Leonora

Leonora, de Elena Poniatowska

LeonoraEsta es una obra que relata y retrata una vida apasionante, aunque probablemente lo sea más leída que vivida, que en ese segundo caso tuvo sus dificultades. Y una vida apasionante de mujer, y de mujer valiente en el siglo pasado, que no es poca cosa. Esta es una obra que suma a la dimensión literaria de aquello que narra una faceta documental que ilustra no sólo un cierto periodo de tiempo y una realidad social (o varias: inglesa, francesa, española y mexicana), sino todo un movimiento artístico y resulta casi imposible no interrumpir la lectura a cada tanto para buscar las obras que se citan y complementar así la lectura no ya con un cierto aprendizaje, sino con algo más de lo que disfrutar. Esta es una obra, finalmente, muy bien escrita y no sólo muy bien sino de una forma muy personal. Está escrita en tercera persona y en presente, y en la narración se intercalan numerosísimos diálogos y ambas cosas creo que aportan su singularidad al texto, la narración en tercera persona esa cierta distancia que el análisis periodístico precisa y los diálogos la intimidad y la distancia corta que necesita la literatura.

Si esos tres pilares sobre los que se asienta Leonora no fueran suficientes para convencerle de las bondades de esta novela, aun tengo alguno más: uno es la extraordinaria elegancia narrativa que despliega Elena Poniatowska, algo fuera de lo común y que a mí, en su estilo y salvando las distancias que son muchas, me ha recordado a Marguerite Yourcenar. Podría citar más, el sentido del humor de la protagonista, por ejemplo, pero para acabar de introducir la novela me voy a quedar con un aspecto probablemente accesorio, pero que en mi particular modo de ver las cosas potencia mucho las virtudes del libro: la riqueza del castellano de México, las palabras a la vez complejas y hermosísimas, dulces, que de tanto en cuanto aparecen y marcan diferencias (a mejor, porque enriquecen) con el castellano peninsular.

Elena Poniatowska nos narra la vida de Leonora Carrington, pintora surrealista y sobre todo mujer libre. Rebelde desde su niñez, capaz de comunicarse con los animales, capaz de ser libre y no sólo de sentirlo y capaz de amar. Y de sufrir, porque en la vida de Leonora hay sufrimiento porque tal vez si hay una única cosa que esta mujer notable no supo asimilar fue la guerra y esa incapacidad cuando la guerra de la que hablamos es la segunda guerra mundial y la persona de la que hablamos es una cuya desmedida imaginación la colocaba a vista de la sociedad y en ocasiones a la suya propia en un equilibrio emocional inestable. En épocas propicias el desequilibrio se podía canalizar hacia la creatividad gracias a su desbordante talento, pero en otras terribles se manifestó en forma de locura o al menos en lo que la sociedad de la época y su brutal práctica de la psiquiatría consideraron como tal. Leonora Carrington estuvo recluida en un sanatorio psiquiátrico de Santander que por la descripción y si mi siempre endeble memoria no me engaña, es el mismo o muy similar a uno que también describió, si cabe un poco más brutalmente, el tan reciente como tristemente desaparecido Ramiro Pinilla en su novela sobre Antonio “El ruso”. Iba a decir que esa experiencia vale por sí misma una novela pero teniendo en cuenta que la propia Leonora la narró en “Memorias de abajo”, lo que realmente se impone es hacerse con ellas.

Leonora es también un desfile de personalidades del mundo artístico, un retrato del complejo movimiento del surrealismo, aunque no un ensayo sobre él. Los artista que aparecen lo hacen por serlo, sí, pero lo que Poniatowska nos muestra son personas, con sus fortalezas y sus debilidades, sus lealtades y sus traiciones. Un mundo que Leonora consideraba como propio aunque sólo fuera porque en él estaba más a gusto sintiéndose diferente que en cualquier otro.

Una persona que todo lo hace intensamente y hasta las últimas consecuencias no puede amar de forma diferente a la que vive y el relato de su vida sentimental, y en esta categoría incluyo las problemáticas relaciones de Leonora con su familia, no puede ser menos intenso y por ello mismo más emocionante. Sólo el amor de Leonora justificaría cualquier novela, ésta de Poniatowska que además nos regala su vida es por tanto un regalo doble.

Llama la atención, y es toda una lección de vida, cómo un personaje que se muestra rebelde e incluso revolucionario de puro libre, llega sin embargo al final de la novela a mostrarse conservadora frente a los gustos artísticos y las opciones vitales de una joven admiradora.

Finalmente, un consejo (si me lo permiten). Si leen Leonora, dedíquenle tiempo. El ingente trabajo de documentación que da soporte a esta historia lo merece pero es que si la leen reposadamente y al tiempo ven las obras y los parajes que se citan e investigan un poco a los personajes que les llamen la atención, se regalarán a sí mismos una experiencia lectora extraordinaria. El texto de Elena Poniatowska ya lo es, pero la parte del lector siempre es imprescindible y en este caso más necesaria de lo acostumbrado.

 

Andrés Barrero
@abarreror
contacto@andresbarrero.es

 

 

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