Juvenilia

Juvenilia, de Miguel Cané

juveniliaDejando de lado las despedidas humanas, lo más difícil de mudarse de Buenos Aires a Galicia fue abandonar mi biblioteca. O mejor dicho, tener que armar una lista de los libros prescindibles e imprescindibles y en base a eso hacer las maletas y partir. La mitad de mis 300 libros se quedaron al cuidado de mis padres, a los que les di, cual si de niños se tratase, los mejores consejos para que los cuidaran. El resto de obras se vino conmigo, con la consiguiente cara de sorpresa de la chica de la aduana, que esperaba ropa y se encontró con una sucursal de librería dentro de mi equipaje. Atento a los detalles, y sabiendo que aterrizaría en Oporto, estuve atento a que los libros de José Saramago quedaran en la parte superior. Funcionó y me gané sus sonrisas. Pasaron tres años y al fin pude volver a mi Buenos Aires querido, en donde lo primero que hice, tras los emotivos saludos, fue ir a mi habitación y volver a ver y oler mi biblioteca. Allí estaban todos esos libros que recordaba y también aquellos a los que había olvidado. Fui con muy poca ropa, y me volví con todos los libros que pude traer, unos cincuenta, entre los que figura Juvenilia, de Miguel Cané, que reseño hoy, y que también habla de reencuentros y recuerdos melancólicos.

Miguel Cané, que además fue docente, abogado y político -llegó a ser Alcalde de la ciudad de Buenos Aires- es reconocido sobre todo como uno de los mayores representantes de la llamada “Generación de 1880” de la literatura argentina. En Juvenilia, publicada en 1884 y que se convirtió en todo un clásico, recuerda su paso como alumno del Colegio Nacional de Buenos Aires, el más prestigioso del país. La forma en que recuerda su pasado es tal que impedirá al que comience a leer este libro abandonarlo hasta ver al joven Miguel Cané con 18 años y terminando sus estudios, o lo que es lo mismo, hasta el final de sus páginas.

Contado en primera persona y desde un futuro que lo encuentra mayor y maduro, Miguel Cané echa la vista atrás y comienza recordando lo difícil de su infancia, ya que no a todos nos pasó tener que ingresar al colegio apenas tres meses después de la muerte de tu padre. Y a Miguel Cané no solo le ocurrió eso, sino que tuvo que soportar el calvario y la crueldad de aquellas épocas, en las que ser nuevo en cualquier lugar significaba tener que pagar “derecho de piso” ante los “viejos”. La soledad, la falta de amigos y lo estricto de la Institución, que no admitía ni excepciones ni concesiones, le hicieron vivir penosos momentos que quedaron marcados para siempre en su memoria.

Sin embargo no estamos ante un libro triste, ya que en Juvenilia, Cané dedica mucho espacio a futuros momentos en los que, ya afianzado y con un grupo de amigos, el vértigo de romper la ley interna aparecía como la mayor de las aventuras, asegurando a los lectores, gracias a la exquisita pluma de Cané, fragmentos muy divertidos y al mismo tiempo emotivos.

Mientras tanto, yendo del pasado al presente, el autor va recordando qué fue de cada uno de sus amigos, algunos de los cuales se perdieron en la mala vida o, lo que tal vez sea lo mismo, llegaron a altos cargos de funcionarios públicos.

Al mismo tiempo, el autor recuerda con mucho amor, ese que sentimos los que visitamos este blog, aquellos libros que leyó en su infancia, llevándonos por un viaje interesante que nos dejará con muchos títulos que esperarán ser leídos en un futuro próximo.

Me llamó poderosamente la atención un punto, que al mismo tiempo me sirvió para ratificar la importancia de la lectura como elemento de aprendizaje de los tiempos pasados, y que tiene que ver con el trato de los profesores a los alumnos. Cané cuenta de forma natural la facilidad de los profesores para golpear a los alumnos si estos cometían algún error o si faltaban el respeto. Y es más, Cané llega por momentos hasta a justificar ese accionar, aunque, hay que decirlo, también deja en claro que era una práctica cada vez menos aceptada. No obstante, al referirse a Amadeo Jacques, un respetable político francés que fue director del Colegio, quien también tenía la tendencia de golpear alumnos, no se sonroja en aclarar que “entre todos los profesores fue él el único al que admitíamos que usara hacia nosotros gestos demasiado expresivos” ¡Cómo cambiaron los tiempos!

Ya terminando el libro, Juvenilia llega a un pasado más cercano, en el que Miguel Cané, ya toda una figura importante, regresa al Colegio Nacional, pero ahora como profesor examinador, y juntos disfrutaremos de su regreso, porque gracias a su capacidad para escribir sentiremos que su pasado fue el nuestro y nuestro cuerpo no podrá no sentir los nervios del represo al pasado, y por supuesto, toda la melancolía que produce el volver.

1 comentario en «Juvenilia»

  1. Me ha gustado leerte, Roberto. Nunca había pensado en el tema de la separación de alguien que cambia de continente de sus libros… Seleccionar qué me llevo, realmente complicado…

    Hay quien dice que hoy con los libros electrónicos no pasaría eso. Yo creo que es cierto pero tambien triste.

    Un besico y feliz verano!

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