Harry Potter y el Cáliz de Fuego

Harry Potter y el Cáliz de Fuego, de J.K.Rowling

Harry Potter y el Cáliz de Fuego

Escribir la reseña de la cuarta parte de la saga de Harry Potter sin poder contar el final resulta desesperanzador; quienes ya leyeron este libro comprenderán de qué estoy hablando y aquellos que no lo hicieron agradecerán, tras leerlo, que no les haya desvelado nada. Es que Harry Potter y el Cáliz de Fuego tiene de todo, y todo lo que tiene es bueno…

Pero el final… pero esos últimos ocho capítulos… pero esas cien últimas páginas que me tuvieron gritando “¡Ohhh!” “¡No puede ser!” “¡J.K.Rowling es increíble!” ante la mirada entre sorprendida y divertida de mi esposa… ese final en el que nos enteramos tantas cosas como que…

¡Silencio Roberto! ¡Espera, no digas nada! ¡Tienes mucho que contar sin caer en el error de descubrir partes vitales de la trama! Respira hondo, aguanta y empieza.

Ok.

Acostumbrados a las primeras tres partes de la saga, lo primero que sorprende de Harry Potter y el Cáliz de Fuego es su comienzo, ya que en lugar de empezar en la tradicional cada de los Dursley, los insoportables y malvados tíos de Harry Potter, el inicio se centra en una casa semi abandonada y cuidada por Frank Bryce, el antiguo jardinero de la mansión de la familia Riddle, quien en medio de la noche siente ruidos y termina descubriendo, a su pesar, una conversación entre el mismísimo Lord Voldemort, el asesino de los padres de Harry Potter, y su fiel sirviente, Peter Pettigrew, de vital aparición en el libro anterior. Esta escena, que tal vez sea un sueño o no, ya deja bien claro el tono en el que se desarrollará la obra, con un marcado aspecto de terror, con el suspense de lo impredecible, con esa incertidumbre latente y siempre rondando por sectores de muerte, desolación y venganza.

Pero J.K.Rowling, como buena escritora que es, nos llena de preguntas en las primeras veinte páginas y nos muestra la golosina tentadora, para luego esconderla y jugar con nosotros durante los siguientes 37 capítulos. Prueba de ello es que Harry Potter y el Cáliz de Fuego alterna capítulos extremos con maestría y lógica: momentos extremadamente duros y que invitan a sentirse mal con fragmentos divertidos y absolutamente necesarios para oxigenar un libro que definitivamente marca la línea divisoria entre una historia para niños y otra para jóvenes y adultos.

El mundial de Quidditch y el pequeño incremento del sentimiento del amor son dos de los puntos que utiliza la autora para descontracturar los momentos duros. Al mundial de Quidditch asistimos durante la primera parte del libro (Presenciamos la final, entre Bulgaria e Irlanda) y con él gozaremos de un torneo más que similar a un Mundial de fútbol, con gradas a punto de explotar, jugadores profesionales de marcado nivel y escenarios de ensueño. Iremos descubriendo que el mundo de la magia es aún más amplio y que no se termina tras las paredes de Hogwarts, la escuela de magia a la que asiste Potter, pero también, por supuesto, se irán presentando diversas escenas sospechosas, momentos incompletos, pequeñas dudas sin resolver que irán entre todas conformando ese laberinto fantástico que los últimos ocho capítulos se encargarán de aclarar, cuando nos damos cuenta que…

¿Adónde vas, Roberto? ¡Que no puedes contar el final! Sigue, ibas bien.

El amor, como dijimos, es otro de los temas que se hace presente, aunque tengo que admitir que a menor escala del que esperaba teniendo en cuenta que ya en la tercera parte esa presentación se había realizado; imaginé que en este libro se ampliaría definitivamente la relación (o no relación) entre Harry Potter y Cho Chang, pero la verdad es que no avanzó demasiado, sino que tan solo hubo algunos acercamientos; no obstante, y como dice la canción, el amor está en todas partes y promete dar mucho de sí en esta saga, ya que en Harry Potter y el Cáliz de Fuego nos encontramos con historias que prometen tener futuro, como las ocurridas entre Hagrid y Madame Maxime, Hermione y Viktor Krum y, por supuesto, esas hermosas, sutiles y sorprendentes escenas de celos entre Hermione y Ron.

¿Madame Maxime, Viktor Krum? ¿Y estos personajes de dónde salieron?
Claro, claro, es que esta reseña lleva una página y media y aun no llegamos ni a entrar a la escuela. A veces lo difícil de un libro es poder rescatar algo y llenar con él una página en blanco: con la saga de Harry Potter pasa todo lo contrario, ya que resulta imposible abarcar todo su mundo en pocas líneas.

Los personajes de esta cuarta parte son en gran medida integrantes de la Academia Beauxbatons y del Instituto Durmstrang, además de los representantes de las principales instituciones de Magia y los tradicionales pero también nuevos profesores. Todos ellos se hacen presente en Hogwarts para participar de un evento de primer nivel: El torneo de los Tres Magos, una competencia tradicional entre escuelas que no se llevaba a cabo desde hacía mucho tiempo. Nos encontramos así con Viktor Krum, Fleur Delacour y Cedric Diggory (alumnos), Alastor “Ojoloco” Moody (Nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras), Rita Skeeter (Una periodista muy mentirosa, deliciosa crítica de J.K.Rowling a la prensa amarilla de Inglaterra), Bartemius Crouch (Director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional) Igor Karkarov (director del instituto Durmstrang, con un “hermoso” pasado) y Madame Maxime, una semigigante a la que le cuesta admitir su condición. Este abanico de personajes, tan profundos que de cada uno de ellos se podría escribir un libro, demuestran a la vez la evolución de la autora, ya que a diferencia de los personajes de los primeros libros, que resultaban lineales, éstos cambian, evolucionan y modifican su manera de ser y sus actitudes, lo que los hace más interesantes, menos predecibles y como consecuencia, más humanos.

De cara al Torneo de los Tres Magos, se deben seleccionar los representantes de cada escuela; para ello se recurre al elemento que forma parte del título del libro: el Cáliz de Fuego; lo curioso ocurre cuando en lugar de elegir a tres alumnos… selecciona a cuatro; y sí, como lo ven venir, el cuarto resulta ser Harry Potter ¿Causalidad? ¿Error? ¿Destino? Todo un mundo de especulaciones se abre en torno a la elección, sobre todo teniendo en cuenta que Harry Potter no posee la edad mínima para participar.

Entramos así en una etapa del libro que, por momentos, resulta un poco lenta; si bien las tres pruebas que tienen que superar los “campeones” de cada escuela resultan divertidas y trepidantes, las descripciones se alargan, para mí, demasiado; como lector, uno desea saber qué le ocurrirá a Potter durante su turno, lo que hace que las decenas de páginas dedicadas a la suerte de los otros participantes resulten excesivas; la autora intenta corregir este punto haciendo que la segunda y tercera prueba sean conjuntas, pero a esa altura del libro uno tiene tantos enigmas abiertos y tanta tensión acumulada con temas de verdad importantes que el Torneo de los Tres Magos, que aparece como columna vertebral de la trama, termina resultando paradójicamente lo menos importante. Es como prestarle atención a un Mundial de fútbol mientras fuera del estadio se está viviendo una Dictadura. Me parece que en este punto es cuando se ve bien definido el paso de la novela infantil a una novela más compleja.

Por otra parte, cabe destacar que Sirius Black, figura clave del tercer libro y padrino de Harry Potter, vive prácticamente exiliado durante la cuarta parte de la saga, sin embargo siempre estará cuidando de su ahijado, al igual que el director de la escuela, Dumbledore, que una vez más será parte de capítulos realmente esclarecedores, siempre a través de su voz lúcida, relajada y llena de experiencia; los diálogos entre Harry Potter y Dumbledore son dignos de disfrutar y la autora los aprovecha sabiamente para dejar caer consejos morales que permanecen más allá de la lectura.

Tantos cuidados, sin embargo, no pueden evitar un nuevo encuentro entre Harry Potter y Lord Voldemort, o lo que es lo mismo, entre el bien y el mal; es que pese a que los buenos aconsejan y vigilan a Harry Potter, el mal es inteligente y avispado y logra de una forma sorprendente y realmente inesperada para el lector, encontrar la manera de atrapar al ya no tan pequeño mago y volver a tenerlo cara a cara.

Pero todo esto pertenece ya a la parte final del libro, esa que me muero de ganas de contarles, pero que opto por callar, por el bien de las aventuras.

La adaptación cinematográfica de Harry Potter y el Cáliz de Fuego ya está en el DVD para ser vista: solo después estaré en condiciones de seguir este hermoso viaje, o sea para adentrarme en Harry Potter y la Orden del Fénix.

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