Rhapsody in blue
Reseña del libro “Rhapsody in blue”, de Andrea Serio
No me gusta el jazz y eso que le he dado varias oportunidades en distintos momentos. En realidad, tampoco es que me disguste especialmente. Soporto algunas canciones sueltas, no necesariamente las más conocidas, e incluso a veces me pongo para escribir o inspirarme cual Picasso una selección made in mí mismo, pero un disco entero me satura. Está muy bien como fondo de las antiguas pelis de cine negro, con la voz en off del antihéroe de turno, y, por supuesto, en blanco y negro. Esas pelis que te dan ganas de ver siempre con una botella del mejor burbon de Texas.… Leer la reseña completa del libro "Rhapsody in blue" “Rhapsody in blue”
«Gramática», ese conjunto de reglas que determinan el uso correcto de la lengua, no suele suscitar mucho interés. En cambio, «fantasía» nos hace pensar en posibilidades infinitas, a cuál más atractiva. Juntar ambas palabras en un mismo título, Gramática de la fantasía, parece un 
Fíjate cómo voy a comenzar la reseña, aludiendo precisamente a aquello que critica este cómic, a la superficialidad, en este caso, la portada de este cómic. Esa despampanante mujer, esa tal Cinzia con un ceñido vestido verde de leopardo cuyo rabito da la vuelta a todo el libro. Es un portadón en toda regla y una declaración de intenciones si sabes interpretar la ilustración, tanto lo que muestra como lo que deja caer entre líneas. Una portada al fin y al cabo, muy llamativa, sí, pero ni mucho menos muestra todo el poderío interior que tiene esa tal Cinzia. Si nos acercáramos a todo el mundo solo por aquello que vemos en el envoltorio, probablemente nos estaríamos perdiendo grandes personalidades además de reducir nuestra visión a lo más banal y superfluo.… 
Mucho tengo que agradecer trabajar en una librería donde poder conocer a lectoras y lectores que me recomienden auténticas joyas literarias. Como ves, no solo corresponde esa labor al librero. Una de esas recomendaciones vino de una persona apasionada del periodo romántico de la literatura y más en concreto de su, digamos, parte más oscura y pecaminosa. En ese intercambio de lecturas tan enriquecedor, surgieron conversaciones acerca de la imagen tan poderosa del Romanticismo como emblema de la palabra embellecida y los temas casi ñoños que solían atribuírsele comúnmente, en detrimento del calado sugestivo de su vertiente más macabra, inmoral y sádica.… 
Creo que una de las lecturas obligatorias en todo sistema educativo debería estar relacionada con la mitología clásica. Son fuente inagotable de inspiración para muchísimas disciplinas artísticas en cualquier etapa —en España sobre todo durante el periodo barroco—, ya sea en literatura, pintura y escultura, y que ha seguido influyendo en la obra de artistas posteriores hasta nuestros días. Sin los debidos conocimientos previos, estas obras pierden su verdadero potencial, a veces por la sutileza en la que los artistas enmascaran el mito, otras por su estrecha relación, casi mimétia y que, sin conocerla, pasa desapercibido para el lector/espectador. Pero la esencia, la columna vertebral de la obra, ese aroma innato que desprende está en el mito, está en la fábula clásica.… 
Hace ya un tiempo dejé por aquí mi 
El otro día vi en Twitter una encuesta en la que se preguntaba si los lectores deciden leer o no un libro dependiendo de los ideales políticos, religiosos o sociales de un escritor. Ganó el «sí», ya mucha gente decía que le resulta muy difícil separar al autor de su obra y que si no le cae bien o no está de acuerdo con la forma en la que piensa, jamás leería su libro.
Hay un tópico en la lectura que me molesta bastante. Ese que dice que las novelas dirigidas a un público juvenil no pueden ser buenas. Que son obras mediocres y que no deberían ser consideradas como literatura. Y me molesta porque si bien es cierto que a veces encontramos basura en esta categoría, otras muchas veces encontramos verdaderas joyas. Como la que os traigo hoy.
En el último viaje que realicé a Nápoles encontré en una de las librerías de la Piazza Dante un ejemplar de La isla de Arturo, de Elsa Morante, ganadora del Premio Strega en 1957. Esa misma mañana me dirigía a la estación de tren para recorrer la costa y pasar unos días en una de sus preciosas islas. No lo pensé dos veces y me llevé el libro: el lugar y la Morante lo merecían. Ella misma, junto a su marido, el también escritor Alberto Moravia, se refugiaron del fascismo en Nápoles tras salir de Roma. Y fue allí donde la Morante creó una de las novelas de madurez del personaje más seductoras del siglo XX.… 
Hace unos años, no recuerdo exactamente cuántos, encontré en una estantería ajena (¿hay mayor placer que chafardear estanterías ajenas y crear un perfil de esa persona/familia/grupo de amigos según los libros que ahí tengan colocados?) un ejemplar de