El francotirador paciente

El francotirador paciente, de Arturo Pérez – Reverte

el francotirador pacienteDice Keri Smith autora de libros sobre creatividad y arte, que el arte, su tipo de arte, sirve como creación para llegar a la destrucción. Quizá el arte consista en eso, o no, no soy experto en la materia, pero lo que sí está claro es que el arte, de cualquier tipo, el que se ve a simple vista y el que sólo se intuye, sirve para desestructurar y para remover los cimientos sobre los que se había sustentado la civilización. ¿Somos, pues, hijos del arte propiamente dicho? Si uno camina por las calles que le abrigan durante gran parte del año podrá descubrir a su alrededor numerosas vistas que permanecen ocultas para una mente no demasiado despierta, u obtusa si se prefiere llamarlo así. El francotirador paciente es una historia de búsqueda, de investigación, pero también es una novela sobre el arte que por las calles se junta y difunde su mensaje, que va mucho más allá de la pura rebeldía y el estupor que produce en algunos ciudadanos que tienen poco de ciudadano y mucho de político sin escrúpulo. Dije al principio que para Keri Smith el arte es una forma de destrucción, y en el fondo creo que es cierto, porque como en esta novela, crear el arte, ese arte basado en aerosoles y productos varios, es una forma de expresión, de mensaje, que de otra forma permanecería silenciado.

Alejandra Varela recibe un encargo especial: conseguir encontrar a Sniper, un artista del grafiti, del que no se conoce el paradero. Su firma: la mira de un francotirador. Así, viajará por el mundo recopilando información y teniendo que hacer frente a sus propios fantasmas que la unen, en el fondo, a ese artista del que no se conoce el rostro.

 

Que Arturo Pérez – Reverte es uno de los escritores más polémicos de nuestro panorama literario es una obviedad como un templo. Sus declaraciones han quedado registradas en numerosos medios de comunicación y se repiten en tertulias y conversaciones con un café de por medio en numerosas ocasiones. Pero hablo de todo esto porque yo, aquí donde escribo, debo decir que no he leído nada del autor hasta la fecha. Un conocido me dijo que lo mejor de Reverte está en sus primeras novelas, que después bajó el pistón y se acomodó, y yo no puedo opinar porque no lo conozco. En cualquier caso, nos encontramos ante El francotirador paciente con una historia que sobresale, sobre todo, por el análisis que los personajes, en realidad el escritor mismo, hacen del arte, de su implicación en nuestra sociedad, de lo que significa para algunos que se venden y otros que se muestran fuera de la ley, de una ley que, no hay que olvidar, no es igual para todos, menos todavía si eres pobre. El arte, como medio de expresión, es la gran baza que envuelve esta historia de vidas perdidas, de secretos que se acarrean como una mochila que pesara quintales, y de venganzas personales por la desesperación y la necesidad de encontrar culpables. Uno no puede opinar una novela basándose en todas las anteriores puesto que cada una es única, tiene su alma propia, y yo me encuentro ante un autor que no había visitado nunca y que me ha proporcionado las ganas suficientes para verme inmerso en otros títulos suyos. ¿Expectativas cumplidas? Ya lo creo que sí.

Ser escritor, al fin y al cabo una forma de transformar el arte en palabras, tiene que ser duro. El foco de la atención se centra sobre tu persona y cada imperfección sale amplificada por mil, tus errores serán más criticados y tus palabras, esas que conforman una historia como El francotirador paciente, que puede no ser redonda en sus continente pero sí en su contenido, serán miradas con la lupa de la crítica más abyecta de todas las que pueden encontrarse. Es curioso como, tras dar una vuelta por el mundo virtual, uno se encuentra con lecturas bastante superficiales de una novela como esta en la que Arturo Pérez – Reverte ha convertido el arte en el gran protagonista, creando una historia de ficción, cierto, pero que tiene mucho de realidad y mucha lectura entre líneas, que es la mejor que puede haber cuando se nos presenta una reflexión sobre por qué estamos aquí, para qué servimos, a quién servimos, y si estamos dispuesto a permitirlo. El mundo del grafiti es algo que desconocía, que se me presentaba de lejos, quizá tras una mirada furtiva a alguna pared o fachada transformada en otra cosa, no sé muy bien qué todavía, por la mano de una persona que quería plasmar algo en ella. Y descubrir, gracias a la mano de un escritor, que hay un mundo subterráneo mucho más interesante de lo que nos creíamos, sólo por eso, uno se siente satisfecho de llegar a la última página y de haber compartido, con el autor, un instante de su vida.

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