Árboles

Árboles, de Mario Benedetti y Javier Zabala

Árboles

Bajo la sombra, un árbol frondoso nos cobija el cuerpo, el alma, el corazón. Porque en sus ramas entrelazadas, entre las hojas que soplan susurros de viento y tempestad, y en su tronco lleno de anillos que reflejan el tiempo, sentimos vivos dentro de nosotros sentimientos que nos unen a la tierra, al suelo, y al aire. Y así, como cuando deslizamos nuestras manos por su piel rugosa, el árbol nos arranca un suspiro de alivio, mientras contemplamos con emoción y alivio nuestra pequeñez, nuestro lugar en este mundo, y nuestra vida en movimiento. Y es que en los “Árboles” encontramos una vida que aunque quieta, aunque parada con sus raíces afianzadas en el subsuelo, se mantiene viva en todos los poros, en cada uno de los centímetros que recorren su cuerpo. Porque ellos están vivos, tienen vida, y sólo podemos hacer una cosa: compartirlo con alguien.

Versos de vida en la naturaleza que recorren cada parte de los árboles, de la vida que fluye en su interior. Pero que como no podía ser de otra manera, construyen una relación con el entorno, mientras nosotros los observamos de reojo o en silencio, mientras nuestra vidas pasan y la suya se consume.

 

Recuerdo mis primeras inmersiones en el mundo de la poesía con cariño. Rezumaban un leve escozor por la vida, y yo pensaba que sólo se podían entablar conversaciones en verso sobre los sentimientos que anidaban en el cuerpo humano. Era un ingenuo adolescente que tenía mucho que aprender. Pero he aquí que, pasados los años, me encuentro un libro como “Árboles” que eleva su voz hacia una vida que pasaba desapercibida en mis caminos, en mis reflexiones, en mis pensamientos. Y hete aquí que, también, Javier Zabala nos descubre de nuevo a Mario Benedetti a través de unas ilustraciones pulcras, llenas de vida, perfectas en definitiva, para que podamos construir con nuestra mente y con su ayuda, las palabras de ese gran maestro de la poesía que fue el autor y que nos abandonó no hace tanto tiempo. Y es que en un mundo donde pasamos tanto tiempo con la mirada puesta en el suelo, son relatos, poemas, sentimientos como los que destila este libro es de agradecer que aparezcan libros que nos recuerdan los pequeños detalles que se cruzan en nuestro viaje por la vida, y de los que no hacemos caso, inundados como estamos de tanta tormenta entre los oasis que se acumulan a nuestro alrededor. Y en eso se convierte este “Árboles” del que os estoy hablando, del que recibo imágenes llenas de color al abrir sus páginas y con el que puedo perderme, aunque sean unos minutos, por las letras que el poeta entrelazaba como las ramas que, como he dicho al principio, cobijan nuestros cuerpos y crean historias que, solamente, podremos escuchar si prestamos atención a lo que quieren decirnos.

Y así es como termino, con un pequeño suspiro. Porque en el aliento que me sobra, en la pequeña brisa que respiran estos “Árboles” se puede encontrar ese pequeño espacio donde inspirar, contener nuestra respiración, y después espirar aquello que se encontraba en nuestro interior, pero que no éramos capaces de soltar. Porque como el agua que nos envuelve, somos parte del aire que se escabulle entre nosotros y los árboles, que transportan la calma y el sosiego, la diversión y el cuidado, que no sabíamos encontrar.

Porque, ¿si nos parásemos, si nos quedáramos quietos, seríamos capaces de observar la grandiosidad que encierran estos seres vivos?

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