Desde los bosques nevados

Desde los bosques nevados, de Juan Eduardo Zúñiga

Desde los bosques nevados

Tras este precioso y evocador título se esconden dos regalos, uno para el lector, quien no sólo encuentra en estas páginas unos textos maravillosos sino el espectáculo desbordante de una pasión (en mi caso compartida), y el otro para el escritor, quien pasados los ochenta años vio recopilada en este volumen toda una vida de artículos y ensayos, en definitiva, toda una vida.

Porque este delicado y erudito libro es sin duda la obra de una vida, y como tal debe ser leída, con un respeto equivalente a la dedicación del autor a los autores rusos del XIX (muy especialmente a Turguenev) y a través de ellos a un compromiso ético y una visión humanista de la vida.

La primera parte, El anillo de Pushkin, se compone de una serie de artículos de temática rusa, que abarca desde Pushkin, Tolstoi o Dostoievski a Andréiev, Blok, Chéjov o Lermontov, entre otros. Tienen todos ellos la virtud de trasladar al lector a esos bosques nevados que inspiraron a sus tan admirados escritores rusos y desde allí, desde esos bosques que son un trasunto del ese otro bosque sombrío que es el alma ajena según Turguenev, desplegar no sólo una erudición y una pasión difíciles de encontrar en estos días, sino un verdadero análisis universal y atemporal de la condición humana.

La segunda, “Las inciertas pasiones de Ivan Turguenev” se centra en la vida del citado escritor, quien es su autor de cabecera o al menos el origen de la pasión de Juan Eduardo Zúñiga por los rusos. Si la obra de Turguenev es apasionante, su vida es realmente interesante y no por morbo o curiosidad (que hay que reconocer que no está libre ni de lo uno ni de lo otro), sino porque plantea interrogantes acerca de la naturaleza humana y, porqué no decirlo, del amor, francamente interesantes si no de responder (respuesta no hay y si la hubiera sería preferible el misterio), sí de investigar.

Encontrar como lector a un escritor con quien se comparte una pasión, sea la que sea, es extraordinariamente gratificante, pero compartirla no es un requisito imprescindible. Ser un simple espectador de esa pasión y de la erudición que la acompaña basta para disfrutar de este buen libro.

 

Andrés Barrero
andresbarrero@vodafone.es

recordatorio

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