La vida de Pi

 

La vida de Pi, de Yann Martel

La vida de Pi


En el momento en que escribo esta reseña, la adaptación al cine de La vida de Pi está próxima a estrenarse. Hace tiempo que circula por ahí el tráiler, que dicen que es precioso. Y es que Ang Lee no es cualquiera persona en el mundo de los que dirigen cine; debe de ser, en efecto, una película preciosa, quizá hasta una excelente película. Evidentemente, no tengo ni idea. Y estoy decidida a seguir en ese estado de ignorancia, porque no estoy dispuesta a que una película, por buena que pueda ser, me estropee mis relecturas de La vida de Pi. Pues así de alta es la estima en que tengo ese libro, que no pienso permitir que mi cabeza se llene de cómo otros han imaginado a Pi y a Richard Parker, al gorila y a la hiena, el zoo de Pondicherry, el hundimiento del barco, a los padres de Pi o a los hombres de fe que se encuentra y que le cambian la vida. Si ustedes leen La vida de Pi y, sobre todo, presumo, si lo hacen antes de ver la película, apuesto a que la mayoría recordarán, como yo, durante mucho tiempo este extraordinario libro y tendrán la seguridad de que ninguna película, por buena que sea, puede hacerle justicia.


La vida de Pi
es la narración retrospectiva del propio Pi. Sabemos de él que es un hombre al que la vida ha sometido a duras pruebas. Sin embargo, su relato empieza como si fuera una perezosa novela biográfica más, con un personaje y en un entorno, para nosotros, exóticos: una familia de Pondicherry, en la India, y el niño Pi (Piscine, nombre nada casual, como tampoco lo es ese hipocorístico algebraico ni, ya puestos, casi nada de lo que pasa o aparece en La vida de Pi) como protagonista fascinado por el mundo de los animales y, más concretamente, por el cosmos que constituye el zoo, lugar en el que observa los comportamientos de los animales y empieza a interesarse por la zoología. Aún en su seguro entorno natal, Pi, educado en el hinduismo, conoce el ateísmo, el cristianismo y el islam y comparte con nosotros sus recuerdos sobre el impacto que cada uno le produjo, y cómo su personalidad va tomando forma sobre esas dos bases: su amor por los animales y su sentido religioso.

Nada hace presagiar el repentino cambio de tercio que se produce en La vida de Pi (en la vida del protagonista y, en consecuencia, en la novela). Sin aparente solución de continuidad, lo que creíamos estar leyendo, una novela algo excéntrica e interesante, aunque no rabiosamente entretenida y que tampoco es que nos hubiese enganchado mucho, se transforma en otra cosa completamente diferente. Y es ahí donde La vida de Pi nos habrá atrapado por completo, porque ya no podremos soltar el libro hasta acabarlo, y, a poco que nos descuidemos, lo estaremos leyendo a todas horas. Y, como suele pasar con muchas cosas de la vida y, según sospechamos muchos, con el conjunto mismo de nuestra vida, todo cobra sentido al final y vemos que ese principio, con toda su lentitud y su aparente falta de conexión con lo demás, debía estar ahí y ser como es.

La vida de Pi me hizo sonreír, reír, pensar, acongojarme junto con el protagonista y gracias a él, y también gracias a Richard Parker, el otro protagonista, el antagonista de Pi y también su complemento. Richard Parker es el Otro necesario en esta historia, ni amigo ni enemigo, ni gemelo ni polo opuesto a Pi, pero todo eso y todo lo contrario a la vez. Richard Parker es, sin duda, uno de los antagonistas más perfectos que recuerdo, pasivo y a la vez muy activo, un personaje imprescindible para entender la historia de Pi y cómo se opera su transformación de niño alegre a adulto que sigue curándose de sus misteriosas heridas vitales.

La vida de Pi es fascinante porque es muchas historias a la vez, y porque todas son sugerencias, más que historias; todas son invitaciones para sentir y para pensar; ninguna es terminante. Es un libro, por tanto, que se lee con la intuición. Escrito en lo que, desde fuera, parece ni más ni menos que un estado de gracia literaria que no se puede imitar mediante el trabajo duro y que nos demuestra que la inspiración existe y no se debe ningunear, y que parece que a Yann Martel le duró todo el proceso de escritura de este libro. El cual, además, demuestra que es posible escribir un libro imbuido de un profundo sentido religioso, entendido éste como sentido de trascendencia de lo humano, sin contaminación de ninguna institución construida por hombres, sino como pura libertad del hombre para buscarse a sí mismo en su experiencia vital… y, seguramente, encontrarse, aunque ello le cueste sangre, sudor y muchas lágrimas.

Por todo esto, por favor, si aman de verdad la lectura, lean La vida de Pi y, si acaso, reserven la película para después. Ya me contarán.

Título: La vida de Pi
Autor: Yann Martel
Editorial: Planeta
Páginas: 416
ISBN: 978-84-233-4101-6En el momento que escribo esta reseña, la adaptación al cine de La vida

de Pi está próxima a estrenarse. Hace tiempo que circula por ahí el

tráiler, que dicen que es precioso. Y es que Ang Lee no es cualquiera

persona en el mundo de los que dirigen cine; debe de ser, en efecto, una

película preciosa, quizá hasta una excelente película. Evidentemente, no

tengo ni idea. Y estoy decidida a seguir en ese estado de ignorancia,

porque no estoy dispuesta a que una película, por buena que pueda ser,

me estropee mis relecturas de La vida de Pi. Pues así de alta es la

estima en que tengo ese libro, que no pienso permitir que mi cabeza se

llene de cómo otros han imaginado a Pi y a Richard Parker, al gorila y a

la hiena, el zoo de Pondicherry, el hundimiento del barco, a los padres

de Pi o a los hombres de fe que se encuentra y que le cambian la vida.

Si ustedes leen La vida de Pi y, sobre todo, presumo, si lo hacen antes

de ver la película, apuesto a que la mayoría recordarán, como yo,

durante mucho tiempo este extraordinario libro y tendrán la seguridad de

que ninguna película, por buena que sea, puede hacerle justicia.

La vida de Pi es la narración retrospectiva del propio Pi. Sabemos de él

que es un hombre al que la vida ha sometido a duras pruebas. Sin

embargo, su relato empieza como si fuera una perezosa novela biográfica

más, con un personaje y en un entorno, para nosotros, exóticos: una

familia de Pondicherry, en la India, y el niño Pi (Piscine, nombre nada

casual, como tampoco lo es ese hipocorístico algebraico ni, ya puestos,

casi nada de lo que pasa o aparece en La vida de Pi) como protagonista

fascinado por el mundo de los animales y, más concretamente, por el

cosmos que constituye el zoo, lugar en el que observa los

comportamientos de los animales y empieza a interesarse por la zoología.

Aún en su seguro entorno natal, Pi, educado en el hinduismo, conoce el

ateísmo, el cristianismo y el islam y comparte con nosotros sus

recuerdos sobre el impacto que cada uno le produjo, y cómo su

personalidad va tomando forma sobre esas dos bases: su amor por los

animales y su sentido religioso.

Nada hace presagiar el repentino cambio de tercio que se produce en La

vida de Pi (en la vida del protagonista y, en consecuencia, en la

novela). Sin aparente solución de continuidad, lo que creíamos estar

leyendo, una novela algo excéntrica e interesante, aunque no

rabiosamente entretenida y que tampoco es que nos hubiese enganchado

mucho, se transforma en otra cosa completamente diferente. Y es ahí

donde La vida de Pi nos habrá atrapado por completo, porque ya no

podremos soltar el libro hasta acabarlo, y, a poco que nos descuidemos,

lo estaremos leyendo a todas horas. Y, como suele pasar con muchas cosas

de la vida y, según sospechamos muchos, con el conjunto mismo de nuestra

vida, todo cobra sentido al final y vemos que ese principio, con toda su

lentitud y su aparente falta de conexión con lo demás, debía estar ahí y

ser como es.

La vida de Pi me hizo sonreír, reír, pensar, acongojarme junto con el

protagonista y gracias a él, y también gracias a Richard Parker, el otro

protagonista, el antagonista de Pi y también su complemento. Richard

Parker es el Otro necesario en esta historia, ni amigo ni enemigo, ni

gemelo ni polo opuesto a Pi, pero todo eso y todo lo contrario a la vez.

Richard Parker es, sin duda, uno de los antagonistas más perfectos que

recuerdo, pasivo y a la vez muy activo, un personaje imprescindible para

entender la historia de Pi y cómo se opera su transformación de niño

alegre a adulto que sigue curándose de sus misteriosas heridas vitales.

La vida de Pi es fascinante porque es muchas historias a la vez, y

ninguna es terminante. Escrita en lo que, desde fuera, parece ni más ni

menos que un estado de gracia literaria que no se puede imitar mediante

el trabajo duro y que nos demuestra que la inspiración existe y no se

debe ningunear, y que parece que a Yann Martel le duró todo el proceso

de escritura de este libro. El cual, además, demuestra que es posible

escribir un libro imbuido de un profundo sentido religioso, entendido

éste como sentido de trascendencia de lo humano, sin contaminación de

ninguna institución construida por hombres, sino como pura libertad del

hombre para buscarse a sí mismo en su experiencia vital… y, seguramente,

encontrarse, aunque ello le cueste sangre, sudor y muchas lágrimas.

Por todo esto, por favor, si aman de verdad la lectura, lean La vida de

Pi y reserven la película para después. Ya me contarán.

7 comentarios en «La vida de Pi»

  1. ¡Hola, Shorby! Espero que te guste el libro, de verdad que lo recomiendo. Es, además, un libro que puede gustar a cualquiera, sean cuales sean sus gustos.

    ¡Un beso y gracias por tus comentarios! 🙂

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  2. Yo sí la pienso ver, siento mucha curiosidad para ver qué desastre han hecho con esa maravilla. A cualquier director le resultaría muy difícil ser fiel a su esencia pero lo que me pone los pelos de punta es que se trata de una gran superproducción, anunciada con bombo y platillo y con expectativas de afluencia masiva. ¡Socorro! Es imposible que la historia que yo leí y me conmocionó tanto sea del agrado de todo tipo de público, en particular del que acude, precisamente, a un tipo opuesto de espectáculos. O sea, que se la han cargado. Pero lo quiero comprobar con estos ojos y, sobre todo, quiero ver cómo lo han hecho (aunque sufriré viéndola, lo sé). Quizá escriba un comentario sobre ella en alguna parte.
    El libro lo leí, creo, cuando acababa de editarse en España y lo reseñé hace casi tres años aquí http://unlibroaldia.blogspot.com.es/2010/02/yann-martel-vida-de-pi.html. Como verás, tenemos la misma opinión. Deséame suerte en el cine 😉 Un saludo.

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  3. Por mi parte, yo si vi la película primero. Es muy cierto que ningún efecto por más bueno que sea, y aqui déjame agregar que la cinta es una verdadera obra de arte visual, se acercará jamás a las imágenes mentales y el enorme placer que producen los recursos literarios. El libro es un perfecto candidato para anotarlo en la lista de aquellos que seguramente volveremos a leer. Pero por otro lado, la experiencia de leer el libro después de ver la película, fue buena pues pude descubrir al verdadero Piscine Molitor Pattel, su verdadera personalidad y aunque al principio de la lectura no pude evitar imaginarme a Pi con la cara de actor, éste efecto se fue desvaneciendo gracias a la extraordinaria pluma de Martel. Que tengas un buen día y recibe un cordial saludo! 🙂

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