París

París, de Edward Rutherfurd

París

Cuando acabo un libro, lo habitual es que lo deje reposar en mi cabeza durante unas horas (incluso un día) antes de escribir la reseña correspondiente. “París” ha sido una inusitada excepción: nada más acabar el libro, automáticamente, he conectado mi ordenador y me he puesto manos a la obra. No me preguntéis por qué pues ni yo misma sé la respuesta, pero intuyo que es porque los momentos vividos delante de la novela de Edward Rutherfurd han sido algo más que disfrutar de un buen libro. Han supuesto volver a pasear por las calles de la capital francesa, volver a admirar su belleza, contemplar la grandeza de sus monumentos característicos… ha significado, en definitiva, volver a vivir París. Sí, vivir. Porque, tras pasar cuatro maravillosos días allí hace justamente un año, llegué a la conclusión de que París es de esas ciudades que no se visita, se vive. Eso sí, y ahí está la grandeza de los libros, esta novela permite vivirla a lo largo de diferentes e interesantes periodos históricos.

Hace tiempo que había oído hablar y leído un buen número de críticas (todas buenas) acerca del buen hacer de Edward Rutherford como escritor y su interesante forma de retratar a lo largo de la historia importantes ciudades de todas partes del mundo: Londres, Dublín, Nueva York… pero hasta el momento no había tenido ocasión de leer nada suyo. En cuanto me enteré de que su nueva novela versaría acerca de la ciudad de la luz me mantuve alerta, estaba segura de que era la ocasión idónea para leerle. Y, desde luego que no me equivoqué.

¿Qué es lo que nos encontramos cuando abrimos “París”? Pues básicamente se trata de un recorrido a lo largo de la historia de la ciudad a través de la evolución de seis sagas familiares que representan cada uno de los estamentos más representativos de la sociedad parisina. De esta forma, el lector puede ser un observador silencioso de los principales acontecimientos históricos que tuvieron lugar en París: admirar la catedral de Notre Dame mientras se construye, ser testigo de las conspiraciones del maquiavélico Cardenal Richelieu, contemplar el esplendor y el despilfarro de la corte en Versalles, sentir el terror infligido por Robespierre durante las persecuciones políticas contra los enemigos de la Revolución Francesa, asistir a la construcción de la torre Eiffel, símbolo por antonomasia de la ciudad, divertirse durante los mágica época de la Belle Epoque, vivir la dureza de la I Guerra Mundial, adentrarnos en la resistencia durante la ocupación Nazi y participar en las revueltas estudiantiles en el año 68. Además, como no podía se de otro modo tratándose de novela histórica, hay “cameos” de personajes tan ilustres y variopintos como varios reyes de Francia como, por ejemplo, Luis XIV (el Rey Sol), el Cardenal Richelieu, Coco Chanel, Ernest Hemingway, Eiffel, Monet, Charles de Gaulle…

En cuanto a los protagonistas ficticios, tenemos a los Le Sourd una familia de clase baja descendiente de delincuentes y que tendrá un notable protagonismo en las comunas parisinas y en la resistencia contra los Nazis. Los de Cygne son una tradicional familia de aristócratas franceses, monárquicos y católicos, que a lo largo de la historia se han codeado con las personas más importantes de la corte. También están los Blanchard, formada por comerciantes y artistas que representan el florecimiento de la burguesía cada vez más rica, así como los Gascon que son una humilde familia trabajadora de Montmartre de la que uno de sus miembros, Thomas, participó en la construcción de la Estatua de la Libertad y la torre Eiffel. Los comerciantes judíos están representados por los Jacob y los hugonotes (o protestantes franceses) que debieron abandonar Francia tras la revocación del Edicto de Nantes por parte de Luis XIV, están encarnados en la familia Renard.

Destacar que la historia de los diferentes núcleos familiares no es aislada sino que se entremezclan continuamente. No obstante, y supongo que para evitar la pérdida del hilo, antes de comenzar el primer capítulo, hay un útil árbol genealógico de las 6 familias por si a mitad de lectura hay que hacer un alto para consultar sobre quién se está leyendo exactamente, aunque también es cierto que llega un momento en el que uno está tan metido en la lectura que no le hace falta.

En mi opinión, el éxito de Rutherfurd (del que seguro leeré alguna novela más), radica en que sus textos no son una retahíla de lugares, fechas y personajes históricos sino que incorpora elementos ficticios a una realidad histórica con rigor, de manera que se trata de hechos, historias y diálogos que perfectamente podrían haber pasado o seguro que lo que sucedió, fue de forma muy similar. Estamos ante una novela muy bien escrita y perfectamente estructurada, en la que el autor solventa de forma más que eficiente una serie de arriesgados saltos temporales que, de haberlos gestionado mal, podrían haber supuesto una posible pérdida de interés por parte del lector.

Personalmente, animo a todo el mundo a que lea “París”, aunque también advierto que cuando la estás leyendo entran unas ganas tremendas de preparar una pequeña maleta y coger un avión para vivir (o volver a vivir) una ciudad tan hermosa y vital. Más difícil es cumplir anhelos como el mío, que no sólo quería un avión sino una máquina del tiempo que me llevase a París pero durante los felices años 20. En definitiva, ha sido un libro que me ha apasionado. Muestra de ello es que, nunca había estado tan contenta de que lloviera tantísimo durante el fin de semana de difuntos, que yo recuerde.

 

 

 

2 comentarios en «París»

    • Cuando fui a París el año pasado por estas épocas, no pensé que me fuera a gustar tanto. Fui con mi hermana (no habíamos estado previamente ninguna de las dos) y no parábamos de comentar que pasear por sus calles era como hacerlo por un plató de cine gigante: todo nos sonaba de haberlo visto en numerosas películas.
      Ahora que lo he visto con mis propios ojos, creo que además de un excelente plató de cine y televisión, es el escenario ideal para multitud de novelas.

      Yo también estoy deseando volver.

      Un abrazo, Susana

      Responder

Deja un comentario