Flores de verano

Flores de verano, de Tamiki Hara

flores de verano

Algunos libros, además de destacar por su calidad literaria, son el testimonio, duro pero necesario, de los errores y crímenes de nuestro pasado; estos libros son doblemente imprescindibles.

En día 11 de marzo de 2011 Japón sufrió uno de los terremotos más violentos que se recuerdan, seguido por un pavoroso tsunami.  Perdieron la vida más de 15 000 personas, a las que hay que sumar unos 8 000 desaparecidos, pero lo que realmente conmocionó al mundo fueron los daños sufridos por la central nuclear de Fukushima, que con el paso de los días desembocaron en uno de los peores accidentes nucleares de la historia, con consecuencias aún imprevisibles en la salud de los japoneses.  Todavía hoy, meses después, a pesar de lo rápido que se olvidan las noticias por trágicas que sean, recordamos con aprensión aquellas jornadas angustiosas y continúa abierto en todo el mundo el debate sobre la seguridad de las centrales nucleares.

Si les recuerdo aquella catástrofe en este espacio, donde se supone que venimos a hablar de libros, es para que intentemos imaginar, si eso es posible, un acontecimiento aún más espantoso que sucedió también en Japón, pero hace ya más de sesenta y cinco años.

Durantela Segunda GuerraMundial Hiroshima era un centro industrial, naval y militar de una cierta importancia para el Imperio Japonés.  Sin embargo, mientras otras ciudades como Tokio eran arrasadas día tras día por los bombarderos B-29 americanos, Hiroshima permaneció casi intacta hasta bien entrado el verano de 1945.

Concretamente hasta el 6 de agosto, momento en el que la ciudad entera desapareció bajo una inmensa bola de fuego.  De las 255 000 personas que quedaban en la ciudad tras haber sido evacuados los niños, 70 000 se volatilizaron al instante.  Los supervivientes pensaron que se trataba de una bomba convencional, aunque mucho más potente, de modo que, ignorantes de la radiactividad, permanecieron junto a las ruinas de sus hogares.  A finales de año ya habían fallecido 140 000.  Se estima que la cifra alcanzó los 200 000 en 1950.

A la crueldad de arrojar un ataque semejante contra la población civil de un Japón que ya había planteado las condiciones de su rendición, se une la sospecha de que los aliados eligieron una ciudad llana y rodeada de montañas, donde los efectos de la bomba fueran máximos, y la preservaron casi intacta para comprobar hasta qué punto era eficaz su nuevo juguete militar y, de paso, hacer una demostración de fuerza frente a los nuevos enemigos de los defensores de la libertad:la Unión Soviética.

hiroshima

¿Se puede seguir viviendo después de algo así?  Hubo quién no sólo sobrevivió a la bomba, sino también a sus secuelas físicas y emocionales.  En Japón los llaman los hibakusha, y Tamiki Hara era uno de ellos.

Hara, perteneciente a una acomodada familia industrial de Hiroshima, ya era una persona solitaria e introvertida antes de la guerra.  Su angustia vital aparece como tema central de sus libros, tanto los de relatos como los de poesía.  La muerte de su esposa, su único vínculo con el mundo, en 1944 y su traumática experiencia con la bomba atómica no hicieron sino aumentar su dolor y deteriorar su frágil salud mental.  En 1951, tras el estallido de la guerra de Corea, la sola posibilidad de que lo ocurrido en Hiroshima pudiera volver a repetirse le llevó al suicidio.

Flores de verano es su obra más conocida.  Está formada por tres relatos que narran con un estilo frío y desnudo de retórica su experiencia personal antes, durante y después de la explosión de la bomba atómica.  Aunque sólo fuera por su valor como testimonio directo de una víctima de semejante barbarie, ya sería una obra necesaria, pero, quizá por su carácter frágil y sombrío, Tamiki Hara fue capaz de darle un tono realmente sobrecogedor.

El tomo comienza con Preludio a la aniquilación, el relato de los meses previos al 6 de agosto de 1945.  La crónica familiar de los Mori, industriales de Hiroshima, sirve para trazar un ominoso retrato del ambiente que se respiraba en la ciudad durante sus últimos días.  La vida cotidiana en una comunidad apenas tocada por los bombardeos masivos, los preparativos para una eventual evacuación, las relaciones personales en un clima de constante angustia, el terror permanente a una incursión aérea (“Qué puro había sido su miedo de entonces y qué previsible era ahora: últimamente, el terror se había convertido en una especie de rutina”) y, sobre todo, la premonición de que algo terrible está a punto de suceder, son los elementos de un relato tenso y cortante en el que todo se precipita hacia un fin trágico.

Le sigue Flores de verano, que narra el momento de la explosión de la bomba y las horas siguientes.  Uno pensaría que el sentimiento dominante en el momento posterior a la aniquilación es el horror, pero los supervivientes tienen que enfrentarse no sólo al caos de una ciudad arrasada, sino su propio caos emocional: el espanto, la desorientación, la preocupación por los desaparecidos y, como es natural, el alivio de no contarse entre las víctimas.  “La amenaza que durante tanto tiempo había pendido sobre nuestras cabezas, y cuya llegada considerábamos inminente, por fin se había materializado.  Ya no había nada más que temer.  Me sentí liberado: había sobrevivido.

Se sentían aliviados por haber sobrevivido; no habían oído hablar de la radiactividad.

El primer impulso del protagonista es escapar de las ruinas y buscar un lugar seguro, a salvo de los incendios que devoran los restos de Hiroshima; su segundo impulso es dejar constancia de lo que acaba de presenciar.

Fragmentos destrozados, titilantes,
y cenizas grises, casi níveas,
un vasto panorama,
el extraño compas de cadáveres humanos abrasados al rojo.

¿Era real todo aquello?  ¿Podía ser real?

El mundo de antaño, cercenado en un instante para dejar esta huella,
los vientres de los caballos, tumefactos,
las ruedas de los tranvías descarrilados,
el hedor de los cables eléctricos, que humean siseantes.

En su crónica, más propia de un poeta que de un historiador, junto con la visión macabra de los cadáveres deformados y calcinados o los gritos de los que sufren terribles quemaduras, Tamiki Hara acumula pequeños detalles, imágenes y sonidos aparentemente desconectados de lo que ha sucedido pero que, como contrapunto ante tanto dolor, dan la verdadera dimensión de catástrofe y dejan una impronta imborrable en la memoria.

El volumen concluye con De las ruinas.  El relato que completa el testimonio de Hara describe la penosa vida de los supervivientes en las semanas y meses posteriores al bombardeo.  La alegría de haber sobrevivido (alegría tamizada por la conciencia de lo inútil del sacrificio de tantos seres queridos) rápidamente se va transformado en una agonía resignada al cumplimiento de un destino fatal, a medida que los efectos de la radiación comienzan a hacerse evidentes.  Con una mezcla de entereza y fatalismo de la que quizá sólo son capaces los japoneses, los supervivientes se organizan en una región completamente desolada, mientras tratan de encontrar alguna pista, alguna referencia sobre familiares y amigos a los que no han vuelto a ver desde el momento de la explosión.

Sorprendentemente, en una tierra destruida y envenenada, en un lugar donde faltaba todo lo que consideramos imprescindible, resultó que la mercancía más preciada eran las historias; cualquier rumor que ayudase a encontrar a un hijo, una madre, un hermano.

Historias que, con el paso del tiempo, se convirtieron libros como Flores de verano; obras que los hibakusha nos han legado como advertencia: “si os olvidáis de lo que nos sucedió, entonces algún día os pasará a vosotros”.

¿Tiene la literatura una función histórica?  No creo que el escritor esté obligado a ser un testigo de su época pero, cuando lo hace, no hay testimonio más poderoso.  Verán, después de leer Flores de verano, he sentido la necesidad de recordar lo que sucedió en Hiroshima.  Hoy es muy fácil; entra uno en la Wikipedia y ahí está toda la información, las fechas, las cifras de fallecidos, las terribles fotos.  Toda la información a nuestro alcance.  Pero leyendo esos datos uno no siente las níveas cenizas sobre su rostro, no desespera al ver los tranvías descarrilados, no se estremece con el olor de los cables eléctricos humeantes.

Javier BR
javierbr@librosyliteratura.es

11 comentarios en «Flores de verano»

  1. Verás Javier, yo nací un 6 de Agosto y creo que eso ha marcado algunas cosas en mí, naturalmente la primera ha sido siempre la necesidad de saber sobre todo lo que pasó en Hiroshima, así pues, resulta muy interesante para mí este autor y esta novela que me presentas.

    Gracias por esta estupenda reseña tan cercana en el tiempo a ese terrible aniversario. Bueno, también a mi cumple jejejje y eso no es tan malo.

    Un abrazo!

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  2. Q buena reseña! me ha gustado mucho, y es que este libro que leí hace poco es más que recomendable, no solamente está muy bien escrito sino que es un testimonio vivo de una tragedia que no debemos olvidar. De lo mejor que he leído este año, sin duda. Bsos

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  3. Bueno, supongo que la Historia mantiene su equilibrio haciendo coincidir el aniversario de acontecimientos buenos y malos, jaja. La verdad es que lo que sucedió en Hiroshima y Nagasaki es difícilmente explicable, pero “Flores de verano” ayuda a comprender cómo se sintieron las victimas de semejante atrocidad.

    Gracias por tu comentario, Susana

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  4. Pues es un tema apasionante, al menos para mí. Me resulta complicado imaginar cómo se pudo tomar semejante decisión. En todo caso, la novela de Hara se centra en la experiencia de las víctimas. Gracias por tu comentario, Rosario, un saludo.

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  5. Es dura, Margarita, como no podía ser menos teniendo en cuenta el tema tratado, pero no es truculenta ni macabra. De hecho, tiene un cierto lirismo. Yo diría que, más que dura, es muy triste.

    Gracias por tu comentario.

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  6. Muy buena reseña! y tal vz, uno de los libros más interesantes que se reseñaron acá; quiero leerlo, aunque por ahora no puedo, ante tantos pendientes; debe ser muy fuerte leer el antes, el durante y el después de ese evento que transforma, ¿alguien lo duda? a EEUU en el país mas asesino de la historia; saludos!

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  7. Quizá yo le he dado un tinte más político a la reseña que el que el autor dió a sus relatos, que se centran en el drama humano. Curiosamente, cuando los protagonistas hablan sobre la guerra, sus críticas se dirigen a sus propios dirigentes por meterles en una guerra que no comprenden. La decisión del gobierno de los Estados Unidos de arrojar las dos bombas atómicas (más aún en el caso de la segunda) es un tema apasionante a la vez que trágico, pero no se trata en “Flores de verano”.

    Gracias por tu comentario, Roberto.

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