Menos joven

Menos joven, de Rubén Martín Giráldez

Menos jovenLa literatura tiene un efecto un tanto enigmático: puedes juntar las palabras de tal forma que, a veces, aparece ante ti una de esas historias con la que te cubres de gloria (otras veces te sale una boñiga muy seria, pero ese no es el caso que nos ocupa). Y es que la inspiración debe provenir de una mezcla entre estómago y cerebro, en la que tus entrañas amasan las letras y tu mente les da la forma adecuada para que aparezcan como una historia buena, pero de las buenas de verdad. Y según pones el punto y final piensas que no sabes muy bien de dónde ha venido, pero madre mía, esto ha sido la bomba, casi mejor que un orgasmo múltiple de esos que tanto hablan pero que tú no has visto nunca (y no digamos ya sentido). ¿La diferencia? Que tienes la posibilidad de palpar lo que has creado. Ese es otro de los efectos que tiene la literatura: te permite crear algo y sentirte el padre de una criatura que no llora ni mama, pero te da una satisfacción increíble.

Ese es el efecto que tiene en un escritor, pero, ¿qué efecto tiene en un lector? De eso trata esta reseña de Menos joven. Una de las novedades más disparatadas, más surrealistas, más descabelladas que me he echado a los ojos miopes de lector que tengo, pero que ha resultado ser el libro que tenga en la boca durante días. ¿Vamos allá? Pues aquí tenéis mi historia.

 

A la pregunta ¿a ustedes les gustan las buenas historias?, todos me responderán ¡Síiiiiiiiiii! A esta otra pregunta, ¿conocen ustedes a Rubén Martínez Giráldez, quizá ustedes me digan ¡Noooooo!, y después me pregunten a mí, ¿deberíamos? Y ahora yo les respondería ¡Síiiiiiiiii! Y es que esta historia de infancias mancilladas y de ídolos con una diana en la cabeza, no se le puede escapar a nadie que tenga dos dedos de frente a la hora de escoger sus próximas lecturas. No sólo por la historia que nos cuenta, que ya de por sí tendría para escribir una tesis doctoral, a saber: Bogdano participa en un programa radiofónico infantil protagonizado por adultos en el que localizar a sus ídolos y darles caza. De ahí, extrapolen, por favor, extrapolen lo que puede significar para un lector habituado a historias más lineales, más simples si se quiere utilizar esa palabra, lo que supone encontrar una idea totalmente fuera de órbita, totalmente inédita y que compone lo que todo lector debería encontrar al abrir un libro: Novedad. Copio diálogo veraz, auténtico, y quizá por eso un tanto falso:

– ¿Menos joven? ¿Y de qué va?

– Es una ida de olla brutal, pero además brutal de verdad

Porque en el fondo de toda esta historia nos encontramos con caballos que hablan, con ídolos a los que cabalgar (literalmente) para humillarlos, a padres que rompen la infancia de sus hijos, a madres que los prefieren muertos que vivos, y a hermanos que no aparecen más que en las últimas páginas. Y por si esto no fuera poco, todo se envuelve con una edición tan perfecta que ríanse del mejor regalo de cumpleaños que le hayan hecho. Jekyl & Jill nos propone una novela, un juego de palabras, un malabarismo profundo y tremendamente siniestro de la mano de Rubén Martín Giráldez, un autor que había permanecido en la sombra, en la sombra más absoluta además, pero que se convierte, de la noche a la mañana, en un ídolo de las letras (así que váyase preparando el autor para mi asalto con nocturnidad y alevosía, porque según su novela, los ídolos deben ser cazados, nunca dejados a la mano de ¿Dios?), en un escritor que bebe de otros escritores para construir una historia repleta de muchas lecturas, una historia que tiene aristas que jamás os creeríais encontrar.

Intentar descifrar, describir lo que supone esta novela, sería intentar desgranar palabra por palabra lo que sucede en sus páginas, y eso sería contraproducente. Porque sería destripar lo que nadie quiere que le destripe de un libro: su esencia. Aquí hay mucha tela para cortar señores, y si algo he aprendido a la hora de escribir reseñas es que no hay nada peor que desmenuzar en pequeños lomos una merluza que tiene que degustarse enterita. Porque si esto fuera un ejercicio de pesca, de seguro que sería de esas con las que estás horas y horas y que al final del día has conseguido la mejor pieza de tu vida. ¿No me creen? ¿Y por qué no van a hacerlo? Yo les digo, a las claras, a las maduras, que si me equivoco en algo pueden venir a apedrearme, pueden venir a amenazarme con toda la artillería pesada, porque si ustedes, aquellos que nos siguen desde sus pantallas, creen que yo perdería el tiempo ensalzando una novela porque sí, no me conocen en absoluto.

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