Del enebro

Del enebro, de Los Hermanos Grimm

Del enebro

Hace muchos, muchos años… Bueno, quizá no tantos… Hace algunos años, había un apuesto y valeroso joven al que le atraían mucho los cuentos folklóricos. Un día este joven conoció a una hermosa doncella venida de tierras germánicas. Los dos se enamoraron, y el chico decidió estudiar la lengua de su amada. Tras aprobar primero de alemán en la EOI, nuestro héroe, que era muy osado, entró en una tienda y, con gran donaire, le dijo al tendero: dadme ese libro tan gordo de los hermanos Grimm en alemán…

El cuento acababa así: tras un arriesgado viaje por el mundo de los Grimm, nuestro héroe descubría un par de cosas. Una, que con pasión, cierta facilidad para las lenguas, y la ayuda de su enamorada, bien pronto aprendió el vocabulario básico (bruja, lobo, pozo, castillo, rana, sangre, Virgen…) y fue capaz de entender la mayor parte de los cuentos. Y dos, que lo que se consideraban cuentos infantiles, en su versión original desbordaban crueldad a raudales. Por el contrario, la versión conocida en su reino había sufrido una operación de cirugía plástica que los había vuelto irreconocibles, y los había hecho aptos para el público… adulto.

A menudo oímos decir que los cuentos tradicionales que conocen hoy nuestros hijos han sido edulcorados por generaciones de mojigatos (con Disney como máximo representante) con el fin de hacerlos más indicados para el público infantil. Así, por ejemplo, la Cenicienta de la pantalla perdió gran parte de su brutalidad original: ni las hermanastras se cortaban partes del pie para lograr ponerse el zapatito, ni los pájaros les arrancaban luego los ojos en castigo por su maldad. Achacamos esta edulcoración a la fiebre de lo políticamente correcto, e incluso auguramos problemas psicológicos para las generaciones futuras, al someter a los niños de hoy a una sobreprotección, al tiempo que les privamos de las lecciones morales y el conocimiento de la vida que las versiones más genuinas y brutales de estos cuentos les aportaban. Por ello resulta muy interesante, como nos indica Francisco Ferrer Lerín en su interesante y original prólogo al libro que nos ocupa, constatar que la sociedad burguesa de la época de los hermanos Grimm ya se quejaba de la brutalidad de dichos cuentos, y cuestionaba su idoneidad para los niños. Los Grimm se defendían alegando que los cuentos no estaban dirigidos al público infantil, aunque sí suavizaron los aspectos sexuales más “inapropiados” de los relatos.

De aquel volumen en alemán no recordaba yo el cuento que hoy traigo, “Del enebro”, que sin embargo es uno de los más populares (hay incluso una ópera moderna basada en él), enigmáticos, ricos, hermosos y macabros de cuantos recopilaron los Grimm. Y se equivocaban ya sus contemporáneos al querer proteger a los niños de cuentos como éste. El mismo día que entró el libro en mi casa, se lo leí a mis hijos mayores (siete y cinco años). Se quedaron embobados escuchándolo. Y sus primeras palabras al terminar fueron “qué chulo” y “sí, da mucho miedo”.

Cuando hablamos de cuentos folklóricos, entramos en un terreno en el que la literatura es más literatura, principalmente porque se funde con la antropología. El imaginario colectivo, el ritual, la simbolización de los ciclos naturales, el tabú, la oralidad, todo ello es moldeado por el paso del tiempo como un trozo de cristal en la playa, hasta convertirse en una joya imperecedera, fosilizada desde el momento en que pasa a ser transcrita, y que, sin embargo, o precisamente por eso, es capaz de llamar, con su eco de siglos, incluso a los niños de hoy.

Del enebro es un relato de una densidad y riqueza simbólica que lo hace descollar por encima de otros relatos. Tenemos la sangre, la nieve, la manzana, el pañuelo, el pájaro, el engaño, el entierro simbólico, el fuego, un collar, zapatos rojos, una rueda de molino, y que no falte el padre viudo, la malvada madrastra, infanticidio, canibalismo, culpa y venganza. ¡A ver a qué niño no le gusta una historia con esos elementos!

Y si bueno es el cuento, mejor aún es la edición que han hecho los de Jekyll & Jill. Esta editorial aragonesa ha publicado una pequeña maravilla cuidada hasta en el más mínimo detalle, desde el ya mencionado prólogo de Ferrer Lerín, que enlaza Del enebro con El Cid o las películas de Tim Burton, hasta la inclusión de la versión original en bajo alemán, escrita en letra gótica, pasando, naturalmente, por las maravillosas, sugerentes y, en ocasiones, perturbadoras ilustraciones de Alejandra Acosta, o el pequeño regalito oculto. Cabe destacar también la esmerada traducción de Jessica Aliaga Lavrijsen, que ha conseguido recrear un lenguaje sencillo, fluido, poético y tradicional sin ser arcaico, y devolvernos así el cuento genuino, con sus repeticiones (con una sola lectura, mis hijos se aprendieron la macabra canción del pajarito) y sus coloquialismos (como esa colleja, la mejor de la historia de la literatura). A modo de ejemplo de esta escrupulosa fidelidad al original, señalemos que la traductora ha decidido, acertadamente, recuperar el título “Del enebro” frente al más habitual de “El enebro”. Una diferencia sutil, pero muy relevante.

En resumen, un libro que es, en todos los sentidos, una obra de arte. Apto para todos los públicos e indicado para regalárselo a sus hijos, a su jefe o a su germanófila vecina.

 

6 comentarios en «Del enebro»

  1. ¡Qué pedazo de reseña, por Goethe! Ardo en deseos de leer este cuento, se llame “Del enebro”, “El enebro” o lo que sea.

    Coincido plenamente contigo en tu visión sobre los cuentos clásicos. A mí me impactó mucho enterarme, por ejemplo, de que la madrastra de Blancanieves era originalmente en realidad su madre (glups). En fin, lecciones duras como la vida misma.

    Enhorabuena por tu reseña.

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  2. Muchas gracias, Leire, por tu comentario.
    Nuestro osado héroe es capaz de viajar a tierras teutonas y comprar un billete de tren o reservar una habitación en un castillo.
    Un saludo.

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  3. Niño vampiro, alertado por tus siempre interesantes visiones, he rescatado mis viejos tomos de “Cuentos de niños y del hogar” en Anaya y he leído la historia reseñada. El cuento es ciertamente bestia y contiene todos los ingredientes macabros que harían las delicias en una película gore actual. Pero también, como sabes advertirnos, hay una simbología que enriquece la historia.
    Un abrazo.

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    • Gracias por tu comentario, Luciano.
      Muy interesante tu blog. Sabía del canibalismo presente en Hansel y Gretel, pero no que tuviera un final tan macabro.
      Un saludo y feliz año.

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