Kaspar Hauser, de Paul Johann Anselm von Feuerbach

Kaspar HauserEl mito del hombre salvaje ha interesado al ser humano desde la antigüedad, seguramente desde el mismo momento en el que comenzó a convivir en sociedad. La curiosidad por cómo seríamos si no estuviésemos influidos por todas las costumbres y las reglas que nos vienen preestablecidas desde nuestro nacimiento es lógica y, si bien en la cultura tiene su máximo exponente en Tarzán, no son pocas las obras que han tratado el tema a lo largo de la historia. Sin ir más lejos, la decepcionante película de terror Mama o la más recomendable novela La niña que amaba las cerillas son dos ejemplos recientes que exploran esa idea.

Kaspar Hauser, editado en castellano por Pepitas de calabaza, nos acerca a este fenómeno a partir de un extraño suceso que ocurrió en la ciudad de Núremberg el 26 de mayo de 1828. Aquel día apareció un muchacho joven cuyos rasgos y, sobre todo, cuya manera de comportarse pronto delataron que no había sido criado en sociedad. El chico adquirió popularidad rápidamente, tanto en el país como a nivel internacional, y fueron muchos los interesados en educarle y en estudiarle. Entre ellos se encontraba Paul Johann Anselm von Feuerbach, un célebre jurista alemán que acudió a la ciudad un mes más tarde de su aparición y que elaboró esta detallada crónica de su vida.

Estamos ante un gran reportaje en profundidad, en el que los esfuerzos del autor por contrastar todos los datos a su alcance y por dar la mayor cantidad de detalles posible son palpables; de hecho, en muchos casos las anotaciones a pie de página con información complementaria tienen más extensión que el propio relato del autor. Este detallismo también se extiende a las descripciones, tanto físicas como psicológicas, que se aportan de Kaspar cada poco tiempo para ir dando cuenta de su evolución. Feuerbach hace una disección tan minuciosa del joven que en ocasiones llega a abrumar, pero que sin duda es lo más interesante del libro, ya que en su progresiva ‘humanización’ y en lo que ello conlleva es donde reside la gran aportación de este trabajo. Es un estudio psicológico del más alto nivel, narrado con un lenguaje asequible pero preciso y rico en matices.

La inocencia pura y sin cortar de Kaspar, su ignorancia —en el sentido más limpio del término— de todo tipo de protocolos y de formas de actuar preestablecidas hace que muchas de sus actuaciones sorprendan aún hoy en día. Y es que, con todos nuestros hábitos, nuestros refinamientos, nuestros límites, nuestras concepciones acerca de lo políticamente correcto…es imposible no sentir cierta admiración por un ser que se mueve únicamente por sus instintos, al no haber sido todavía contaminado por la socialización. Así enternece leer la empatía del chico por todo lo que le rodea, independientemente de si es una persona, un animal o un mero objeto; da igual lo avanzados que vayamos en el texto, las ocurrencias de Kaspar no dejan de producir un sentimiento entre la sorpresa y la ternura.

Al texto de Feuerbach le acompañan otros escritos, como un informe pericial de un doctor que le trató durante los primeros meses o el relato de su muerte, tras ser acuchillado por un desconocido. Estos caen en muchos casos en la reiteración de lo ya contado por el autor, por lo que en mi opinión tienen un interés mucho menor, aunque incluyen algún que otro detalle interesante para completar nuestra imagen de Kaspar. Quizá lo más interesante es el fragmento autobiográfico del chico, en el que narra su cautiverio, así como la reflexión final que Julio Monteverde hace en el epílogo de esta edición.

Para crear un libro decente suele hacer falta contar bien con una historia llamativa, bien con un gran narrador. Por regla general, con disponer de uno de estos ingredientes es más que suficiente para ofrecer una lectura interesante a un amplio número de lectores. Por eso, cuando te encuentras con una obra como Kaspar Hauser, en el que tanto la historia como la forma de contarla por parte de su autor son sencillamente sobresalientes, solo queda recomendarla abiertamente y guardarla en un lugar visible, para poder volver a ella en futuras ocasiones.

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