La edad de la ira

La edad de la ira, de Fernando J. López

la edad de la iraEs un segundo, quizá un minuto, en el que abrimos los ojos y nos damos cuenta de las consecuencias de nuestros actos. Pero nos olvidamos de las causas, de aquello que nos hizo recorrer los metros que nos separaban de aquello que nos hacía daño, de aquello que no dolía, haciéndolo desaparecer. Y es aquí hay dolor, como en el bello poema de Emily Dickison en el que pronunciaba que se parece el dolor a un gran espacio, recordar no podría si hubo un sólo día sin él. Nacemos, crecemos, sumamos decepciones junto a los miedos que nos atenazaban en las más absoluta oscuridad, y después, cuando somos adultos, nos convertimos en algo más, en algo que difiere de aquella imagen que nos habíamos hecho de nosotros mismos y que no creíamos que pudiera cambiar de tal forma. Hoy no soy yo el que habla desde esta reseña, aunque también, sino que es Marcos, el protagonista de La edad de la ira que mantiene el silencio mientras los demás son los que hablan, los que cuentan su historia, los que van llenando los espacios vacíos que quedan dentro de un alma cuando ya no hay nada que ganar pero tampoco mucho que perder. Por tanto hoy yo no soy yo, que también, sino que me convierto por un instante en un joven adolescente que vivió aquello que nadie tiene derecho a perder: la libertad de ser uno mismo.

Marcos ha asesinado a su padre y ha herido a su hermano pequeño. Nadie sabe por qué. Será un periodista quien investigue las causas, quien ahonde en el mundo de un chaval que parecía feliz, que todo el mundo describe como alguien pacífico, descubriendo los secretos que ese crimen lleva pegado en el corazón de la sangre derramada.

 

Hay una especie de sensación que viene acompañándome desde que terminé La edad de la ira, después de todo un día de lectura, después de un día en el que apenas comí y me convertí en una de esas personas que se beben las palabras de autores que tienen tanto que contar. Una pregunta que se crea una y otra vez en mi cerebro: ¿qué me has hecho Fernando J. López, qué? ¿Cómo es posible que una novela consiga transportarme a una época que siempre he querido olvidar, a una época que permanecía en mi memoria bien guardada? Es ese daño, ese pequeño dolor que se clava como un cuchillo entrando lentamente en la carne, lo que hace de esta novela algo tan sublime, algo tan especial, algo tan vivo incluso hablando de la muerte, que parece que ya nada de lo que leas, nada de lo que intuyas después como la próxima lectura que caerá en tus manos, merezca realmente la pena. Es un dolor que remite con el tiempo, que se solapa con otras alegrías, con esos pequeños placeres que la vida da, pero que aun así deja un pequeño poso en tu interior que es imposible lavar del todo. ¿Qué me ha hecho esta novela, qué? Me lo pregunto y no obtengo respuesta, o quizá sí, pero su respuesta es lo suficientemente dura como para escucharla por mi propia voz. ¿Habéis sentido alguna vez que algo habla de vosotros, que os describe a la perfección, que os radiografía y os convierte en algo distinto? Bienvenidos entonces a mi mundo, porque yo ya no consigo ser el mismo que empezó la historia de Marcos.

Es la realidad la que impone su mandato, la que nos lleva de un lado a otro, zarandeándonos como botes de madera en un mar donde la tormenta es la dueña. Fernando J. López es un descubrimiento, un gran hallazgo dentro de los rayos y la lluvia que traspasa nuestros cuerpos cuando una lectura cala tan hondo como lo ha hecho La edad de la ira. Un amor que se pierde, una amistad leal, un sistema educativo que hace aguas, y las preguntas, las eternas preguntas que alguien se hace en su interior y las murallas que crecen a su alrededor. Y ser, sobre todo, nuestros propios caballeros dispuestos a matar al dragón, al enemigo, a ese enemigo que es la intolerancia, que es la rabia, que es el mundo al revés cuando debiera estar del derecho. Es un grito, desordenado, casi agónico, donde la vida y la muerte se dan la mano y dan como resultado una obra que sacude a su espectador desde el pie hasta el último de nuestros pelos. Es tu vida, la mía, la de todos nosotros, la de aquellos que sobrevivieron a los ignorantes, a los que creyeron que por amar a alguien diferente ya no teníamos derechos, es la existencia de los que, como yo, sobrevivimos en la marea, en la ola que siempre pugnaba por tirarnos y no lo consiguió. Eso es La edad de la ira y esa es la suerte que tendréis aquellos que caigáis en sus redes.

1 comentario en «La edad de la ira»

  1. La edad de la ira nos adentra en ese mundo por el que todos pasamos y muchas veces superamos pero no del todo, es el compartir vidas que son paralelas en un contexto general dentro de lo que todo joven a lo largo de su diario vivir experimenta y que a medida que se va estructurando logra superar pero que muchas veces le impide relacionar su pasado con el presente y quizá su futuro. La vida esta llena de enormes perspectivas, que en los primeros años es necesario estructurar y quienes desean ser participes tienen que entender que la guianza es mucho mas que la imposición.

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