Jagannath

Jagannath, de Karin Tidbeck

jagannathLos pasos que se siguen a la hora de empezar una lectura son inexplicables. De repente, como por el juego de un azar exquisito, un libro aparece de improviso y se convierte en todo aquello que habías buscado. Son pocos, se cuentan con los dedos de una mano, pero cuando hacen acto de presencia sólo te queda arrodillarte, rendirles pleitesía, y continuar el viaje que has comenzado con él como si fuera lo último que fueras a hacer en tu vida. Jagannath, para todos aquellos que me leen ahora mismo, no es un libro cualquiera, porque si lo fuera yo no hubiera empezado a hablar de él de esta manera. Lo que tengo entre manos es un gran Zeus, sentado en el Olimpo (de los relatos, en este caso) que rayo en mano dispone las piezas en el tablero de la humanidad para jugar con los que viven en él. Y es que, como si fueran pequeños cuentas formando un collar de perlas, de aquí no saldremos indemnes, nos convertiremos en otros muy distintos, cada vez que un punto y final aparezca diciéndonos que ya hemos terminado, que empieza otro nuevo cuento, otro nuevo relato, que nos deparará quizás un nuevo universo. Son las consecuencias de leer pequeñas obras maestras, que aparecen de la nada, que aparecen por arte de editoriales como Nevsky que continúan con la andadura de unir a lectores y libros, en una suerte de hermandad que pocas veces tiene tanto éxito. Me pregunto cómo se llega, cuál es el camino que nos lleva a tropezar con libros que nos cambian por dentro, porque todo eso implica que, siendo distintos, podremos ser mucho mejores. Como lo es este libro que no me saco de la cabeza.

 

El concepto de ciencia ficción parece devaluado hoy en día. Y lo digo por conversaciones que mantengo por aquí y por allá con gente que no acaba de encontrarle el gusto al género, váyase usted a saber por qué. Son muchas las veces que parecen desecharse historias que, con todos los visos de ser casi perfectas, no aparecen por no haberles dado una oportunidad para madurar. Si no hubiera existido algo como este libro en la mente de Karin Tidbeck, tendríamos que haberlo inventado porque es imposible poder vivir sin una lectura como ésta. Enamorado del relato como soy, las pequeñas pisadas por la realidad en las que se convierte cada uno de los trece que aquí aparecen, suponen una de esas joyas de la corona que uno abraza y no suelta, que provocan el suspiro mayor tras acabarlos, que introducen la pena cuando se han terminado, y que inocula el deseo en el cuerpo de encontrar, dentro de poco, mucho más de la autora que este Jagannath porque eso significará que podré disfrutar, a lo grande, de la lectura y de mi propia interpretación de lo leído. Siempre digo que lo leído y lo sentido es algo importante para mí. En este caso, cuando uno abre este libro sabe que se encontrará con algo especial, no porque yo lo diga, sino porque es evidente, es una de esas verdades absolutas que es imposible contradecir.

Suelo no hacer un análisis de cada uno de los relatos porque me parece quitarles, en cierta forma, la esencia que se encuentra en su interior. En este caso, hablaré de Beatrice, quizá la mejor historia de amor mecánico que me he encontrado en mucho tiempo, de Cartas a Ove Lindström que es un relato tan directo, tan real, tan fuera de serie, que aún sigo temblando después de haberlo leído. Podría hablar también de ¿Quién es Arvid Pekon?, como uno de esos relatos que yo no me había encontrado nunca, por su originalidad y todo lo que lleva en su interior de reflexión, o incluso podría hablar de Mermelada de mora ártica como una suerte de amor a primera vista, que tras el punto y final se convierte en uno de mis favoritos. Seguiría, mantendría conversaciones conmigo mismo y con todos vosotros hasta la extenuación, hasta que mi saliva dejara de producirse o mis dedos empezaran a dolerme, pero creo que se me ha entendido cuando digo que Jagannath es la sorpresa, es ese rumbo que todo barco debiera seguir en una noche de tormenta, es esa luz detrás de un túnel que no lleva a la muerte sino a más vida, y es una autora, Karin Tidbeck que revienta nuestras lecturas con algo que es muy difícil de superar. Las palabras bien dichas, bien establecidas, bien convertidas en relatos que fluctúan entre lo oscuro y la luz más cegadora. Eso es lo que uno se puede encontrar aquí. Un lugar, un espacio, un tiempo, que convierte la lectura en un placer, en un continuo ir y venir de sensaciones, de deseos, de pensamientos, que vuelven del revés todo aquello que pensábamos que era la labor de escribir. Una suerte, eso es lo que he tenido yo. Ahora, os toca a todos vosotros.

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