Bajo el techo que se desmorona

Bajo el techo que se desmorona, de Goran Petrovic

Bajo el techo que se desmorona¿Qué estaba haciendo usted cuando se enteró de la muerte de Franco? Sólo aquéllos que ronden los 50 podrán contestar esta pregunta con cierta precisión. Servidor, que no llega a tanto, sí recuerda ese funeral en blanco y negro, las largas colas, y algún comentario al día siguiente en la escuela: “¡Hala, el niño vampiro ha cantado lo de Franco Franco que tiene el culo blanco! ¡Como se entere la seño!”

La literatura española no ha dejado de novelar el antes, el después, el derecho y el revés de la Guerra Civil, así como la posguerra y la transición. También lo ha hecho con el momento histórico en que, aquel 23 de febrero, el fantasma de la dictadura nos dio la noche con sus últimos y ridículos aullidos. Resulta curioso, por tanto, que a diferencia de lo que sucede en otros países que también han padecido durante décadas a un tirano, sean tan escasas las novelas que tengan como vértice el momento en que “españoles, esnif esnif, Franco… ha muerto”. Es posible que esto se deba a que la muerte del dictador llevaba varios meses anunciándose y a nadie le pilló por sorpresa. A mí, personalmente, me parece que las causas son otras, y que dicen mucho de la naturaleza de esa dictadura y de nuestra sociedad… pero no voy a entrar en ellas.

Cinco años más tarde, en un país llamado Yugoslavia, moría un dictador con nombre de salsero, el mariscal Tito. Recuerdo también aquel acontecimiento porque, aparte de ser en color, dio lugar a los mayores funerales de estado de toda la historia hasta aquel momento. El revolucionario socialista Josif Tito se había convertido, décadas antes, en enemigo público número uno de Stalin, al negarse a hacer el papel de presidente títere de la URSS, donde, en consecuencia, el titismo pasó a ser un crimen de estado. Se dice también de Tito que fue el artífice de la República Federal Socialista de Yugoslavia, y debía de ser cierto, pues todos sabemos qué pasó tras su muerte y qué ha quedado de aquello.

Todos estos prolegómenos históricos vienen a cuento porque Bajo el techo que se desmorona tiene como punto central el momento en que en el cine Sutjeska, de la ciudad de Kraljevo, se interrumpe la proyección, se encienden las luces, y enmedio del desconcierto, entra una llorosa señora de la limpieza y anuncia la muerte de “nuestro camarada Tito”. Alrededor de este acontecimiento, tan normal y tan extraordinario, Goran Petrovic ha urdido una excelente historia y ha pintado un soberbio y sencillo fresco de toda una sociedad.

Hace un par de décadas se puso de moda en nuestro país la expresión novela coral o película coral para referirse a cualquier historia con muchos personajes. Le tengo bastante tirria a ese término, por lo que tiene de simplista y perezoso, aunque he de confesar que se ajusta bastante bien al carácter de esta novela, puesto que lo que tenemos aquí es un vertiginoso zoom sobre la miríada de historias que componen la gran tragedia de los Balcanes. Bajo el techo que se desmorona está construida alrededor de esa accidentada proyección cinematográfica, pero el antes y el después de ese histórico instante se extienden hasta mucho antes de la creación del estado de Yugoslavia, y hasta mucho después de su hundimiento.

El autor, el serbio Goran Petrovic, de estilo original y gran talento como fabulador, nos presenta la historia del auge y caída de ese cine, cuyo origen hay que buscar en un zapatero que creó un pequeño imperio comprando miles de botas militares para un solo pie. Como en cualquier otra pequeña ciudad de provincias, el cine, más que un lugar donde se proyectan películas, constituye, como podría serlo el café o la Plaza Mayor, el auténtico centro social de la comunidad, el lugar donde se reúnen militares, profesores, chulos, estudiantes, artistas, enamorados, disidentes políticos, y alguna puta en la última fila. Al tiempo que va entrelazando las historias de estos personajes, Petrovic nos los va presentando, saltando de una fila a otra de la sala, con humor, con cariño, y con un tono de nostalgia que me ha recordado vivamente a películas como Amarcord o Cinema Paradiso.

Un loro llamado Democracia, un fervoroso comunista al que se le levanta el brazo automáticamente de tanto votar “sí”, un señor que lleva treinta años preparándose para ser artista, o un matón que amenaza con cortarle la mano a todo bicho viviente son algunos de los variopintos personajes de esta historia. Los vemos sentados, nos cuentan sus vidas, los acompañamos en la histórica muerte del mariscal salsero, y vemos qué fue de ellos a partir de ese momento, cuando su país se desintegró.

Original, divertida, hermosa, interesante y sencilla, una pequeña gozada para leérsela en una tarde, y releerla a la siguiente.

 

6 comentarios en «Bajo el techo que se desmorona»

Deja un comentario