María lloró sobre los pies de Jesús, de Chester Brown

María lloró sobre los pies de JesúsLa provocación suele estar reñida con el debate entre si es acertado – o no – hablar sobre un tema en concreto. En otro orden, dicha provocación puede deberse a la unión de dos palabras que, bien por ideología o bien por los designios de alguna mano no del todo inocente, han sido siempre tachadas de contrarios o han querido que así lo parezcan. Todo este planteamiento viene al caso por la publicación de María lloró sobre los pies de Jesús que, si bien en sí mismo no es un título que pueda parecer provocativo y hace una clara alusión a la Biblia, sino por su subtítulo, a saber, prostitución y obediencia religiosa en la Biblia. No seré yo quien piense que estas palabras están mal dichas, ni que no sean ciertas, pero bien es cierto que Chester Brown busca la provocación y la encuentra. Si bien se trata de ahondar en lo que se ha venido a llamar “el oficio más antiguo del mundo”, no hay que obviar el hecho de que a algunos – creyentes en mayor o menor medida – pueden escocer estas palabras. Y repito, no seré yo quien le quite mérito a la obra, ya que me parece un gran acercamiento al tema y una muy buena forma de acercar al público lo que en el texto más conocido de la historia se cuenta. Pero vayamos por partes y observemos, en un principio, qué es lo que nos trae esta obra a las manos.

El resumen que podría hacerse de esta obra es el siguiente: en formato viñeta, se nos contarán algunos de los pasajes más conocidos de la Biblia, atendiendo a dos conceptos: la prostitución y la obediencia. Aquí mismo yo podría parar mi reseña y dar por terminado el asunto, pero lo que nos propone Chester Brown va un poco más allá y tendremos que contemplar todo el libro en su conjunto para entenderlo. Me explico. Hay dos formas de acercarse a María lloró sobre los pies de Jesús. La primera de ellas: leyendo únicamente las historias que, en viñetas, nos cuenta historias, parábolas, y demás cuentos que aparecen en la Biblia. Hasta ahí no habría nada que objetarle a la lectura. Todos sabemos lo que hay, todos entenderemos – más o menos ya que el autor se encarga de incluir algunas expresiones que den lugar a la sátira y la ironía – de lo que trata y no habrá más polémicas. Pero la segunda forma es mucho más interesante: tras leer los capítulos, uno puede leer el epílogo que nos ha preparado el autor. Y digo puede porque está en cada uno querer meterse más de lleno en lo que nos cuenta, pero yo casi diría que se trata de una obligación para, ahora sí, entender muchos de los procedimientos que ha usado el autor para interpretar los pasajes que aparecen recogidos aquí. Dos formas distintas de obtener una lectura. Una más superficial, otras más real. Habrá que decidir cuál.

Chester Brown se ha caracterizado – más o menos – por crear obras que transgredan en algún punto. Parece moverse a la perfección en esas lides y yo lo agradezco. Sí, lo agradezco porque en una época donde se observa que la libertad de expresión cesa en su empeño por ganar la batalla contra la censura, novelas gráficas, cómics, o como queramos llamarlo, como María lloró sobre los pies de Jesús son publicados y dispuestos para que el público pueda leerlos, discutirlos, reflexionarlos y quizás después olvidarnos, eso yo ya no lo sé, pero al menos no habrán quedado en un cajón por el miedo a lo que dicen. ¿Es la provocación lo que se busca aquí? No lo creo. Me acerco más a la teoría de que el autor ha intentado dar una visión propia de un tema que ha preferido quedarse en tabú antes que en análisis y, aunque el que él hace no sea tan exhaustivo como yo hubiera imaginado, sí te da una nueva mirada a todas esas historias que, algún día escuchamos, leímos, o nos tuvimos que estudiar, y que ahora aparecen reflejadas como realmente son.

La provocación siempre suele venir acompañada por la reacción en el contrario. Desconozco si, en la publicación original, el libro vino avalado por críticas hacia lo que Chester Brown decía en él. En cualquier caso, provocar no tendría que convertirse nunca en sinónimo de daño sino de aprendizaje.

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