El otro Mundo

El otro Mundo, de Hilario J. Rodríguez

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Imagina a un autor dibujando una línea horizontal largísima, que representa la historia a través del tiempo. Luego poniendo líneas verticales cada cierto espacio, indicando que aquí o allá, contará esto o aquello. En este momento al personaje le pasará esto. A estas alturas estará por tales o cuales lares. Aquí es donde entra en escena fulanito. Y aquí donde muere. Y luego imagínalo delante de la pantalla, con un cigarrillo humeante a un lado, rellenando los huecos con documentación, oficio, y si puede… con genialidad.

¿Lo tienes? Vale. Pues ahora imagina lo contrario porque este libro es lo más opuesto a una planificación que he podido leer. Cada capítulo es una pincelada, una nota de la vida del autor y la gente que le rodea. Y en principio no hay más conexión entre ellos que la secuencia temporal que los envuelve.

Hasta que te vas sumergiendo en la historia. Hasta que los personajes y sus vivencias van emergiendo y te das cuenta de que hay un fino hilo que enlaza cada capítulo. Una pequeña conexión; un detalle que el autor deja caer sutilmente aquí y se convierte en la clave un poco más allá.

En cualquier caso, superada la sorpresa inicial, he de decir que el libro me ha gustado. Cada capítulo es una pequeña historia con una moraleja más o menos diluída. Tiene algo que te hace volver a sus páginas en cuanto tienes un momento. Cierto duende, o cierto encanto que lo hace fresco y único en su especie. Y eso, ya es bastante para un libro.

En “El otro Mundo” Hilario nos cuenta sus andanzas por Nueva York, donde pasa un año con su mujer y su hijo, y donde espera recibir la inspiración que le permita escribir su siguiente gran novela. Es la historia de su llegada a la gran ciudad, de la adaptación a una gente, a un idioma y a unas costumbres que no son las del pequeño pueblo en el que vivían meses antes. Y en medio de todo esto, las reflexiones de nuestro autor.

Como decía al comienzo, no es una historia con planteamiento, nudo y desenlace, ni hay extraños personajes entrelazando sus vidas y unidos por un destino caprichoso. Sólo hay sinceridad, una prosa extremadamente agradable de leer, y una vida como puede ser la tuya y la mía, tomada a retazos y organizada en capítulos.
Es el valor de lo cotidiano para reflejar lo aprendido, lo acertado y lo errado. Capítulos cortos, a veces agradablemente evocadores. Como el que dedica a los libros. Una preciosa historia de cómo llegamos a despreciarlos en el primer mundo y cómo los tratan aquellos que en el tercer mundo apenas sabe leer y los guardan como tesoros hasta encontrar quien pueda descifrarle alguna de sus páginas.
Me ha gustado cómo escribe este tipo. Ojalá un día yo aprenda a escribir así. Por cierto, ¿eso se aprende?

7 comentarios en «El otro Mundo»

  1. Francisco, no sé cómo escribirá este autor, pero tu lo haces de maravilla. Empiezo a pensar que no encajo demasiado bien entre tan buenos reseñadores 🙂

    De todas formas, yo creo que sí se puede aprender a escribir (bien, obviamente): con mucha lectura y con mucha práctica. ¡Así que no pierdo la esperanza!

    Por lo que has contado de este libro no sé si me gustaría. Por una parte dices que está escrito con destreza y te ánima a releer lo que ya has leído, y eso, qué quieres que te diga, me atrae. Sin embargo, el hecho de que sea autobiográfico y, sobretodo, no tenga una estructura planteada previamente me hace dudar… mmm…

    ¡Nos leemos!

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  2. ¡Hola Francisco!

    La reseña es muy buena y el libro parece muy interesante. Me ha encantado la frase “¿Lo tienes? Vale. Pues ahora imagina lo contrario porque este libro es lo más opuesto a una planificación que he podido leer.”

    Me gusta los autores que escriben con naturalidad, a vuelapluma. Parece un descubrimiento muy interesante.

    Mientras sigas leyendo buenos libros, cada vez escribirás mejor; aunque se nota que has tenido buenas lecturas, porque tu prosa también es muy evocadora, fresca y con duende.

    Un placer leerte. 🙂

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  3. Cada vez me gustan más tus reseñas, esta en especial me ha ha parecido muy interesante, sobretodo, la primera parte.

    con respecto a lo de “aprender a escribir”, creo que esto de crear reseñas es un excelente ejercicio si se se realiza con constancia, como tú sueles hacerlo, pero lo que más me ha sorprendido de mi experiencia con la escritura, es que es una fiel aliada que evoluciona con uno mismo. Quiero decir, si te dedicas a pintar, no puedes dejar de dibujar a los 15 años y a los 30 pretender que tu estilo haya mejorado, con cualquier instrumento musical sucede lo mismo, con la interpretación… pero esto no es algo que suceda con la literatura, y me resulta muy curioso.

    Evidentemente se pueden adquirir ciertos recursos, nos contagiamos del ritmo de ciertos autores, pero tu voz narradora, la tuya propia, evoluciona paralelamente a como lo hace tu pensamiento, tu modo de percibir el mundo, tus afectos…sin necesidad de práctica, un dia pudes escribir algo extraordinario.

    Lo que no me resisto a enlazar con una de mis citas preferidas: “La improvisación es la condensación del saber en un instante”

    Eva MMJ

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  4. ¡Hola Eva!

    ¡Qué comentario tan interesante! Siempre es un placer leerte en este blog.

    Tienes razón en que cuando uno madura, su literatura, lo que es capaz de escribir, también crece con él, independientemente de que haya practicado la escritura o no.

    La cita final que has escrito sobre la improvisación me ha encantado, me la apunto.

    ¡Un abrazo!

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  5. Muchas gracias por vuestros comentarios,
    Supongo que al final uno escribe como es. Y uno no es el mismo a los 20 que a los 30, como bien apuntaba Eva.

    Pero luego está la esencia de los estilos. Y no hablo de la temática (todos sabemos las temáticas favoritas de Dan Brown). Me refiero a lo que define a un autor y es propio de él (esas frases interminables de Antonio Muñoz Molina…). ¿Eso se puede pulir? ¿Se elije?

    Porque por otro lado hay algo que descubres conforme vas leyendo y leyendo. Cambiando de autores; de temáticas. Intuyo que será la técnica.
    Por poner un ejemplo. Los diálogos. Hay quien los escribe seguidos dentro del mismo párrafo; quien lo escribe como un guión de cine; quien ni siquiera escribe diálogos porque prefiere ser la cámara que cuenta lo que sucede sin meterse en la piel del personaje. O claro, también están los valientes, como Juan José Millás en Dos Mujeres en Praga, que hace lo que quiere con su pluma, y alterna entre un estilo y otro dentro de la misma novela.

    En estos casos.. ¿eso se aprende? Porque no creo que sea intuición y estilo propio del autor ¿no? Él lo elige a propósito porque sabe que existen todas esas posibilidades, ¿verdad? “Ummm… aquí creo que le dá más dinámica este tipo de diálogo. Pero allí usaré este otro. El lector no debe perder detalle.”

    Por favor, si hay algún escritor en la sala, que levante la mano 🙂

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  6. Yo opino que, en efecto, la escritura evoluciona con nosotros, con los años.

    Sin embargo, no acabo de estar de acuerdo cuando decís que puedes un día dejar de escribir y, al cabo de los años, escribir algo espectacular basándote en tu evolución personal. Tus pensamientos y tu visión del mundo sin duda habrán cambiado y, por lo tanto, lo que “quieres” decir también. Pero eso no quiere decir que lo sepas escribir así, de buenas a primeras. Pienso que uno mejora, aprende a escribir y a expresarse con los años y… ¡con la práctica!

    Referente al último post de Francisco. Me parece curioso que te preguntes si es el autor quién decide usar una manera u otra los diálogos o si es pura intuición. Reconozco que yo aún poco o nada sé, y que tampoco tendría mucho que decir. Pero casualmente, el otro día, en mi primer día de curso de “Narrativa”, la profesora nos dijo que nos iba a enseñar lo que todo escritor debe saber, las reglas básicas y los diferentes estilos que cada cuál puede escoger. Y entre ellos, enumeró lo que has comentado tú: las diferentes maneras de plasmar el diálogo.

    Y con ello quiero decir que, por lo visto, sí se aprende a escribir, a expresarse y a elegir lo que más gusta de cada estilo. Ahora, eso sí, también los hay que no necesitan aprendizaje, o que con su más que larga trayectoria de lectura tienen suficiente…

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