Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina

Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina, de Liudmila Petrushévskaia

Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina

Cuentos de hadas modernos, en un mundo que no necesita de brujos malvados para ser terrible.

Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina.  Érase una vez una familia que se fue a vivir a lo más profundo del bosque sin saber de qué huían; una mujer cuyo hijo se colgó de una cuerda; un padre que buscaba desesperadamente a sus hijos, aunque en realidad no sabía si habían nacido.  Érase una vez una mujer que sentía una extraña presencia en su casa, y otra que se encontró con una amiga a la que creía muerta hace tiempo.

Érase una vez, hace mucho tiempo, un país llamado Rusia, en el que las mujeres transmitían de generación en generación, durante los largos y duros inviernos, una maravillosa tradición narrativa.

Liudmila Petrushévskaia es la heredera de esa tradición.  Ganadora por sus libros de premios tan prestigiosos como el Premio Booker ruso o el World Fantasy Award 2010, su creatividad no se limita a la literatura; es también pintora, música, periodista y guionista.

Petrushévskaia escribe cuentos “de los de toda la vida”, pero sus cuentos de hadas no son para niños, ni mucho menos.  Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina es una colección de cuentos modernos, para lectores adultos, que repasa toda la temática característica de la autora.  La colección se divide en cuatro libros, cuyos títulos –Canciones de eslavos orientales, Alegorías, Réquiems y Cuentos de hadas– son bastante explicativos de lo que vamos a encontrar dentro.

Los cuentos de Petrushévskaia se desarrollan en un universo grotesco y sórdido, lleno de pobreza, crueldad y envidia, dominado por la injusticia y la represión; un lugar en el que no nos extrañaría encontrar malvados brujos y temibles dragones; pero no, por desgracia ese mundo es aquí y ahora, perfectamente reconocible para cualquiera de nosotros, aunque sea tan oscuro, o más, como el de los cuentos de antaño.

Pero esa ominosa penumbra queda matizada en los cuentos de Petrushévskaia por la luminosidad tenue, aunque omnipresente, que irradian la ternura y la ingenuidad de la gente sencilla.  La magia de estos relatos no reside en duendes diminutos, o en los hechizos de un mago, sino en el sacrificio cotidiano de personas normales, en su fuerza de voluntad y en sus ganas de vivir.

A pesar de lo real y actual del contexto sobre el que se desarrollan, los cuentos de Liudmila Petrushévskaia se encuentran continuamente penetrados por lo onírico y lo sobrenatural; a veces nos encontramos que los muertos se comunican con los vivos a través de crípticos sueños para guiarles, otras veces puede que un desconocido te muestre tu destino a cambio de una botella de vodka.  Es la versión eslava del realismo mágico.

En Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina, sin abandonar la tradición literaria rusa, se combinan el realismo minucioso y la introspección psicológica de Chejov con la fantasía de Borges.  Una fantasía en unas ocasiones conmovedora, en otras terrorífica, pero siempre narrada con una voz familiar, habituada a contar cuentos junto a la cama, o al calor de la chimenea, mientras afuera la nieve cae implacable.

Algunos de los cuentos que forman esta colección son, simplemente, una revisión de los cuentos y leyendas de siempre, ambientados en el mundo actual.  Otros, los más fantásticos, narran viajes de ida (y a veces de vuelta) al mundo de los muertos, o conversaciones con las ánimas.  Algunos de ellos, sin embargo, podrían interpretarse en clave de alegoría o de parodia dela URSSde la posguerra o dela Rusiamoderna.  Por ello, en diversas épocas, su autora ha tenido problemas con la censura.

¿Por qué censurar los cuentos de hadas?  ¿Acaso no son la expresión más inocente de la literatura?  ¿A quién pueden molestar?  Esos relatos nos ayudan a comprender nuestros miedos y a enfrentarnos a ellos, como cuando éramos niños y temíamos que un monstruo pudiera esconderse debajo de la cama.  Entonces, nuestra madre nos contaba la historia del hijo de un molinero que derrotó a un ogro y nos dormíamos confiados.  Supongo que por eso los cuentos son tan necesarios para nosotros como peligrosos para aquellos que preferirían que nunca nos libremos del temor.

Hoy sabemos que los monstruos no existen o, mejor dicho, que sí existen, pero que no viven debajo de nuestra cama y que es imposible diferenciarlos a simple vista del resto de las personas.

Sin embargo, al crecer, confiados en encontrar las respuestas en novelas, ensayos o periódicos, nos hemos convencido de que los cuentos de hadas son cosa de niños y hemos renunciado a comprender una buena parte del mundo que les rodeaba (esa parte que escapa a la razón).  Y mientras sigamos pensando así, será difícil terminar con un ”y fueron felices y comieron perdices”.

Javier BR
javierbr@librosyliteratura.es

6 comentarios en «Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina»

  1. Qué linda reseña, que se lee común cuento tradicional, qué nivel de escritura! La verdad es que en cuanto al libro, tenía dudas hasta que llegué a estas siete palabras: “Es la versión eslava del realismo mágico”

    Y amo a García Márquez-

    Además, el título del libro es GENIAL!

    Saludos!

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  2. Sí, a mí también me atrajo el título. Además, es un libro muy interesante, aunque su estilo es muy diferente del de García Márquez; cuando lo califiqué de “realismo mágico eslavo” me refería a que coincide con el concepto del realismo mágico, en el que lo fantástico es un elemento más de la vida cotidiana, pero estilísticamente es muy eslavo.

    Gracias por tu comentario, Roberto.

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