Cómo explicarte el mundo, Cris, de Andrés Aberasturi

Cómo explicarte el mundo, CrisÚltimamente llevo un par de lecturas bastantes crudas. Diferentes, de temáticas que no tienen nada que ver entre sí, pero muy duras, realistas y crueles. Y sin embargo, entre tanto dolor, las dos lecturas me han enseñado algo, han roto mis esquemas aportándome otra visión y me han hecho reflexionar y sentirme tremendamente agradecida. Curioso todo lo que puede hacer un libro por nosotros.

De una de ellas os hablé hace poco. Se trata de la maravillosa novela Tu amor es infinito. Hoy reseño Cómo explicarte el mundo, Cris y vuelvo a sentir el corazón en un puño. El libro me ha llegado por casualidad, no es un libro que yo haya elegido. En realidad es una casualidad estupenda porque viene de mi madre. Llevaba tiempo detrás del libro y al pasar por una librería lo vi y decidí regalárselo. Al acabarlo, tan sólo dos días después, me dijo: tienes que leerlo, te va a gustar. Y a las madres hay que hacerles caso. También cuando nos dicen que nos pongamos la rebequita cuando refresca, sobre todo entonces.

Andrés Aberasturi, el autor de este libro es un personaje bastante conocido. (Suena fatal eso de “personaje”, ¿verdad?). Voy a rectificar: Andrés Aberasturi es un gran periodista, que ha trabajado en todos los medios de comunicación y que, además, es autor de varios libros de ensayos y de poemas. (En este libro aparecen algunos de sus poemas, por cierto). Todo un maestro de las palabras.

No es que yo haya leído muchos de sus libros, pero me atrevo a decir que Cómo explicarte el mundo, Cris, es el más personal de todos ellos. ¿Por qué? Pues porque este libro es Aberasturi sin máscaras, sin ficciones, todo cruda y pura realidad. Y a la vez hermosa, tremendamente hermosa, realidad.

Explicar el mundo a alguien no debe ser tarea fácil. Yo no sé si me atrevería, pero Aberasturi es valiente. Primero porque trata de explicarle el mundo a su hijo Cris y segundo porque el mundo en el que su hijo vivo es el mismo, pero no se parece en absoluto. Cris es un joven de treinta y seis años que tiene parálisis cerebral, que vive confinado a su silla de ruedas, a su cama, a los contantes cuidados y visitas a los hospitales. Un joven que no puede hablar, que con sus brazos busca a sus padres de igual forma que en ocasiones los rechaza. Evidentemente, su mundo es otro. Uno incomprensible para su padre, que trata de explicarle este extraño mundo sin comprender muy bien aquel en el que su hijo vive.

Temas tan difíciles de explicar como la vejez, la muerte, el miedo, el dolor, Dios y el amor se entrelazan en este libro con los recuerdos, el paso de las estaciones, las moscas, y sobre todo la risa y los expresivos ojos de Cris. Todos estos temas se tratan con la desnudez y la calidez con la que Aberasturi dota a esta suerte de diario o de correspondencia para alguien, su hijo, que no podrá leerle jamás.

Se trata de un libro realmente emotivo y muy humano, tan humano como las sensaciones que el propio Aberasturi siente en relación a su hijo. Todos esos “y si”, ojalá que”, “como si”; todos esos interrogantes y esas dudas que corren por sus venas. “¿Me oirá?”, “¿Algún día podrá decirme una palabra?”.

Y lo peor de todo es que no se puede hablar de justicia, porque en estos casos no existe la justicia. No hay ni siquiera un Dios al que preguntarle por qué. No hay razones más allá de las que pueda aportar la ciencia. Y es una verdadera putada. Pero es también esperanzador cómo Aberasturi habla a su hijo, cómo a pesar del dolor y el sufrimiento es el amor el sentimiento que prevalece. Porque el amor está presente en cada una de sus palabras, en cada línea de este libro. Claro que es el amor lo que mueve el mundo, ese mundo que es tan nuestro como de todas esas personas que sienten como Cris.

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