Carnaval y otros cuentos

Carnaval y otros cuentos, de Isak Dinesen

Carnaval y otros cuentos

No podemos llegar más alto que nuestra luz más intensa

 

La vía de servicio del camino que conduce a la perfección en la técnica narrativa, a menudo lleva a la frialdad, a la distancia, y evitar eso tal vez sea uno de los mayores méritos de este deslumbrante libro de Isak Dinesen: alcanzar cotas de perfección formal francamente apabullantes sin abandonar ni por un momento la calidez imprescindible para que las historias que cuenta se vivan, no sólo se lean. El dominio de la técnica literaria que exhibe la autora en Carnaval y otros cuentos es, además, el único calzador posible que permite introducir tantas vidas, tantos sentimientos y tantas formas de contarlas en un espacio por lo demás tan reducido.

No tengáis ningún resabio, es muy sabio ser sabio, y más tarde o más pronto, es muy tonto ser tonto. Es locura estar chalado, y malvado ser malvado, pero bueno es estar sano y vano ser vano. ¿Mi evangelio os da pavor? Ser encantador es encantador. Es afable ser afable y loable ser loable, es terrible ser temido, y jodido ser jodido. Es hermoso ser hermoso, fastidiosos ser fastidioso, y aún más, es más ser más

No gusta Isak Dinesen de los relatos lineales, parte de planteamientos siempre originales y no obstante los desarrolla de forma sorprendente, uno no sabe nunca muy bien de qué van a acabar hablando estas historias que empezaron de forma sorprendente, pero en cualquier caso sabe que siempre lo harán de forma brillante.

París, París -pensó-, me viste joven y vigoroso elevándome como una cometa ebria de ti y de juventud; es lógico que también veas mi triste ancianidad y que pase mis últimos años en tus brazos. Sin embargo no quiero que sea así. Te entregué lo mejor de mí mismo: al joven y guapo vizconde de Vieusac, a quien las mujeres consideraban tan seductor. Si es a él al que guardas en tu corazón, entonces yo debo partir. Oh, París, por consideración al joven Vizconde de Vieusac, que fue mi vida, abandonaré tus bulevares, al Sena y la Abadía. Y a las parisinas. Que Dios nos proteja a ti y a mí.

Si tuviese que encontrar un referente estilístico en mi particular universo lector para definir este Carnaval y otros cuentos, irremediablemente debería acudir a Marguerite Yourcenar, cuyas virtudes narrativas son similares a las que exhibe Isak Dinesen en estos magníficos cuentos. El deslumbramiento que me ha provocado este Carnaval y otros cuentos es un viejo conocido, es muy parecido al que sentí al descubrir a la referida autora pero no quiero con ello establecer una analogía que pudiera resultar injusta: elogio en ambas su depurada técnica y su perfección formal en la misma medida que alabo su originalidad y por eso mismo, independientemente de que las armas que empuñen puedan parecerse, no las equiparo. Su originalidad las hace a las dos incomparables en la misma medida en que su valentía las hace genuinas.

Según una escuela de teología –continuó- el hombre se salva por la fe, según otra, por sus buenas obras. Ambas están equivocadas. Todo el universo (en el cual los planetas giran tan hermosamente alrededor del sol, las estaciones danzan dando forma a los años, y los años se suceden para formar las eras de la historia) se salva del caos y se mantiene en orden gracias al ritmo y la melodía. Lo mismo ocurre con el hombre.  Cuando pierde la melodía pierde el corazón, que es donde nacen las manifestaciones de la vida.

La de Carnaval y otros cuentos es una lectura exigente, no está enraizada en un escenario concreto, igual estamos en París que en Dinamarca o Italia, los personajes son aristócratas venidos a menos igual que comerciantes ricos, estudiantes, marineros, religiosos o cazadores. Isak Dinesen domina con solvencia cualquier situación susceptible de ser narrada y se muestra tan capaz de emocionar al lector hablando de una campesina italiana sordomuda como haciéndolo de un estudiante que se enfrenta a un oso al que ni siquiera llega a ver y no obstante es consciente de su derrota frente a él. La calidez de Blixen es capaz de dotar de un halo romántico al mismo Jack el destripador de la misma forma que al asfixiante ambiente familiar de una familia persuadida de estar llamada a ser la conciencia de un país.

Había sido muy admirada por su cabello dorado y conocía muy poco de la vida. Desde entonces, su cabello dorado había encanecido y su delgada silueta se había vuelto gorda y fláccida; gran parte de las verdades de la vida se le habían echado encima de improviso y la mayoría le resultaron incomprensibles, aunque todas le parecieron desalentadoras.

Esta es una edición cuidadísma, muestra del acostumbrado buen trabajo de Nórdica, a quienes debemos agradecerle que nos recuerden que esa literatura escandinava tan de moda no comenzó hace dos días, no es sólo cuestión de detectives y sangre y que sus mejores páginas hoy día no son fenómenos editoriales, pero son gran literatura.

La nieve es esparcida sobre el hielo
por el soplo del viento
El viento, la nieve y mi corazón
juegan unidos en la soledad

Andrés Barrero
andres@librosyliteratura.es

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