción motivada, por qué no decirlo, por una tendencia peligrosa a dejar sus novelas a medias, como si el McLaren de la lectura estuviese en muchas ocasiones a punto de dejarme tirado, ya saben. Eso precisamente fue lo que me ocurrió con su anterior Un amigo en la ciudad, que precede a esta última novela de Aparicio Belmonte. En esta ocasión hay que reconocer que Ante todo criminal es imposible de dejar una vez que se ha llegado al meridiano de sus doscientas y pico páginas. A diferencia de Un amigo en la ciudad, que era un poco más contenida, regresa el Aparicio Belmonte más disparatado, muy imaginativo, que antepone el artefacto narrativo a la verosimilitud y que se apoya en un humor bastante negro durante todo el relato. Son características que podemos rastrear también, por ejemplo, en Manuel Vilas, pero se observa en Aparicio Belmonte un cuidado mayor por dejar las novelas cerradas. Es el caso de Ante todo criminal, que se desarrolla en un doble plano, dado que inserta una novela dentro de la propia novela, y juega a que los personajes se entremezclen en ambas y las confundan, como es el caso de Sara Lagos. Sin embargo también se advierte en la intención que las piezas terminen encajando casi en la última página. Lagos, comisaria de policía, está convencida de que el asesinato del empresario Manzaneda ha sido cometido por el protagonista, Samuel, un escritor mediocre en cuya última novela se describe el asesinato, similar, del empresario Peral, qué coincidencia. El asesinato permanece impune, dado que la investigación del caso se cierra sin pruebas, pero la comisaria aprovecha una excedencia debida a la enfermedad de su marido para investigar por su cuenta. El novelista resulta no ser tal, sino su gemelo, un traficante de drogas (también de medio pelo, hay que decirlo) que se las va arreglando entre trapicheo y trapicheo. A pesar de sus diferencias, los dos personajes principales coinciden en una cosa: sus matrimonios hacen aguas y están completamente desorientados.

Si nos fijamos en la cuarta de cubierta Ante todo criminal puede parecer una novela policiaca sin más. Muchas partes negras sí tiene, está claro, hay cadáveres, armas del crimen, mujeres muy deseables que tornan en femmes fatales. También es verdad que se menciona la historia oculta del Real Madrid, que sobre todo al final del texto es un elemento importante. Pero reducir el libro a ese registro sería simplista. Gracias al humor desmedido y a la capacidad del autor para llevar cada situación al límite, Ante todo criminal es una parodia del género criminal que se toma en serio a sí misma, que se adentra en territorios como las reflexiones sobre la propia narrativa, el animalismo exagerado, la corrupción rampante y la capacidad autodestructiva de las personas.

En resumen, que si bien quizá uno no termina la novela con la impresión de estar ante un innegable campeón del mundo, Aparicio Belmonte merece con ella al menos permanecer un tiempo más entre los aspirantes al título.

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