Brújulas que buscan sonrisas perdidas

Brújulas que buscan sonrisas perdidas, de Albert Espinosa

Brújulas-que-buscan-sonrisas-perdidasLos secretos en la familia se depositan como los posos de un café, al fondo de la taza, esperando que alguien decida removerlos. Será entonces, cuando el agua vaya recorriendo lo que estaba incrustado, cuando la realidad golpee con fuerza y saque a la luz aquellas palabras que no querían ser pronunciadas. Pero como con los posos del café, por mucho que el agua se lleve todo por las tuberías, el olor quedará impregnando, por mucho tiempo, la taza que los contenía. Y es que los secretos tienen ese poder de llevarnos de vuelta al pasado, de hacernos querer vivir un futuro, y entender que el presente tiene un amargo sabor que debería hacernos saber que queremos bebernos la vida, a sorbos, y como las palabras del protagonista de esta reseña, para permitirnos ser todo aquello que queramos ser.

Nuestro protagonista vuelve a la casa paterna, para hacerse cargo de un padre que ya no sabe quien es, porque una enfermedad se lo está llevando. Será en ese camino, cuando descubramos la vida familiar que ha llevado a unos personajes a tener que conocerse a sí mismos, luchando con uñas y dientes por sobrevivir, en un mundo que parece empeñado en sacarlos fuera.

 

Las historias de Albert Espinosa siempre tienen un halo filosófico que te hacen meterte en la historia desde el primer momento. Pero no es eso lo que más destaco de esta novela, aunque lo haya puesto en primer lugar. Lo que más llama la atención es la capacidad de contarnos una historia que bien nos podría haber sucedido a nosotros, que podíamos haber conocido a aquellos personajes y habernos cruzado con ellos en esta realidad, intentando rellenar con ellos los huecos que han quedado vacíos. Recorremos la vida buscando, como nos cuenta el autor, archipiélagos de sinceridad en el que juntar a aquellas personas con las que contar, con las que reunirnos, mirarnos, sentirnos, y saber que nada puede faltar ya si estamos rodeados de aquellos que realmente nos quieren. Pero en este punto, en esta reseña que toca con caricias el corazón, me queda hablar de la familia, del mundo que encierra dentro una familia y el laberinto emocional que construimos bajo las cuatro paredes de una casa como podría ser la de cualquier de nosotros. Porque aquí, ahora, sintiendo cada una de estas palabras, hablo de lo que ha supuesto esta historia en mí, en mi familia, en la mirada que se posa en los cuerpos con los que nos cruzamos por el pasillo, sin pararnos a pensar que en algún momento, en un futuro que todos queremos que seamos más tarde que pronto, podemos perdernos y será entonces cuando nos demos cuenta de los secretos que forman nuestro cuerpo, nuestro esqueleto y, por qué no decirlo, nuestra propia alma.

“Brújulas que buscan sonrisas perdidas” no es una historia típica, como no lo es tampoco aquello que se vive traspasando con los ojos las letras que construyen esta novela. Cuando una historia te agarra, te expulsa su contenido directamente al interior, es casi imposible no sentirte atraído por lo que el autor nos quiere enseñar. Una historia sobre un mundo que intenta destruirnos, una novela sobre aquellos acontecimientos que marcan la vida de sus protagonistas y la revuelve como una cucharilla mueve el café, y un relato que nos lleva de la mano por los recovecos del dolor para encontrar, a través de ellos, la luz que todos llevamos dentro y que nos espera al final de nuestro propio túnel. Un cuento sobre la familia y sus significados, sobre las aristas que nos envuelven a todos en pequeñas frases, en pequeñas miradas, en definitiva, en pequemos momentos que son aquellos que nos llevaremos al otro lado del camino, cuando nuestra carretera se acabe y sea el momento de despedirnos de aquello que conocimos.

Pero si hay algo importante, algo que se traduce de lo que escribe Albert Espinosa es que, mucho más allá de vivimos, mucho más allá de lo que nos toca pasar en esta vida llena de sinsentidos, lo vital, lo verdaderamente crucial, es sentirlo, es emocionarnos con aquello que nos sucede, y seguir avanzando por el campo de minas, sí, de minas, porque en cualquier momento es posible que explotemos, pero lo que nunca, jamás, debemos perder de vista es, ser aquello que queremos ser, y como nos enseña el autor, permitirnos serlo. Porque si no lo hacemos nosotros mismos, está claro que nadie lo va a hacer en nuestro nombre.

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