Joker

Joker, de Brian Azzarello y Lee Bermejo

jokerSi yo viviera en Gotham y tuviera que decidir con quien casarme y embarcarme, lo haría con Joker. Llamadme loco, pero el villano por excelencia del caballero oscuro, de Batman para más señas, ejerce sobre mí, en cada nueva historia que se acerca a su psicología, una atracción que linda con la obsesión más absoluta. Disfruto del personaje, le rindo pleitesía a pesar de que sus actos vayan encaminados a sembrar el terror y cada vez que un nuevo cómic hace acto de presencia, yo caigo rendido a sus pies y venero el suelo sucio y lleno de mierda por el que sus botas y su risa diabólica pasa. Por eso, si yo viviera en Gotham, tendría como maestro a Joker sin dudarlo, aun sabiendo que voy a acabar, muy probablemente, con un tiro en la cabeza o más loco de lo que ya estaba por tomar esa decisión de unirme a su séquito de pobres hombres. Puede parecer obvio decirlo después de este monólogo que me he marcado yo solito, pero los personajes que son el reverso de los héroes ejercen siempre una admiración o animadversión que mucho tiene que ver con nosotros mismos. Por tanto, ¿seremos nosotros Joker o cualquier otro villano? ¿por qué el payaso que ríe y mata nos produce tanta obsesión? ¿es un trastorno nuestro o es una simple consecuencia lógica? No lo sé. Lo único que tengo claro es que yo he caído ya bajo el influjo, sin drogas que me hayan hecho perder la razón de por medio, de un personaje sádico y estrambótico que no vive en la realidad sino en el más puro de los infiernos. Pues bien, yo, me quemo con él.

 

Que Lee Bermejo ha nacido destinado a ser una de las bazas importantes a la hora de dibujar las historias que suceden en el nuevo universo DC y, más concretamente, las historias en las que aparece Joker, es algo que sólo con ver esta portada ya se intuye. Observen esos ojos, los dientes tras la sonrisa macabra, obsérvenlo todo y después disfruten. El guión que ha creado para nosotros Brian Azzarello es, con diferencia, uno de los mejores que hemos visto en los últimos tiempos, con unos toques noir y de película de acción propio de las mejores novelas, con una visión del personaje que tantas emociones genera que ahonda mucho más en su cerebro y en los motivos que le hacen comportarse de la manera en que lo hace, y lo más importante (o al menos para mí lo es), una historia en la que el protagonista es él, no Batman, porque el murciélago aparece solamente en un par de páginas, nada más, como una especie de cameo donde la estrella protagonista es el delincuente, el asesino, el desquiciado, payaso que en nuestras pesadillas ríe mientras se acerca para dibujarnos una sonrisa con su cuchillo. Y es que, ¿qué sucedería si Joker saliera del manicomio donde estaba recluido porque consideran que ya está curado? Lo que tiene que suceder: que la bomba estalla y todo se va al traste. Una ciudad, un villano y todas las calles para campar a sus anchas y convertir el terror en un estado general.

Pero hablar de este cómic es hacerlo de Lee Bermejo, la gran estrella, el que imagina las viñetas y las convierte en realidad, el que dibuja y estremece, con un trazo que cambia en cada página y que nos advierte desde el principio que aquí no hay censura que valga, que en una historia donde el protagonista es Joker es imposible andarse con tonterías, con remilgos. Esa es la gran potencia de esta historia. Su dibujo. Y, por supuesto, también su argumento, que nos presenta los trazos de la personalidad de nuestro protagonista a través de los ojos de uno de sus secuaces, de un hombre que lo ha perdido todo y decide juntarse con el payaso porque su vida ya es una mierda, y él quiere ser alguien, ser recordado, estar ahí. Y lo está, en cada una de las secuencias, dibujando para nosotros la personalidad de un Joker que quiere lo que es suyo, que busca venganza, a cualquier precio, caiga quien caiga, repartiendo las cartas marcadas desde el principio en la partida de poker más larga de la historia. Recordad lo que os digo: sus zapatos, esos que pisan las calles, podréis olerlos, sentirlos, y después os veréis abducidos por la grandeza de un hombre que se volvió loco, que se convirtió por derecho propio en el enemigo número uno de Batman, y que no le importa morir siempre que sea matando, haciendo caer a las personas que un buen día le rindieron pleitesía y que ahora le han dado la espalda. Porque las bombas pocas veces no estallan cuando se les da la libertad. Y esta bomba, este asesino con cara de payaso, ha venido para quedarse una vez más con nosotros y para deleitarnos, de nuevo, con la sangre que correrá por Gotham y por la que nosotros seremos testigos de una guerra que ha de durar lo mismo que la locura: siempre.

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