Ismene

Ismene, de Yannis Ritsos

Aunque no estemos muy familiarizados con la mitología griega, a todos nos suenan los nombres de sus actores principales. Apolo, Zeus, Eros, Poseidón, Atenas, Afrodita, Aquiles o Edipo son nombres que todos hemos oído en alguna ocasión, sea en una película con Brad Pitt, en el teatro al aire libre de Mérida o en una serie de dibujos animados. Naturalmente la cosa ya cambia cuando se trata de los actores secundarios, y ante los nombres de Alcestis, Orestes, Alcmena, Ifigenia o Belerofonte, todos los que no conozcamos bien la mitología nos encogeremos de hombros o esbozaremos una expresión de estar muy concentrados unos segundos, para al final decir “me rindo”.

Lo mismo nos sucederá con el nombre de Ismene, personaje principal de una de las historias más trágicas del Olimpo, pero la verdad es que a mí (y sospecho que no soy el único) ni siquiera me sonaba el nombre de Yannis Ritsos, el autor de este extraordinario libro. Y la única explicación que se me ocurre para que un autor, y juzgando por esta obra, de tanta calidad sea tan poco conocido es que se trata de… un poeta griego contemporáneo. ¡Acabáramos!

Quieeetos paraos. Si pensáis que podéis desechar de entrada este libro porque os conocéis muy bien y sabéis que a vosotros los sonetos y las rimas ni fu ni fa, quiero dejar claro que este poema de Ritsos se lee como una auténtica novela, y una de las más evocadoras, hermosas y profundas que he leído en mucho tiempo.

La historia empieza de esta guisa:

Un joven oficial de la guardia había solicitado ser recibido por la Señora de la casa. Su padre había trabajado desde niño en sus tierras y se había vuelto como de la familia. Ahora, ya viejo y enfermo, envía a su hijo con una cesta de fruta y una maceta de albahaca, para que transmita sus respetos y se despida de su parte de la última descendiente de la enorme familia exterminada. La audiencia le fue concedida. El joven oficial, con un ceñido uniforme, robusto…

En sus obras, Ritsos se acerca a las leyendas clásicas desde la perspectiva del siglo XX. Es evidente, por el fragmento citado, que no nos encontramos en el Olimpo, ni siquiera en sus alrededores. Ismene, que en la mitología es la hija y hermana de Edipo, es ahora esta Señora de la casa, una señora de alta alcurnia que, quizá por la guerra, quizá por la desgracias familiares, ha perdido toda su gloria, ha visto a su familia “exterminada”, y se refugia ahora en lo único que le queda, una mansión plagada de recuerdos.

Y en esos recuerdos, en forma de bellísimo monólogo, consiste Ismene. Ecos de la tragedia clásica se mezclan con los recuerdos de la señora, en una época sin identificar, pero que parece ser la primera mitad del siglo XX.  Así, nos encontramos con Hemón, Creonte o Eurídice, dando paseos en calesa y recorriendo un jardín, más arriba del cual “repiqueteaban las imprentas, las máquinas de escribir”, mientras “por aquel entonces mi padre se sacó los ojos”.

No es necesario estar familiarizado con la historia de la Ismene mitológica para disfrutar de esta obra. Incluso me atrevería a decir que es preferible no estarlo. Y no porque nos vaya a sorprender o a dejar de sorprender más o menos el argumento, sino porque el libro es tan hermoso, de una belleza tan trágica, que cualquier expectativa que podamos tener está de más. En definitiva, una hermosísima historia sobre el paso del tiempo, los recuerdos, el deseo, lo que pudo haber sido y no fue, el destino…

Acantilado ha publicado otras cinco obras de Ritsos, y por Zeus que las tengo que leer, o me arranco los ojos.

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