Fiebre en las gradas

Fiebre en las gradas, de Nick Hornby

Fiebre en las gradasNacemos sin que nadie nos pregunte si nos apetece o no venir a este mundo. Cuando somos pequeños, nuestros padres eligen siempre por nosotros. Eligen nuestro nombre, nuestra ropa, nuestra guardería y nuestro colegio. Eligen también nuestra opción religiosa, bautizándonos y llevándonos a catequesis sin pedirnos siquiera nuestra opinión. Entonces… ¿qué elegimos nosotros? Probablemente muchos de nosotros lo primero que elegimos, aparte de las amistades, es nuestro equipo de fútbol. Nuestros padres, hermanos, tíos y abuelos pueden influir en nuestra decisión final, pero es una decisión tan personal que muchos la llevamos arrastrando durante décadas, para bien o para mal.

Y eso mismo le pasó a Nick Hornby cuando con once años fue con su padre a Highbury, estadio del Arsenal. Lo que en principio parecía un pasatiempo fue con los años convirtiéndose en una obsesión, y todo eso se ve reflejado en Fiebre en las gradas, donde están descritos 24 años de fútbol; 24 años de pasión, dolor, alegría y euforia.

Libros sobre fútbol se han escrito muchos en los últimos años, pero pocas veces desde el punto de vista del aficionado. Nick Hornby ofrece a sus fans una parte muy intima de su vida, la que tiene que ver con el aficionado sufridor que cada semana tiene cita obligada con el equipo de sus amores haga sol, esté nevando o llueva a mares.

En Fiebre en las gradas vamos conociendo al Nick Hornby adolescente que empieza a coleccionar los primeros golpes que su equipo le regala envueltos en derrotas muy dolorosas. Pese a contar con más penas que alegrías, el amor entre Hornby y el Arsenal se va consolidando, incluso en su etapa como estudiante en Cambridge, donde comparte su amor con el modesto Cambridge United, donde se da cuenta que el fútbol no son solo títulos, sino sentimientos.

Mientras desgrana una a una las temporadas del Arsenal (en su mayoría calamitosas…), vamos conociendo también el desarrollo del fútbol inglés, que en los 70 conoció una escalada de violencia hooligan, y que en los 80 asistió estupefacto a las tragedias de Heysel y Hillsborough, que acabaron la vida de decenas de aficionados y supuso la implantación de nuevas medidas para que el fútbol volviera a ser un espectáculo y no una trampa mortal.

Tras la tragedia de Hillsborough, el autor relata con maestría como la pasión por el fútbol lo puede todo:

“…y todo por las mismas razones que explican que el fútbol apenas haya cambiado nada en todo un siglo: porque las pasiones que desata el fútbol lo consumen todo, incluyendo el tacto y el sentido común. Si es posible presenciar un partido de fútbol y disfrutarlo sólo quince días después de que casi un centenar de personas haya muerto en otro partido, quizá sea un poco más fácil entender la cultura y las circunstancias que permiten que se produzcan esas muertes. Aparte del fútbol, no hay nada que realmente importe.”

El que nunca se ha sentido atraído por el fútbol probablemente tache a Hornby, a mí y a muchos otros como auténticos tarados. Solo el que tiene pasión por un equipo sabe las locuras que es capaz de hacer por el mismo, aunque en muchas ocasiones los damnificados sean tus amigos, familiares e incluso pareja. Y os lo digo yo, que tengo que cambiar planes y horarios de trabajo cuando el Atlético de Madrid juega la Champions League. Yo, que tengo una perra llamada India (¿adivinan por qué?), aunque también me gustaría tener un perro al que llamar Cholo. Y yo, que pese a ser aficionado del Liverpool y no gustarme nada el Arsenal, me alegraré si finalmente este año el equipo del norte de Londres gana, como todo parece indicar, un título, rompiendo una sequía de nueve años. Será el 17 de mayo, y si eso pasa no me alegraré por el Arsenal, sino por los malos momentos que habrán pasado en esa década todos sus seguidores (Hornby incluído).

Y es que Fiebre en las gradas, pese a ser una “historia de amor”, tiene también una visión bastante negativa de ese amor, como bien describe el autor en uno de sus primeros capítulos.

“Y sí, sí que estoy al tanto de la otra cara de este maravilloso recurso del que disponemos los hombres: terminamos por ser unos reprimidos, fracasamos en nuestras relaciones con las mujeres, nuestra conversación es trivial, aburrida; somos incapaces de expresar nuestras necesidades emocionales, no conseguimos relacionarnos como debiéramos ni siquiera con nuestros hijos, morimos sumidos en la soledad y en la tristeza”.

Aunque no comparto esta reflexión, comparto muchas cosas ocurridas en Fiebre en las gradas. Nick Hornby disecciona a la perfección al aficionado futbolero, por lo que todo amante de este deporte y de la literatura debería leerlo.

@malagonc cesar@librosyliteratura.es

2 comentarios en «Fiebre en las gradas»

    • Gracias por tu comentario Manuti!
      Quizá leyendo a Hornby no consigas que te guste el fútbol, pero al menos si que entiendes algunas de las locuras de los futboleros 🙂
      Saludos!

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