La buena letra

La buena letra, de Rafael Chirbes

La buena letra

Si os gusta la buena literatura, os gustará Rafael Chirbes. Cierto que ésta es una afirmación un tanto ambigua (¿qué es la buena literatura?), pero no creo que haya mejor manera de animaros -de obligaros, si pudiera- a leer a este escritor. Y es que Leo Mares ya nos lo decía hace unos meses en su semblanza: no hay motivo lógico para que Chirbes no sea tan leído como Javier Marías o Juan Marsé. Afortunadamente este escritor valenciano es cada vez más leído; poco a poco y sin armar mucho escándalo se va haciendo un hueco entre las estanterías de las librerías y las nuestras propias. Yo no puedo sino alegrarme por él y, por supuesto, por esos lectores en auge, afortunados por haber dado con el que ya es para mí uno de los mejores descubrimientos literarios.

La buena letra llegó a mí sin apenas yo quererlo. Lo descubrí por casualidad y con sorpresa buceando entre los pocos libros en español de una librería de París. Allí estaba: un librito pequeño, fino, gris, que pasa desapercibido y que, sin embargo, de repente se encontraba entre mis manos. En seguida recordé la ya mencionada semblanza de Leo y la recomendación que nos hacía del escritor. Leer allí mismo las primeras líneas me convencieron del todo. De hecho tanto que esa misma noche tuve que empezarlo.

Hacía muchísimo tiempo que no me encontraba con un libro así. Me sedujo, como ya digo, desde el principio. La historia, la protagonista pero sobre todo Chirbes. Él, con su escritura y su estilo sumamente cuidado a la vez que cercano y perfecto. Tiene una manera especial y única de dar vida a lo que narra, de hacernos sentir la historia en la piel, como algo que sabemos que no fue pero que realmente pudo ser. Sabe sin duda hacernos llegar el mensaje, y no sólo eso, sino que lo hace de la mejor manera posible.

Ana es la protagonista de La buena letra. Es también ella quien cuenta la historia, la suya y la de su familia más cercana. Y se la cuenta a su hijo con el objetivo de hacerle entender todo por lo que tuvieron que pasar. Y es que su vida estuvo siempre condicionada primero por la Guerra civil y después por la posguerra. Sin embargo, aunque este período tan oscuro de España está muy presente en la novela, lo cierto es que al final esto resulta más bien secundario: el testimonio de Ana lo ocupa todo. Son ella y sus prójimos los que nos interesan, y el cómo sobrellevan cada desgracia y las pocas alegrías que la vida les ofrece. El contexto histórico no es más que eso, el contexto. Lo que cautiva es todos y cada uno de los personajes, tan bien retratados, que nos alentan a seguir leyendo con premura para saber más de ellos, para conocer su visión particular de todo lo que les rodea y su propia experiencia.

Ésta es una novela triste y alegre al mismo tiempo. La historia de una familia que bien podría ser la nuestra, años atrás. Y como miembros de esta familia ponemos todo de nuestra parte, igual que los protagonistas, para ver lo mejor de cada situación y de conformarnos con bien poco, aún percibiendo claramente el manto del drama que lo cubre todo. “A tu hermana y a mí nos salvaba el cine de los domingos. Llorábamos con lo que les pasaba a los artistas del cine, y así no teníamos que llorar en casa”.

Como decía antes, bastan unas pocas líneas para enganchare a este libro y para saber, también, que irremediablemente nos gustará. Es además de esos libros que no puedes soltar, que cuando no estás leyendo piensas igualmente en él. Te levantas por las mañanas no queriendo hacer otra cosa que cogerlo y leer, tal es la adicción. Y no sólo eso: cuando lo acabas la sensación de admiración hacia Rafael Chirbes es enorme. Dan ganas de abrazar la novela junto a ti. Como un tesoro, pero de papel.

“De vuelta a casa, […] en la cama, me besaba y me decía: «Y si juntáramos un poco de dinero y yo te llevase a París?, ¿te gustaría?» Yo me echaba a reír y le decía que para qué París, si estábamos bien en casa y, «además», le decía yo, «¿te imaginas cómo íbamos a entendernos con los franceses, si no sabemos ni pedir agua en su lengua?». Entonces él encendía la luz de la habitación, se levantaba, buscaba una cajetilla de tabaco, prendía un cigarrillo y se ponía a fumar sentado en el borde de la cama. «¿Te das cuenta?», me decía, «los pobres seguimos siendo pobres aunque nos hagamos con dinero. Tienes razón, Ana, ¿qué coño íbamos a hacer tú y yo en París, si no sabemos ni dónde tenemos la mano derecha?».

Judit Rodríguez ( judit@librosyliteratura.es )
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4 comentarios en «La buena letra»

  1. ça va Judit? Je m`appelle Roberto; J`aime tu (reseña) ¡Interessant!

    Bonsoir! A vendredi!

    Y hasta ahí llegó mi francés jajaja!

    Me encanta Marías, debería encantarme este autor entonces; no lo dejaré pasar!

    Saludos!

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  2. Un libro excelente sobre los estragos de la guerra civil. Demuestra una vez más que la penuria emocional tras el conflicto es mucho más grave y honda que la penuria económica.

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