Magistral, de Rubén Martín Giráldez

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Si eres lector, este libro te va a escocer. Si eres crítico literario – ¡presente! – este libro te va a hablar, no desde las tripas, sino desde el mismo órgano que te dé la vida – decide tú cuál – porque lo que ha hecho Rubén Martín Giráldez con Magistral es poner sobre el papel eso que no se dice, pero se intuye y que convierte a esta nueva lectura en una de las más interesantes de lo que va de año – y han sido pocas, lo cercioro – y una de las más estimulantes – casi tanto como que te den una descarga en la entrepierna -. Los lectores tendemos a coger lecturas fáciles. No estamos acostumbrados a que nos pongan las cosas difíciles y, creedme, con esta obra a mí se me hace cuesta arriba contar algo que no termine por parecer vacuo y sin fundamente, con toda la chicha que hay para cortar, envasar, y después llevarnos al gaznate. Y es que estas son las cosas que me suceden siempre con este autor – que no se prodiga demasiado, una pena, aunque su labor como traductor la siga desde hace tiempo -, que hay tanto dentro de lo que escribe que al final me parece estar haciéndole un flaco favor y tiendo a creer que mis reseñas no definen a la perfección lo que está dispuesto a contarnos. Pero como decía, si eres lector, este libro te va a escocer. Si eres crítico, este libro te hablará de tú a tú o quizás de tú a lo que quieras que seas. Porque no hay que olvidar que en España, por mucho que nos cueste reconocerlo, hay más subhumanos que otra cosa en este mundo tan romántico – y podrido a la vez – del mundo literario.

Me topé con Magistral de casualidad. No estaba buscando nada, pero en una de mis redes sociales apareció la portada del nuevo libro de Rubén Martín Giráldez y ya no pude quitármelo de la cabeza. Menos joven fue toda una sorpresa y una de las lecturas que siempre recomiendo, así que no me lo pensé demasiado cuando salí a las librerías a buscarlo. En la primera no lo encontré y ni siquiera tenían constancia de llegarles; en la segunda, no lo habían distribuido todavía; en la tercera, por fin, me lo pusieron en las manos. Esa sensación de haber encontrado un tesoro, ¿la conocéis? Pues esa misma me embargó. Y bien, ¿de qué trata Magistral? Pues de la literatura, así en genérico, pero también del vertedero en el que se ha convertido el lenguaje. Una obra que nos habla, tras haber tenido éxito, de todas esas voces que creen saberlo absolutamente todo, pero que no dejan de ser fauces que vomitan halagos sin demasiado sentido. Y de lectores, y de escritores, y de otras especies que pueblan este universo de letras, que lo emborronan, o que simplemente lo llenan de mierda. Y puede parecer que yo lo digo desde una posición llena de ira, y tendréis razón. Porque no hay nadie más ciego que el que no acaba de darse cuenta de lo que existe.

La literatura, poniéndonos un poco prácticos, no deja de ser ese invento para que se evadan unos pocos y para que el resto pueda enseñar a los demás todo lo que sabe. Magistral – grandioso título una vez terminado el libro – se convierte, de nuevo, en una experiencia tan sobresaliente como presta a no ser devorada por cantidades ingentes de lectores. ¿Es esta su pretensión? Puede que Rubén Martín Giráldez haya dicho que sus lectores serán, como mucho, doscientos. Una cifra baja, casi paupérrima cuando vemos las tiradas que se hacen en las grandes editoriales, pero poco importa la cifra cuando se trata de reventar el cuadrilátero de la edición. Porque ya lo decía al principio: en este país, España, es muy difícil que encontremos algo que resalte y se venda. Mucho mejor es, cáptese la ironía, seguir una estela y no salirse de ella. Y es que la literatura, a veces, te sorprende y te deja tiritando. Y a veces, también, eso es lo único que realmente merece la pena, como sucede con esta nueva obra que, no por pequeña en sus dimensiones, tiene menos efecto de puñetazo en la boca que muchas otras. Si al leerlo, al terminarlo, uno no siente su boca magullada por el golpe, es que no ha entendido nada.

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