Clásicos infantiles 9

Clásicos infantiles 9

clasicos infantilesPensar que ya se acaba abril, y que empieza mayo, me hace darme cuenta de la cantidad de reseñas infantiles que he compartido con vosotros. Libros de todas las clases, de todos los ámbitos, pero que siempre llenan porque en su interior se forman historias que se pegan a nuestra piel. Así son los libros, y así intento enseñarlo cada domingo. Y hoy, finales de abril y principios de un verano que se acerca, toca un especial de clásicos infantiles porque por mucho que pase el tiempo, por mucho que la vida nos enseñe que las agujas del reloj pasan y pasan a un ritmo frenético, todavía nos queda ese disfrute con los cuentos que aparecieron hace años, cuando nosotros éramos pequeños, para enseñarlos a esos locos bajitos que nos miran desde abajo con los ojos como platos. Hoy os enseño uno de esos libros que merecen todas las alabanzas, una historia que pasará de generación en generación haciéndonos pensar en sus mundos imaginarios, en sus conversaciones alocadas, y en la mente de un escritor que, acompañado de una ilustradora de excepción, nos hace vivir, como si fuera el primer día, una historia llena de magia y poderosa, muy poderosa.

¡Con vosotros, Alicia en el país de las maravillas! ¡Una vez que entréis en él, no querréis salir!

 

AliciaNo hay palabras, sólo sentimientos. Y como no las hay, os contaré lo que a mí me sucedió con este libro. Una especie de diario de bitácora de lo que, a mis años, sólo un libro ha sido capaz de hacerme sentir dentro, tan adentro, que a veces se me hace un nudo en el estómago cuando abro sus páginas, cuando las huelo, y cuando me quedo estupefacto ante las ilustraciones que aparecen en él.

Hace tiempo que Edelvives edita verdaderas obras de arte ante las que yo me siento como un niño pequeño con zapatos nuevos, a la espera de ese caramelo con el que poder disfrutar día tras día. Y aunque mi bolsillo se resienta cada mes, no hay momento en el que no me haga con algo de su colección. Se puede decir que, sí, soy un admirador de los de la vieja escuela. Así que cuando apareció ante mí esta historia ilustrada por Rébecca Dautremer no me guardé las ganas y me lo traje a casa para devorarlo en unos instantes. Pero el destino tenía preparado algo mucho más interesante para mí y para una persona pequeña que vino a visitarme aquel día. Mi sobrino, con dos añitos, con ese cuerpo que se pasea por los pasillos gritando y pataleando por pura diversión, se sentó a mi lado y con su lengua de trapo me preguntó qué era aquel libro que, por mi cara, debía haberme llegado a navegar por otros mundos. Yo le contesté con tranquilidad que un libro, que un libro precioso con una historia preciosa en su interior, y él, al que le he inculcado la pasión por los libros desde que vino a la vida, asintió contento y se quedó mirando las imágenes. Al no apartar los ojos, le pregunté si quería que le leyera, aunque él todavía no entiende muy bien el lenguaje, para que comprendiera cómo unas imágenes podían ir acompañadas de una historia tan fantástica como ésta. Con un pequeño ceceo, me contestó que sí, que sí quería. Y empecé el relato de las aventuras de Alicia, de Alicia en el país de las maravillas y todos los gritos anteriores se convirtieron en un silencio sólo roto por mi voz, por mi voz de fumador y de cuenta-cuentos que vive por y para la lectura de libros. Su pequeño cuerpo se movía al compás de la historia, y de vez en cuando abría la boca cuando entendía perfectamente lo que sucedía, o se reía cuando el Conejo Blanco hacía acto de presencia.

 Alicia 1

Ese fue un momento especial, uno de los mejores de toda mi existencia, si se me permite la licencia. Porque ahí, con ese libro entre las manos, con el pequeño cuerpo de mi sobrino al lado, volví a saber el por qué de mi gusto por la lectura, el por qué de que los libros aparezcan y sean un regalo extraordinario, y entendí, de una vez por todas, que aquellas historias que nos leían de pequeños, que leíamos a la luz de una vela, de una lámpara, de cualquier utensilio que nos iluminaba, nos unen a todos por igual y nos hacen crecer y crecer, como a Alicia en su cuento, para después volvernos pequeñitos pequeñitos, para poder entrar por puertas por las que antes no podíamos ni siquiera echar un vistazo por la mirilla. Y así, después de un breve espacio de lectura, mi sobrino se quedó mirándome, cerramos juntos el libro, y en su lenguaje atropellado, me dijo: mañana, más. Y durante días fuimos uno, fuimos esa Alicia que vive en las páginas y que se encuentra con personajes que sólo autores como Lewis Carroll pudieron parir y hacernos comprender que la imaginación no sólo era territorio propio de los niños.

Esta es una historia que se unirá a este cuento para siempre. Quizá vosotros tengáis otras que, al contarlas, hagáis que el corazón os salga desbocado del pecho. Pero lo que está claro es que esta edición de Edelvives de un cuento de toda la vida, se acerca a nosotros para abrazarnos, para que sintamos lo que de verdad tenemos que sentir, porque sólo tocando con los dedos lo que es literatura de verdad, seremos felices, por encima de todo y de todos.

2 comentarios en «Clásicos infantiles 9»

    • Es una pasada de libro Margari!!! Si quieres hacerte con él, en la librería está y te lo mandamos de mil amores!!! No te arrepentirás seguro!!!! 🙂

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