Los perales tienen la flor blanca

Los perales tienen la flor blanca, de Gerbrand Bakker

Los-perales-tienen-la-flor-blancaLos perales, efectivamente, tienen la flor blanca, cosa que no sabía pero que he podido comprobar gracias a los prodigios de internet. Uno, cuando piensa en flores blancas piensa en cerezos o almendros, pero Gerbrand Bakker no, él piensa en perales, y créanme, ese es probablemente el extremo menos sorprendente de este magnífico libro. Los perales tienen la flor blanca es una novela no muy extensa, pero increíblemente intensa. Y tal vez eso sí que sea lo más sorprendente, la capacidad del autor para lograr un relato tan emocionante con un estilo tan parco, tan escasamente proclive a las florituras. Lo que tiene que decir lo dice con frases cortas, claras y concisas, los personajes están magníficamente construidos (incluido el perro) sin más datos que los relevantes y la historia transcurre prácticamente sin tramas paralelas ni distracciones. Lo que tiene que pasar pasa, y lo hace delante de los ojos del lector sin trampas ni sorpresas. El descubrimiento no es que con un estilo así se pueda escribir una buena novela, hay muchas, ni tan siquiera que el relato sea como es terriblemente emocionante, el hallazgo es que con un estilo seco y una historia dura se pueda escribir a la vez una novela extrañamente dulce, entrañable.

Los perales tienen la flor blanca es un relato pequeño, familiar, aunque en literatura empiezo a pensar que pequeño y familiar son términos contrapuestos. Desde varios puntos de vista se narra la adaptación o no de una familia a las dificultades, desde el abandono del hogar de su madre a las cosas que no les cuento por razones obvias, y Gerbrand Bakker lo hace de forma tal vez muy nórdica, fría pero a la vez luminosa, pero sobre todo excitando la empatía del lector y haciéndole disfrutar de una muy buena novela.

Esta sutil novela en la que hablan los silencios comienza con la invención de un juego infantil, “negro”, en el que los dos gemelos y el hermano menor juegan a encontrar un lugar, habitualmente una lápida del cementerio viejo pero en cualquier caso siempre a libre elección de uno de ellos, con los ojos cerrados. El hermano menor, Gerson, se siente diferente como deben sentirse los hermanos que además de ser pequeños son los únicos que no son gemelos, y de hecho lo es, pero el devenir de Los perales tienen la flor blanca convierte esa sensación en realidad cuando condena al pequeño Gerson a vivir dentro de su juego y a los demás, perro incluido, a adaptarse. El proceso de adaptación tratándose de una familia en la que no se habla de sentimientos más allá de “esto no es bueno” no es fácil, de ahí el mérito literario de Gerbrand Bakker quien consigue con un estilo tan austero como sus propios personajes que les comprendamos y vivamos con ellos su trance.

En definitiva, Los perales tienen la flor blanca, de Gerbrand Bakker es una gran novela con la que sin duda disfrutarán enormemente quienes gusten de acercarse a experiencias lectoras diferentes, originales, pero sobre todo a quien guste de emocionarse en las páginas de un libro.

Andrés Barrero
@abarreror
contacto@andresbarrero.es

 

 

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