La vida de los objetos

La vida de los objetos, de Susana Moore

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 El primer mérito que es necesario reconocerle a La vida de los objetos es que pese a estar ambientada en uno de los lugares más visitados por la literatura y el cine la primera impresión que transmite es de originalidad. Probablemente se deba a que transcurre en Alemania durante la segunda guerra mundial, sí, pero no habla de Alemania ni de la segunda guerra mundial, sino de la vida. En esta novela de Susana Moore ocurren muchas cosas, hay bastantes tramas y personajes, pero su éxito está en que no los percibimos como tales hasta que han pasado, la protagonista no cuenta lo que ocurre sino lo que ella vive y somos nosotros posteriormente quienes nos damos cuenta de la terrible cantidad de cosas que ocurren a lo largo y alrededor de una vida mientras que quien las vive piensa en otras cosas.

El conde Hartenfels se había negado a dejar que los niños salieran de Alemania, e Inéz cenaba con reichsmarschall Göring para pedirle que hiciera uso de su influencia con su exmarido. Felix creía que había muchas posibilidades de que Göring la ayudara, pues en su día había dicho que le parecía antideportivo matar niños.

Los ingredientes no son nuevos: nazis, persecución de los judíos, muerte, hambre, espionaje, pero nuevamente acierta Susana Moore, que no elude ninguna de las dificultades de la dura época que retrata,  al hacernos ver todo eso con unos ojos doblemente nuevos (por extranjeros y por inocentes) pero que además miran desde un lugar poco conocido, desde una familia noble, rica y contraria al nazismo cuyo poder y cuya influencia no le evita las penurias de la guerra, pero si que permite que la veamos desde una perspectiva poco frecuente.

Felix decía que en su día había creído que el humanismo se había fundado a partir de la necesidad común de saber. Sin embargo, cada vez le resultaba más evidente que lo cierto era justo lo contrario: estábamos unidos por nuestra necesidad común de no saber. «Cuando por fin entendemos lo que está ocurriendo ya nos hemos convertido en cómplices», decía.

La protagonista de La vida de los objetos es una irlandesa que descubre la vida a golpe de deslumbramientos primero y de tragedias después, que se ve abocada a vivir una guerra sin haber vivido antes una vida y que antes que el amor descubre la admiración y la fidelidad. Es un personaje sin el cual no se entiende el libro, ya que le da a la narración un toque de inocencia en el sentido de ausencia de experiencias con las que comparar y de ambición, ya que siempre busca una vida mejor, un amor, una nueva experiencia con la que realizarse, pero encuentra en su lugar una cierta frustración por no hallar aquello que busca, hasta que se da cuenta que tratando de aprender a vivir ha vivido más de lo que había soñado aunque eso sí, de forma muy diferente.

Al salir de Irlanda había sentido, a pesar de la imprudencia de mi huida, que por fin había conseguido poner tierra de por medio, que me había puesto en movimiento y que encontraría el mundo que con tanta avidez buscaba, pero esa noche entendía que el mundo me había encontrado a mí.

El ambiente retratado resulta tremendamente atractivo, esa nobleza antigua cuyo mayor riesgo vital había sido siempre el aburrimiento, la obsesión por el buen gusto, el arte y, claro, los objetos. Las posesiones. Y las relaciones de lealtad bidireccionales que se establecen entre los señores y el servicio, un tema que sin duda funciona muy bien en cualquier narración. También existen resentimiento y traición, La vida de los objetos es aquí al fin y al cabo la vida alrededor de los objetos.

Con frecuencia había soñado con herr Elias, pero al final de la guerra soñaba con comida.

Felix, el patriarca de la familia, es criticado por su mujer en determinados momentos por su excesivo apego a sus cosas, llega ella a creer que ha puesto en riesgo a todos negándose a abandonar sus colecciones de arte, que ha antepuesto los objetos a las personas. La vida de los objetos encierra una tremenda lección vital a este respecto ya que las cosas no siempre son lo que parecen y todos esos objetos escondidos por el terreno con mapa del tesoro incluido no sólo no son la causa de sus males, sino que La vida de los objetos no es la que viven sino la que proporcionan. En determinadas circunstancias no son tanto sus cualidades artísticas las que los ennoblecen, sino la vida que regalan.

Si los hombres no hubieran sido enviados a la guerra y las criadas no se hubieran visto obligadas a realizar trabajos forzados, yo habría desaparecido en la sala de costura con mi hilo y mis bolillos. Sabía que la guerra me había dado una vida.

Podría resumir de muchas formas esta novela, podría centrarme en su vertiente histórica, en la social, en las historias de amor que contiene o en las vidas que en ella transcurren y en ningún caso sería fácil hacerlo. Todas esas facetas son en realidad inabarcables, hablar de ellas y mantenerles una cierta fidelidad es prácticamente imposible, por eso Susana Moore, sabedora de ello, no ha escrito las cosas que pueblan estas páginas, sino que ha permitido que sus personajes las vivan y con ellos sus lectores. No se me ocurre una forma mejor de describirla.

—No puedo imaginar otra vida…

—Tampoco podías imaginar esta—dijo, interrumpiéndome—. Nadie podría habérsela imaginado. Ni siquiera estoy segura de que ellos se la imaginaran.

 

Andrés Barrero
andres@librosyliteratura.es

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