El pájaro pintado

El pájaro pintado, de Jerzy Kosinski

El pájaro pintado

Un relato duro que se lee con vergüenza y rabia, pero sin poder apartar los ojos de sus páginas ni un instante.

El “pájaro pintado” es un entretenimiento de muchachos, propio de ciertas zonas rurales, que consiste en atrapar vivo un pájaro y cubrirlo con pintura, a ser posible de colores vivos.  Después de pintarlo, se regresa al lugar donde el pájaro fue capturado y se suelta para que se una al resto de la bandada en busca de protección.  Entonces, para diversión de los aldeanos, los semejantes del pájaro pintado, tomándole por un intruso que podría poner en peligro la bandada, lo picotean hasta matarle.

Hasta entonces siempre había salido airoso de las emboscadas solidarias que te asaltan en plena calle y, apelando a nuestro sentido de culpa colectiva, logran que te afilies a alguna organización humanitaria.  Pero ese día, no sé si por la amabilidad de los chicos de ACNUR o porque la causa de los refugiados me tocó más hondo que otras, fui incapaz de negarme.

Lo cierto es que pasó el tiempo y comencé a colaborar con cada vez más asociaciones –defensa de la naturaleza, erradicación del hambre en África, construcción de escuelas en Latinoamérica– hasta que mi bolsillo dejó de estar a la altura de mi conciencia.  Entonces volví a quedarme solo con ACNUR, así que puede que al final haya algo en el drama de los refugiados que a mí me conmueve más profundamente que otras causas.

¿Quiénes son esos a los que conocemos como “refugiados”?  A pesar de la frecuencia con la que aparecen en los informativos, lo normal es que les prestemos poca atención.  Ahora huyen de la guerra en Libia y del hambre en Somalia, pero da igual; sea cual sea el motivo siempre nos resultan extraños e incómodos: son meros efectos secundarios de la partida de Risk global.  Son pájaros pintados.

Acerca de los refugiados se han escrito bastantes libros, tanto de ficción como periodísticos, que tratan el tema con mayor profundidad y rigor que el que acabo de leer, pero si hoy El pájaro pintado me ha empujado a hablar de esta tragedia es precisamente porque su protagonista no es libio ni somalí, ni de ningún otro un país remoto y atrasado; es uno de los cinco millones de desplazados que vagaban por Europa al final de la Segunda Guerra Mundial, aquí al lado, hace tan sólo sesenta años.

En 1939, mientras las tropas alemanas se preparaban para cruzar la frontera polaca, muchas de las familias judías que se lo podían permitir, asustadas por los rumores de pogromos y deportaciones masivas, enviaron a sus hijos a remotas aldeas de Polonia Oriental donde los acogieron campesinos católicos a cambio de importantes sumas de dinero.

El protagonista de El pájaro pintado llega a una de estas aldeas con tan sólo siete años, adoptado por una anciana que no siente por él mayor aprecio que por sus animales.  Para un niño burgués y educado, la brutalidad, la ignorancia y la superstición de los aldeanos son difícilmente comprensibles.  Pero por mucho que intente adaptarse, entre campesinos rubios y de ojos azules o grises, que sólo hablan dialecto y apenas entienden el habla culta de la ciudad, un niño moreno y de ojos oscuros no puede ocultar su origen: es un judío o un gitano.  Es un pájaro pintado.

Al poco tiempo de su llegada la anciana muere y el chico se ve obligado a vagar de aldea en aldea, cada una más miserable que la anterior, mendigando un mendrugo de pan y un lecho de paja en un establo frio y maloliente a cambio de realizar los trabajos más duros.  Y si los campesinos son brutales y crueles entre ellos, se pueden imaginar –o no, realmente no creo que se lo puedan imaginar– el trato que dispensan a un crío judío.

Y no sólo por ser judío: para los supersticiosos aldeanos los ojos oscuros del niño pueden causar mal de ojo y echar a perder las cosechas y su pelo negro atrae a los rayos.  Podría incluso ser un demonio o un vampiro.  No puede permanecer demasiado tiempo en ninguna aldea, pues todos piensan que atraerá la mala suerte y la enfermedad.  Le temen tanto como le odian, pero ese temor que es la causa de tantas agresiones y humillaciones es, paradójicamente, su seguro de vida, pues pocos se atreven a matarle directamente.

Y así pasan los meses y los años.  A la crueldad de los aldeanos, con el tiempo, se suma la persecución de los soldados.  El chico necesita una esperanza, o al menos un consuelo, y lo busca en la superstición, en la religión o en el odio.  Durante esa búsqueda (y esto es más espeluznante que las palizas y las torturas) la víctima llegará a envidiar a sus verdugos, a admirar la superioridad técnica y el aspecto imponente de los alemanes o el inapelable aparato lógico de la doctrina soviética.

“Me sentí como una oruga aplastada, destilando su jugo en el polvo: un ser que no puede hacer daño a nadie y que, sin embargo, inspira odio y repugnancia.  En presencia de aquel hombre rutilante, armado con todos los símbolos del poder y la majestad, me sentía avergonzado de mi aspecto.  No habría podido objetar que me matara.”

El pájaro pintado se convirtió en seguida en un libro polémico.  Aunque el texto no incluye ninguna referencia geográfica y los nombres de los personajes o son apodos o son tan genéricos que podrían pertenecer a cualquier región del Este de Europa, en Polonia, país natal de Jerzy Kosinski, se consideró que era una caricatura denigrante de las costumbres de las zonas rurales del este del país y se tachó al autor de traidor.  Al mismo tiempo, en Occidente se le acusó de aprovecharse de los horrores de la guerra para escribir su novela y de haber exagerado la crueldad y la brutalidad para aumentar el dramatismo de la narración.

Curiosamente, mientras unas voces acusaban a Kosinski de propagandista a sueldo de la CIA, otros afirmaban que en realidad era un comunista encubierto, ya que su retrato de los soldados soviéticos era más amable que el de los nazis.  Y mientras los críticos literarios anglosajones le tachaban de sensacionalista y morboso, los supervivientes del Holocausto le reprochaban que su relato estuviera edulcorado para facilitar su consumo por el sensible público occidental.  De repente, el autor y su libro también se habían convertido en pájaros pintados.

Y todo ello a pesar de que Kosinski siempre dejó claro que su novela era una obra de ficción.  Es cierto que su familia fue diezmada durante la guerra y que él tuvo que esconderse entre campesinos católicos en una aldea de Polonia Oriental, pero aunque su historia comienza igual que la del protagonista de El pájaro pintado, él pasó el conflicto sin mayores sobresaltos.

Este no es un libro autobiográfico y tampoco pretende ser una novela histórica, a pesar de que su autor se documentó a conciencia.  De hecho, para el lector se hace evidente que todo el cúmulo de atrocidades narradas, por muy reales e incluso comunes que fuesen durante la guerra, es difícil que sucedieran todas a la misma persona.  Esta sensación de irrealidad que domina el relato, reforzada por la distancia y el desapasionamiento con que se expresa el narrador, queda justificada por el propio autor en el prólogo: Kosinski no pretendió con El pájaro pintado dar testimonio de la época, sino explorar el terrible desequilibrio de la relación del individuo con la sociedad.  Para ilustrar este desequilibrio en su forma extrema, tomó al individuo en su forma más indefensa, un niño, y a la sociedad en su expresión más brutal, la guerra.

Simbolismos aparte, opino que colocar al narrador en este punto de vista es uno de los grandes aciertos de la novela, que se queda a medio camino entre el testimonio personal, siempre sesgado y emotivo, y el documento periodístico, demasiado frío.  Quizá sea la única manera de contar un relato tan atroz.

A pesar de ese enfoque, El pájaro pintado es un relato muy duro, que se lee con el corazón encogido, con vergüenza y con rabia.  A veces dan ganas de cerrar el libro, de gritar que es imposible que los seres humanos seamos así, pero la prosa directa y contundente de Kosinski y su ritmo intenso y su lucidez implacable te mantienen pegado a sus páginas.

Los refugiados son como pájaros pintados, rechazados y hostigados por el resto de la bandada, pero no son los únicos; están los inmigrantes, los pobres, las minorías.  Merece la pena pensar un poco en ello y la próxima vez, si antes de lanzarnos a picar al extraño que creemos que nos amenaza rascamos un poco la pintura, veremos que debajo hay alguien igual a nosotros.

Javier BR
javierbr@librosyliteratura.es

 


La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) fue establecida el 14 de diciembre de 1950 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. La agencia tiene el mandato de dirigir y coordinar la acción internacional para la protección de los refugiados a nivel mundial. Su objetivo principal es salvaguardar los derechos y el bienestar de los refugiados, garantizar que todos puedan ejercer el derecho a solicitar asilo en otro Estado y a disfrutar de él, identificar soluciones duraderas para los refugiados, tales como la repatriación voluntaria en condiciones dignas y seguras, la integración en la sociedad de acogida o el reasentamiento en un tercer país. El ACNUR también tiene el mandato de ayudar a las personas apátridas en todo el mundo.

 

En más de seis décadas, la agencia ha ayudado a decenas de millones de personas a reiniciar sus vidas. Hoy en día, con un equipo de unas 7.200 personas en más de 120 países, sigue ayudando a alrededor de 34 millones de personas.

10 comentarios en «El pájaro pintado»

  1. Excelente reseña!
    Se nota que es un libro más que duro y hace tiempo que quiero leer a este autor (pero la falta de tiempo, aniquila a mi humilde lista!).
    Pensaba en toda la polémica que despertó el autor y a veces comienza a echarse tanta bronca por elegir una posición u otra y quizás esa es la forma que tiene para pararse frente a la historia que quiere contar y que, en este caso, en parte le tocó vivir. Cruel con la gente de campo o simpático con los comunistas, como sea…es su forma de volcar su punto de vista y quizás moleste porque todo lo que dice ahí es cierto. La verdad nunca agrada. No sé, pensaba en esto mientras leía esos párrafos porque siempre se juzga al autor por como cuenta las cosas cuando de eso se trata la literatura y queda a piacere del autor hacerlo.

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  2. Quizá molestó a tanta gente porque no sólo es cierto lo que cuenta, sino que además lo hace de tal forma que su historia es universal y todos podemos darnos por aludidos.
    Gracias por tu comentario, Rosario.

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  3. Parece un libro sin escrúpulos que te hace ver lo que fue y lo que sigue siendo la humanidad, o al menos parte de ella. Por lo que dices debe ser una lectura muy interesante, pero sinceramente no sé si me atrevería con ella precisamente por lo que le decías a Rose: porque es una historia universal, actual y con la que todos podemos darnos por aludidos. Y en este caso, al no ser yo víctima, me convierto en mera espectadora, en alguien que no hace nada, que es lo mismo que decir responsable… y duele ¿no?

    Me pregunto, sin ánimo de ofender a nadie, si colaborando con las asociaciones benéficas, no importa cuáles, se quita uno el peso de consciencia… Claro que, en cualquier caso, supongo que siempre es peor quedarse de brazos cruzados aún sabiendo lo que hay. No basta con ser buena persona, sino con saber ayudar a los demás. En ese sentido me siento a menudo bastante impotente…

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  4. Es una historia dura. Es muy “fácil” relatar las atrocidades cometidas por los nazis, porque ya nos hemos hecho a la idea de que ellos eran malos y nosotros no, pero cuando compruebas que el resto de las personas que se relacionan con el protagonista son igual de crueles o peor por la sencilla razón de que el chico está indefenso… entonces más que dolor sientes asco.

    Respecto a la colaboración con asociaciones, yo no me quito ningún peso de la conciencia porque no me siento culpable de las guerras o el hambre; colaboro con gente como ACNUR porque creo que hacen una labor tan buena como necesaria y cuantos más recursos tengan a su disposición, mejor. Si fuese un problema de conciencia, yo no podría solucionarlo por unos pocos euros al año; digamos que es más bien una cuestión de solidaridad, de ayudarnos unos a otros.

    Gracias por tu comentario, Jud.

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  5. Ya te digo: causa dolor, asco, vergüenza… pero es recomendable no sólo por que sea necesario darle de vez en cuando un empujón a la memoria, además está bien escrito. Gracias por tu comentario.

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  6. Es triste que nuestra tecnología haya avanzado, en ciertos individuos, pareja a nuestra crueldad. Hablando del libro y su reseña, muy bien captado y mejor explicado el sentido de ‘el pájaro pintado’. Aunque desconocía este juego, (si es que a esta practica cruel se la puede llamar juego) he sabido de gente, personas rurales y no muy profundas, que toman a un pájaro y lo empapan en alquitrán para después prenderle fuego y contemplar como alza el vuelo envuelto en llamas. Una burrada, vamos.

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  7. Esa es una de las cosas que más impresiona al lector de “El pájaro pintado”, la naturalidad con que muchos de sus personajes se entregan a la crueldad sin plantearse en ningún momento el más mínimo problema moral o ético; se diría que la crueldad es una característica intrínseca del ser humano y, por desgracia, la realidad cotidiana corrobora esta sospecha.
    Gracias por el comentario.

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  8. El pájaro pintado es uno de los mejores libros que he leido, se lo recomendaría a cualquiera Jerzy Kosinski es un genio literario, también recomiendo otra de sus obras “Desde el jardín”.
    De las reflexiones del niño “gitano” o “judío” (eran conjeturas de los aldeanos) que es protagonista en el libro “El Pájaro Pintado”, las que más me calan son cuando él se pregunta porqué razón se otorgaba tanto poder a unos sobre sus prójimos, por poseer un color determinado en su piel o en sus ojos y cuando se dormía imaginando que podía construir un artefacto que cambiara el color de piel y ojos de las personas, para poder tener una vida más agradable que la que él tenía.

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