La sangre de los libros

La sangre de los libros, de Santiago Posteguillo

La sangre de los libros

Sabe escribir, no hay caso. El hombre sabe escribir y atrapar al lector y consiguió, por ejemplo, que desaparecieran los ruidos de los buses que pasaban cerca de la ventana -y seguían pasando mientras leía- haciendo dudar a éste lector sobre la veracidad de aquella hermosa frase que nos dejó Javier Marías en su libro Corazón tan blanco: “los oídos no tienen párpados que puedan cerrarse y evitarnos así escuchar”

Santiago Posteguillo sí tiene esa capacidad. Él puede lograr que nuestros sentidos se anulen completamente. Entonces ya no oímos el ruidoso bus, ya no sentimos a través del tacto el libro en nuestras manos, ya no olemos la comida que nuestra pareja prepara con amor, ya no detectamos el gusto de la onza de chocolate en nuestra boca, ya no vemos las letras impresas en las páginas de La sangre de los libros.

Los cinco sentidos son reemplazados por la imaginación, que nos lleva lejos o cerca o vaya a saber adónde, pero que definitivamente nos aleja de la realidad… ¡oh, magia de los libros, benditos sean, amén!

Luego de haberme enamorado de Roma gracias a los cinco libros que hasta ahora dedicó a ese periodo histórico (El hijo del Cónsul, Las legiones malditas, La traición de Roma, Los asesinos del Emperador, Circo Máximo) el autor me sorprendió con la publicación de La noche en que Frankenstein leyó el Quijote. Santiago Posteguillo volvía a escena pero esta vez no con sus ya reconocidas novelas de más de mil páginas, sino con un libro relativamente corto y con una dirección totalmente diferente: pequeñas historias a través de las cuales contaba el detrás de escena de la formación de grandes obras de la literatura.

Me sorprendí y dudé sobre si alguien acostumbrado a escribir historias tan largas y con un desarrollo lento sería capaz de mantener su excelente nivel literario en el formato relato (los que saben, dicen que es más difícil escribir un cuento que una novela). Por suerte me equivocaba, ya que éste profesor universitario me tuvo atado toda una tarde y me paseó por decenas de historias atrapantes y especialmente diseñadas para los lectores curiosos.

La sangre de los libros, podemos afirmarlo, es más de lo mismo, frase que puede sonar pesimista: “más de lo mismo” decimos, mientras nos aburrimos en el trabajo o nos cansamos de nuestra rutina. Pero “más de lo mismo” al referirnos a Santiago Posteguillo y sus libros es tener el placer de encontrarnos con más magia, con más historias deslumbrantes, con más datos del pasado que hacen que una simple novela pase a poseer un detrás, una vida en sí misma que le da un valor agregado a lo que leemos.

¿Cómo no nos va a dar ganas de leer La Eneida si nos enteramos que pudo no haberse publicado nunca? ¿Cómo no querer escuchar Iron Maiden si de repente descubrimos que una de sus canciones fue escrita por un famoso escritor?

Posteguillo nos demuestra a lo largo de 30 historias que la literatura es un arte global, que influye en el cine, la música, la pintura y hasta en la política mundial, que los libros son más que tinta y papel y que detrás de las novelas hay historias sobre su creación que son tan o más fabulosas que los libros en sí y que darían mucha tela para cortar o muchas páginas para leer.

Para cerrar marcaré un punto negativo: luego de leer La sangre de los libros, la mundialmente famosa (entre lectores) “Lista de libros a leer en el futuro” se ampliará muchísimo y lamentaremos que la especie humana viva tan poco. Benditos problemas.

Roberto Maydana

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