El paciente

El paciente, de Juan Gómez – Jurado

el-pacienteQuédate quieto. Delante de ti tienes una bala a punto de llegar a tu cabeza. Sólo tienes una oportunidad. Si te mueves estarás salvado, si no lo haces, aquí acabará tu historia. Decides moverte. Lo haces. La bala pasa rozándote. Suspiras aliviado. Cierras los ojos y piensas que sólo ha faltado un segundo para que todo terminara. Vuelves a abrirlos y te das cuenta de lo que podrías haber perdido y empiezas a llorar. Tu cuerpo se estremece, convulsionándose, por la tensión que habías contenido desde el momento en que la bala empezó a acercarse. Miras a tu agresor, a la persona que ha querido matarte, y lo entiendes. Lo poco que tenía que perder, y lo mucho que podría haber ganado. Todo queda en silencio después como si ambos estuvierais esperando que algo, no sabéis muy bien qué, suceda. Pero no sucede nada. Y de repente, un sonido más fuerte aparece. Se va agrandando. Apagas el despertador, envuelto en sudores fríos, y miras a tu alrededor, a la persona que hay a tu lado de la cama, y le das gracias a lo que sea en lo que no crees porque todo haya sido un sueño, y no la vida real. El paciente es ese sueño que todo lector debe tener, es esa bala que corre hacia nosotros mientras no podemos ni siquiera movernos. Es la fuerza de un bisturí que se mete en la carne y no te abandona hasta que, por todos los demonios, no has salido con vida de una operación a vida o muerte. Es, todo.

El Doctor Evans se ve envuelto en el juego del gato y el ratón por un psicópata que ha secuestrado a su hija. ¿La razón? Debe dejar que su siguiente paciente muera o sino, su hija morirá. A esta terrible decisión se le une que, El Paciente, no es otro que el Presidente de los Estados Unidos. Será entonces cuando la carrera contrarreloj se convierta en una bomba que está a punto de estallar y convertir la vida de Evans en un auténtico infierno.

 

Cuando uno tiene en sus manos una historia como la de El paciente intenta que las palpitaciones no vayan demasiado aceleradas a la hora de seguir su lectura. Y digo que uno lo intenta porque es imposible no hacerse eco de esa tensión que se vive en sus páginas. Tener la oportunidad de leer algo semejante es, por utilizar un símil que vosotros vais a entender a la perfección, como un orgasmo pero en su versión más literaria. Necesitado como estaba de una lectura como ésta, verme inmerso de repente en la vida del Doctor Evans ha supuesto que, por un lado, mis horas de insomnio se vean aumentadas hasta límites insospechados. No es no pudiera dejar de leer, es que no debía dejar de leer. Añadamos, entonces, a un autor como Juan Gómez – Jurado. Uno escucha su nombre, lo lee en cualquier parte, y ya sabe que lo que se va a encontrar en el interior de su novela es una historia de calidad, una especie de droga saludable, que se mete en tu cuerpo y no te abandona hasta que no has digerido absolutamente todo lo que tiene que contarte. Así es, y lo demás sería pura palabrería.

Siempre digo que, con las lecturas, es como si todos lleváramos dentro una bomba a punto de estallar. Pues bien, con El paciente seremos testigos de cómo la mecha que hará que explosionemos se va acercando a su final, haciendo que nuestro cuerpo sude, se convierta en un manojo de nervios y los nervios se pongan a flor de piel. Juan Gómez – Jurado es único en estas lides: convierte aquello que toca en un capítulo que no vas a olvidar, que va a hacerte caer en la tentación de seguir leyendo, olvidándote de las horas, de los minutos, de los segundos, olvidándote de que tienes una vida a parte de la lectura porque lo que está ahí, escrito sobre el papel, es un continuo placer que no te deja marcharte por mucho que quieras. Te coge, te agarra del cuello, te zarandea. Y después, cuando ya la acción ha bajado su intensidad viene la reflexión, esa que está implícita en esta historia, y que te hace pensar en qué harías tú en esa situación, ¿serías capaz de matar para salvar la vida de tus hijos? ¿serás un asesino o, por el contrario, tu integridad te lo impedirá? Preguntas y respuestas que, una vez quitado el disfraz de historia de acción, convierten a esta novela en una de las obligaciones vitales de este año, más, si cabe, que la respiración. Por eso, y si se me permite la pequeña licencia de terminar esta reseña con un mensaje a su autor, desde aquí diré: ¡Juan Gómez – Jurado, adelante, puedes llevarte mi dinero, con esta historia, ya has conseguido mi devoción absoluta!.

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