Memoria de mis putas tristes

Memoria de mis putas tristes, de Gabriel García Márquez

Memoria de mis putas tristes

Leer Memoria de mis putas tristes me hizo pensar en cuando tenía 18 años, en medio de noches de fiesta con más alcohol de lo permitido o en reuniones con amigos, solía pedirle al cielo que nunca terminara esa etapa de mi vida, porque cada día era consciente de que era la mejor, que la echaría de menos en un futuro y que, sobretodo, nunca me cansaría de vivir de esa manera. El tiempo me enseñó que estaba muy equivocado, porque la vida te demuestra, o al menos a mí me demostró, que lo pasado, siempre que haya sido bien vivido, no es necesario que regrese, más allá de recuerdos melancólicos durante algún día de lluvia otoñal. Es recordar con una sonrisa, con la alegría de saber que no nos salteamos etapas, con la satisfacción de rememorar aquellas aventuras con la seguridad de haberlas exprimido al máximo, por lo que no optaríamos por volver a ellas más allá de hacerlo bajo la forma de una evocación alegre. Hoy, que tengo treinta años, vuelvo a sentir lo que antaño, ya que realmente considero que estoy viviendo la mejor etapa de mi vida, con más equilibrio y menos extremos, pero con la diferencia clara de saber que también me pasará eso cuando tenga cuarenta, cincuenta, o noventa años…

Porque a los noventa años todavía es posible vivir, en el sentido amplio de la palabra, ya que vivir no consiste solo en respirar, sino también en sentir emociones, y si son nuevas mejor, como le ocurre al personaje de esta muy buena novela de Gabriel García Márquez, que cuenta la historia de un periodista que, al llegar a los noventa años decide auto regalarse una noche “loca” con una niña virgen de catorce años, por lo que recurre a Rosa Cabarcas, la dueña de un prostíbulo que solía frecuentar durante sus épocas de esplendor.

La decisión, que no está ausente de polémica, sirve sin embargo para atrapar al lector -y de esto sí que Gabo sabe- ya que es inevitable que el morbo, la rabia y la duda se hagan presente y uno solo pueda pensar en qué pasará a lo largo de la novela con ese encuentro tan desigual tanto en edad como en poder.

Lo bueno viene a partir de ahí, porque en Memoria de mis putas tristes, el Premio Nobel de Literatura no hace más que, en cada página, homenajear al amor, a la posibilidad de enamorarse, y también a los nervios previos a un encuentro, pero sobre todo al efecto que produce en nuestro cuerpo, en nuestra mente, en nuestra rutina, en nuestros días, nuestras noches y nuestros sueños el maravilloso pero aún inexplicable acto del amor.

Y el amor se puede dar bajo cualquier forma y sobre todo a cualquier edad: Y nada tiene que ver con el sexo. Porque si de algo no habla Memoria de mis putas tristes, es de sexo, pese a que si algo ha experimentado el anciano periodista de la novela es el sexo, porque lo ha disfrutado excesivamente durante todos sus años anteriores al día en que cumplió 90 años.

Esos día de sus noventa años en los que irá en busca de una experiencia más para su eterna lista, pero en la que se encontrará con la fuerza más grande del planeta y con una oportunidad clara para darle sentido al final de su historia.

7 comentarios en «Memoria de mis putas tristes»

  1. Realmente el libro lo leí hace tiempo y aunque no recuerdo los detalles me impactó. Historia que te engancha aunque reconozco que no es la literatura que más leo.

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    • Mari Paz López, muchas gracias por leer y comentar la reseña; yo tampoco recuerdo siempre las tramas de muchos libros, pero sí sus efectos, que es lo importante; ¡Saludos!

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    • Margari, gracias por leer y comentar la reseña.

      Coincido con vos, no es el mejor de sus libros, pero es que Gabo tiene el listón muy alto ¿¡qué puede ser mejor luego de haber escrito Cien años de soledad!? ¡Saludos!

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  2. ¡Me encantó tu forma de pensar! Cada etapa de nuestras vidas es la mejor, solo hay que saber coexistir con ella.
    Este fue la primera obra que leí del Gabo y me dejó fascinada. Muy buena reseña.

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