Diario de un vampiro en pijama, de Mathias Malzieu

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La enfermedad. Una palabra que nos lleva a pensar siempre en destinos trágicos, en historias dramáticas, en historias que nos llenarán los ojos de lágrimas y tristeza. Esa palabra, enfermedad, es sinónimo en nuestra cultura de dolor, de sufrimiento, de estar sin estar. Pero, en ocasiones, esa misma palabra invierte su significado y nos propone una vivencia con dolor, eso es cierto, pero también muestra su cara de valentía, de superación, de pensar en el futuro y no sólo en un presente que es lo suficientemente aciago como para que pensemos que nos queda poco tiempo en él. Mathias Malzieu es uno de esos escritores que, dentro de su mundo onírico, en su visión de una realidad que se convierte en una especie de cuento, nos enseña que la forma en la que miramos al mundo es la forma en la que viviremos en él. Y quizás, como se dice, este es su libro más personal ya que al fin y al cabo nos cuenta la vida que a punto estuvo de serle arrebatada, pero lo más importante de esta lectura no es esa palabra con la que empezaba al principio, enfermedad, sino otra mucho más relevante para aquellos que leemos: vivir.

Al autor le diagnosticaron una enfermedad que estaba consumiéndole. A través de la forma en la que sueña con el mundo, Mathias Malzieu nos enseñará que vivir la enfermedad, que vivir a pesar de ella, es una batalla lo suficientemente fantástica como para no aceptar la derrota.

Tiendo a alejarme de las historias que, en primera persona, nos cuentan avatares personales. No han sido pocas las decepciones que me he llevado a la hora de leer algo que, supuestamente, tenía que hacer que se me encogiera el corazón. Pero mi recorrido por la literatura de Mathias Malzieu siempre me ha traído buenos momentos y, además, esa mezcla entre realidad y fantasía siempre ha suscitado en mi experiencia un buen sabor de boca. Sabía que Diario de un vampiro en pijama nos contaba su vida entre hospitales y mascarillas para protegerse de los demás, pero no me esperaba que en esa lectura, en ese ir y venir de leucocitos, de señoras con espadas que nos persiguen, de amores que con una sola caricia relajen al más aterrado de los corazones, iba a encontrarme con una prueba de vida tan elocuente como divertida. ¿Qué se puede contar de este libro? Que al final la sonrisa gana la batalla, una dura y muy cabrona, al miedo y la enfermedad. Que, a través de una vida contada como si estuviéramos ante una fantasía, pueden salir respuestas que nos dejen en silencio, observando que aquello que nosotros vivimos no es para tanto, aunque nos lo parezca. Que vivir, ese verbo al que a veces no prestamos demasiada atención, debiera convertirse en una obligación con todas sus consecuencias.

Las historias en primera persona, las vivencias, las biografías – entendiéndolas como historias sobre un momento concreto en la vida de alguien – no han causado mucho impacto en mis lecturas. No sé muy bien cuál es la razón, pero siempre me he encontrado observándolas con una mezcla entre reticencia y escepticismo. Y quizás sea porque Mathias Malzieu ya me ganó anteriormente, puede que sea porque al leer uno busca evadirse, o simplemente porque conectar con un autor es lo que hace que nos guste lo que nos cuenta, pero Diario de un vampiro en pijama deja a las claras algo que ya se evidenciaba mucho antes de ver cómo la vida puede cambiarte en un segundo, a través de las historias que nos ha regalado el autor: que uno puede ver cómo todo se desmorona, pero al final lo importante es construirnos de nuevo. Y eso es un aprendizaje vital que no siempre se consigue.

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