Después del terremoto

Después del terremoto, de Haruki Murakami

después-del-terremotoPreparen las antorchas, preparen el líquido inflamable, preparen el combustible que más a mano tengan porque les voy a contar un secreto que llevo guardado muy dentro desde hace mucho tiempo: no entiendo a Haruki Murakami. Pero antes de que dejen de leer, matizaré mis palabras. No entiendo algunas historias de Murakami. Hace años, cuando leí una novela de este autor, cerré el libro con la sensación de no haber entendido muy bien de qué iba. Quizá era que por aquel entonces yo era un niño que no entendía muy bien aquellas historias, pero lo cierto es que no sintonicé adecuadamente con lo que me contaba. Pasó el tiempo, me fui haciendo mayor, y con los años llegaron algunas novelas más del autor con las que sí pude agradecer su buena forma de escribir. Y aquí estoy, haciendo esta revelación, y pudiendo decir que gracias a esta última recopilación de relatos, me he reconciliado con un autor que, visto desde lejos, siempre me daba un poco de miedo. La edad te da esas cosas, entre otras muchas.

Seis relatos que, con el nexo de unión de un terremoto, nos enseñan que las tragedias pueden crear historias tan extraordinarias que, del mismo dolor, puede nacer algo sumamente maravilloso.

 

Quizá las historias de Haruki Murakami mejores para mí sean esos pequeños destellos que construye en forma de relatos. Quizá sus novelas me suponen un ejercicio de reflexión demasiado grande y por eso necesito de él sus pequeñas dosis. En este caso, leído con avidez en un avión que me llevaba a un destino increíble, disfruté en las propias alturas de historias terrenales que, como si hubieran sido depositadas tras las ruinas del terremoto que une todos los relatos, hicieron que sintiera que los personajes que se aparecían ante mí fueran mis compañeros en un momento lo suficientemente caótico como para no saber donde posar mis pies. Y eso es algo grande después de tantas novelas leídas y reseñadas. Puede que yo fuera el que le pusiera el peso a las historias, quizá algunos de vosotros me diréis que estos pequeños destellos de luz (en plena oscuridad) no os han llegado a remover esa fibra que el autor consiguió trastocar en sus anteriores novelas, pero lo que no es discutible es que algo tienen las letras que une que a todo el mundo convencen, por algún u otro motivo.

No podría describir, siempre me sucede, adecuadamente lo que acontece en “Después del terremoto” porque en mi vida he creído, en todo momento, que describir punto por punto lo que cuenta cada relato, es una forma de disección que no va conmigo. Lo que sí podría decir es que caminando por el mundo de Haruki Murakami me hace sentir en lo más alto, para bajar después, para permanecer pocos segundos después en las aceras de una ciudad colapsada, y en unas habitaciones donde surge el amor, donde la vida crece a pesar de los miedos infantiles y donde huir está permitido, pero arrastra con nosotros una deuda que quizá no sepamos como saldar. Así es esto lectores, así de intenso y de peligroso a la vez, pero nadie dijo que leer fuera fácil, nadie dijo que leer a este autor fuera un ejercicio simple de posar los ojos en las letras. Esto es un ejercicio de vivir, compañeros de lectura, y lo demás, tonterías.

Pero en el fondo sigo con el amargo sabor de no haber conocido mucho mejor a este autor. Puede que este sea el momento. Lo más importante es que ahora ya estoy dispuesto, que las barreras se han caído y puedo vivir sin demora alguna, muchas de las historias que me ha tenido preparadas desde el principio Haruki Murakami. ¿Exagero? Quizá, pero siempre he sido una persona de extremos, y como en los terremotos, una vez que la tierra se abre y nos enseña lo que guarda en su interior, así estos relatos nos harán poner a prueba la comprensión, la decisión, los sentimientos que todos guardamos en nuestro interior.

“Después del terremoto” siempre llega una calma ficticia, porque otros terremotos, de menor escala, vuelven a aparecer. Pero no os preocupéis porque, una vez acabados estos relatos, entenderemos por qué a veces, o sino siempre, es necesario que la vida te regale (sí, habéis leído bien, regale) un pequeño seísmo para cambiarlo todo y movernos hacia algo… muchísimo mejor.

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