Lo que yo llamo olvido

Lo que yo llamo olvido, de Laurent Mauvignier

lo que yo llamo olvidoLa violencia sin sentido es un virus que se extiende, agazapado, por nuestra sociedad. Vemos, a lo largo del día en las noticias, casos de daño, de dolor, que nos parecen fuera de toda lógica, de toda comprensión, y nos llevamos las manos a la cabeza ante tanta inmundicia que rodea al ser humano. ¿Por qué somos así? ¿Quién nos da derecho a arrancar la vida a una persona? ¿Será que somos salvajes por naturaleza? Preguntas que muchos profesionales se han hecho y a las que no saben responder con una certeza absoluta. Pero la literatura es capaz de ayudarnos a anticipar, a entender, a valorar, cómo ha cambiado el mundo en un corto período de tiempo, cómo el ser humano practica una violencia contra los demás o contra sí mismo brutal, sin tener el pensamiento de una consecuencia inmediata de sus actos. Y es que, a veces sucede, que viajas en el metro y algún libro te hace removerte por dentro, te hace sentir la verdad que nos rodea y ante la que apartamos los ojos con demasiada intensidad. “Lo que yo llamo olvido” es una muestra perfecta de lo que las personas están dispuestas a hacer en aras de la violencia, en aras de ningún sentido común. Porque hay historias que iluminan un camino, que había permanecido en sombras, y que aún permanece, cada vez que vemos, leemos, u observamos, que la violencia es una bomba, a punto de estallar en el cuerpo humano.

Esta es la historia de un hombre. De un hombre que en media hora verá su vida truncada. Truncada por cuatro empleados de seguridad que, al robar una lata de cerveza, le detienen y matan a golpes. Esta es la historia de un hombre cualquiera, enfrentado a una violencia sin sentido.

Cuando vi este libro por primera vez, me llamó la atención su portada: esa mano aplastando una lata contenía, en cierta forma, una atracción casi inmediata en mí. Poco tiempo después, cuando su argumento hacía acto de presencia, era imprescindible que lo leyera, como si me llamara una y otra vez y sintiera la necesidad de entender un poco más lo que había leído. Laurent Mauvignier es uno de esos escritores que golpea al lector y no deja que se mueva del asiento hasta que la historia no ha terminado. Con frases cortas, con pensamientos unidos a otros pensamientos, iremos desentrañando una realidad que nos afecta a todos y que no entendemos, por parecernos descabellada. Pero en este libro hay algo más que se esconde tras las letras: hay una historia sobre la familia, una historia sobre la muerte más absurda, una historia sobre aquellos que buscan excusas donde sólo cabría confirmación de un delito. Culpables, quizás todos seamos culpables de tener la sociedad que tenemos, pero sin duda alguna, leyendo un libro como este, aparecen ante nosotros fantasmas y reflexiones que se habían quedado escondidos en un cuarto cerrado bajo llave. Porque la fuerza que destila, en cada una de sus páginas, este obra pequeña pero intensa en sus formas, nos agarra del pecho para estamparnos contra una pared imaginaria, que hace más daño que las verdaderas, porque no podemos huir de ella. Es una suerte haber leído esta media hora en la vida de un hombre que, sin nombre, nos recuerda a todos lo que somos.

Puede que “Lo que yo llamo olvido” sea un relato duro del ser humano, pero no por ello se hace menos imprescindible para cualquier lector. Siempre he creído que la función de nosotros, los lectores, es enfrentarnos a las obras con pasión, con dedicación, con la necesidad de quien quiere más de la vida, de sí mismo. Esta es la oportunidad perfecta para agarrar las tapas de una historias y meternos en ella como si no hubiera otra cosa en el mundo. Porque lo que aquí acontece es una rara ocasión para comprender que el mundo cambia a marchas forzadas, que el mundo no es un lugar justo y que, a veces, se lleva a los mejores por el camino. Somos seres racionales, eso nos han vendido por activa y por pasiva, pero lo que se han olvidado de explicarnos es que, a veces, los cables que recubren nuestro interior sufren una descarga tan elevada que nos hará comportarnos de la misma forma que estos cuatro empleados de seguridad sin nada que ganar, pero mucho que perder. Esta no es una historia fácil, eso ya lo he dicho, pero sí imprescindible para conseguir entender, de una vez por todas, que la violencia sacude los elementos más triviales, envolviendo todo en un color rojo para el que nadie está preparado todavía.

 

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