Juana La Maliciosa

Juana La Maliciosa, de David Bowman

Juana La Maliciosa

Hay algo que me aterra más que la idea de tener bien claro que nunca podré leer todos los libros del mundo, y es la certeza de saber que entre todos esos libros habrá joyas literarias que nunca conoceré. O peor, aún, que se pensarán, se crearán, se editarán, se ofrecerán al mundo y sin embargo, pese a ser tan buenos como los libros famosos que todos podemos mencionar, jamás saltaran a la fama, nunca recibirán el reconocimiento que su calidad merece y morirán en la densa soledad de los estantes no visitados.

¿Cuántos tesoros literarios ya escritos permanecerán en la sombra de nuestro conocimiento y morirán sin que podamos disfrutar de su luz? ¿Existe acaso un tipo de injusticia mayor que ésta, al menos para los amantes de la Literatura?

Sería muy triste para los lectores del mundo, para los amantes de los libros de calidad y para el respeto a las buenas formas de escritura, que Juana La Maliciosa, primera novela de un autor no famoso como David Bowman, cayera en el olvido. Porque estamos ante una novela de esas que uno piensa “si la hubiera escrito Vargas Llosa vendería millones, pero la escribió Juan Pérez, el de la esquina”

Al menos para mí, Juana La Maliciosa es la mejor novela novel que leí en el año.

David Bowman, autor-personaje de la novela, se encontraba de vacaciones en Ibiza cuando un pesado catalán se sentó a su lado, y sin pedirle permiso, se puso a narrarle una historia. La historia que le cuenta (que nos cuenta) gira en torno a Juana, una hermosa joven de 17 años que a medida que crece en edad también lo hace en belleza física, personalidad, libertad, y por qué no, locura, esa misma locura (o amor, que tal vez sean lo mismo) que generó en Jaume, ese fantástico personaje apodado El Gran Tagomago que es el encargado de contarnos la historia de lo que le generó haber vivido con ella durante siete años.

Escrita de un tirón, sin capítulos, la novela narra este contar, que dura más de doce horas y que comienza en una terraza de un bar, aunque desde ese lugar nos hará volar hacia diferentes destinos gracias a la excelente forma de narrar del catalán (o a la excelente pluma del autor, se entiende)

Resulta destacable el ritmo de la novela, que a cada página se vuelve más interesante, atrapante, sin decaer nunca ni tornarse aburrida, sin encontrarse jamás con una meseta, sino logrando que frase a frase escalemos y escalemos más, sumergiéndonos en el libro y llevándonos a que nos olvidemos de todo lo que nos rodea. Porque a medida que avanzamos en la lectura nos damos cuenta que primero queremos hacerlo para conocer el final de la misma, pero luego nos ocurre (o al menos me ocurrió a mí) que empezamos a darnos cuenta que, como dice una canción, lo importante no es llegar, lo importante es el camino. Esa cuestión también se la pregunta David Bowman, el escucha, quien de pasar a querer saber si la tal Juana existe de verdad o es un alter ego del catalán, pasa a darse cuenta que en realidad no importa. Que si uno lo cree, existe.

Llena de escenas de alto voltaje erótico (¿Queda mal si digo que el libro llegó a excitarme?) Juana La Maliciosa es, sin embargo, mucho más que eso y clasificarla como novela erótica sería incompleto, porque es, a mi modo de ver (o de leer) un excelente análisis psicológico de las personalidades de los personajes que la componen, una crítica despiadada a la impunidad de los poderosos y una forma de entender (aunque quizás no justificar) los caminos a los que nos llevan las innumerables y constantes decisiones que tomamos segundo a segundo. ¿Llegó Juana a ser quien fue -o es- como consecuencia de los traumas infantiles que debió superar, por decisión propia o por ambas cuestiones? Como notarán, no les estoy contando demasiado de la trama, pero es que no quiero arruinar la magia que les generará el leer esta novela sin “trailers”

Otro punto importante a remarcar es la magnífica construcción de los personajes que componen la novela, los cuales resultan absolutamente reales (con sus miserias y virtudes) y que permanecen en la mente del lector mucho tiempo después de cerrar el libro; y no es solo El Gran Tagomago (un hombre de vida, hedonista, soberbio, egocéntrico, pero que se muestra fuerte aún en su debilidad) sino la fabulosa Juana, con una libertad tan plena que genera en el lector una ganas vergonzantes de imitarla, La insoportable Tía Edurne (¡Todos tenemos un pariente como ella!) o el extremo, alocado y peligroso Adrián, entre otros.

Juana La Maliciosa nos habla de la futilidad de la vida, de la importancia de nada y de la experiencia que llega cuando ya no nos sirve. En el medio pasan Ibiza, Jordania, Petra, españoles y hasta algunos argentinos, que siempre están por el mundo… todo matizado con humor, sexo, seducción y mucha intriga.

Y cuando nos queremos dar cuenta, la derecha del libro es más delgada que la izquierda y nos da pena que el final se acerque, lo que al mismo tiempo es la mejor demostración de que lo que hemos leído es bueno, pero bueno de verdad.

Roberto Maydana

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