El capitán Alatriste, de Arturo Pérez-Reverte, Carlos Giménez y Joan Mundet

Hay frases iniciales de libros que se nos graban a fuego: “En un lugar de la  Mancha…”, “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta”, “Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo…”,… Cada uno tendrá sus favoritas, como tiene favoritos de todo en la vida. Una de las mías es esta: “No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente”.

 el capitan alatristeA falta de leerme Falcó (¡vive Dios que no doy abasto con las lecturas, pardiez!) y a la espera de una nueva entrega de las aventuras del capitán Alatriste, bien valdrá, como creo, (un vaso de bon vino) un reencuentro con el origen del famoso espadachín, aunque sea en versión gráfica. ¿Imaginaba Pérez-Reverte (puto amo) el éxito que iba a tener este personaje cuándo se documentaba para escribir sus hazañas? ¿O que el mismísimo Viggo Mortensen, otrora Aragorn, se metería en la piel del soldado español en una película bastante desafortunada que mezclaría el argumento de los dos primeros libros? Lo dudo. (Por cierto, yo a Alatriste lo veo cada vez que Nacho Fresneda hace de Alonso de Entrerríos en la serie de televisión El ministerio del tiempo).

Pero mucho ha llovido desde aquella primera novela, unos veinte años, y otras cuantas novelas ha publicado el escritor cuando cae en mis manos esta adaptación al cómic. Una adaptación que me ha parecido bastante fiel al original y en la que se narra la vida de un soldado veterano de los tercios de Flandes que sobrevive como espadachín a sueldo en el Madrid del siglo XVII, tan corrupto (o menos) como el de ahora.

La saga del capitán es narrada por el joven Íñigo de Balboa, paje de Alatriste e hijo de un amigo de éste y soldado también, al que Alatriste prometió cuidar cuando se hiciera mozo.

En este tomo inicial se cuenta el trabajo que se encarga al capitán y a otro desconocido para que den un susto a dos viajeros ingleses, de los que no diré la identidad. Naturalmente esos dos ingleses no resultan ser unos mindundis y el encargo se complicará pues Alatriste es pobre pero honrado y además, “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”.

Da gusto rememorar libros de los que guardas tan buen recuerdo por lo bien escrito que estaban, lo bien ambientados, el argumento hipnótico, y los personajes. Estos y la ambientación son quizás lo más importante. Saludar de nuevo a Quevedo, que tanto favorece como perjudica sin querer a sus amigos, con sus constantes lances y sus “no queda sino batirnos”; La Taberna del Turco de Caridad La Lebrijana y sus pechos opulentos que tanto fascinan al joven Íñigo de Balboa; el dómine Pérez; Angélica de Alquézar (también conocida como el mal encarnado), Emilio Bocanegra, presidente del Tribunal de la Inquisición y, por supuesto, el eterno enemigo de Alatriste, el italiano Gualterio Malatesta y su “tiruri ta-ta”… Y otros cuantos más.

Aquí sí tengo una sugerencia que haría mucho más entretenida y enriquecedora la experiencia lectora, ya que se mezclan en el cómic personajes tanto reales como ficticios y sería bueno que hubiera notas al pie o un apéndice al final en el que se aclarara si tal o cual personaje existió realmente o no y los méritos por los que se le conoce. Por ejemplo: aparece el Conde-Duque de Olivares, Álvaro de la Marca, Quevedo, Felipe IV… No digo que se incluya una biografía extensa sino unas breves notas del tipo: “Quevedo: destacado escritor del Siglo de Oro, enemistado con Góngora por tal y tal…” o algo así, breve, que te deje claras las cosas.

Por lo demás el cómic es delicioso porque también lo es su novela. Fiel al libro, repito, y con unos dibujos de Joan Mundet, el ilustrador habitual de la saga, con el aroma a clasicismo necesario en este tipo de obra. Un blanco y negro sobrio, con líneas firmes y precisas, un dibujo realista y agradable.

El capitán Alatriste fue un libro que se convirtió en lectura obligada en los colegios, que ha dado origen a obras de teatro, series, tesis doctorales, una película de la que ya he hablado e incluso un juego de rol.

Su versión al cómic no desmerece en absoluto. Es diversión a la vieja usanza, es nuestro Los tres mosqueteros, es entretenimiento puro, es arte, cultura y también conocimiento de unos tiempos en los que el honor aún significaba algo para algunos. En los que España aún era una potencia en el mundo, aunque la avaricia y corrupción de los de arriba pronto provocarían el declive…

O libro o cómic, debería ser de obligada lectura para todos los españoles, al menos una vez en la vida.

Lo dicho, en El capitán Alatriste Pérez-Reverte se consagró como puto amo.

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