Peregrinos de la belleza, de María Belmonte

Peregrinos de la belleza

Los países mediterráneos despiertan una atracción en la gente del norte de Europa que hace que en primavera y verano miles de ellos ocupen las playas y pueblos costeros de Estepona a Chipre. Para explicar este fenómeno, hay gente que recurre a lo desapacible de su clima, al frío y a los largos inviernos, al color grisáceo del cielo, a la inercia del viaje al sur que lleva generaciones instalada en su imaginario, o incluso al coste de vida más bajo (teniendo como referente los salarios nórdicos) de los países del sur.

Sea cual sea la respuesta, María Belmonte ya la dibuja en su libro, Peregrinos de la belleza, cuando explica las razones que llevaron a los diversos viajeros de los que habla a instalarse en Grecia e Italia. A finales del siglo XIX e inicios del XX, muchas veces la excusa para el viaje era una salud frágil o una enfermedad pulmonar. Y, en ocasiones, tras esta excusa se encontraba el ansía de escapar de una sociedad estricta y rígida hacia la libertad de los parajes más agrestes y tolerantes con los extranjeros del Mediterráneo.

El subtítulo de este ensayo reza “Viajeros por Italia y Grecia”. Y, en efecto, el libro está dividido en dos partes, la primera nos narra la fascinación y los viajes de diversos personajes históricos por la Italia de los siglos XVIII, XIX y XX; y la segunda, nos cuenta con todo lujo de detalles los recorridos por Grecia de escritores, aventureros y buscavidas, todos estos del siglo XX.

Los viajeros que ha escogido la autora comparten siempre dos características: su origen y su destino. Por un lado, son gente del norte que siente la “llamada del sur”, del Mediterráneo, en algún momento de sus vidas. Algunos, como Patrick Leigh Fermour, tan pronto como a los dieciocho años, y otros, como Henry Miller, muy cerca de los cincuenta. Y, por otro lado, sus vidas son siempre apasionantes, casi como una novela de aventuras, y son, también, un canto a la libertad.

En el libro recorremos las primeras excavaciones en Pompeya y Herculano de la mano de Winckelmann, el famoso erudito alemán que descubrió su hogar en la Roma del siglo XVIII. Nos tiramos en paracaídas con Patrick Leigh Fermour en una Creta devastada por la Segunda Guerra Mundial. Asistimos al nacimiento del cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell en una hermosa casa turca de Chipre. Subimos los 777 peldaños de la Escala Fenicia de Capri siguiendo a un inquieto y joven Axel Munthe. Espiamos las conversaciones entre Henry Miller, Seferis y Katsimbalis en la ciudad de Marusi.

Quizás alguno de los nombres que he mencionado arriba no os suena. Cuando yo comencé el libro, tampoco sabía quienes eran muchos de ellos, la mayoría, pero ahora los considero viejos amigos con los que he compartido mesa y anécdotas. Y en eso radica la gran fuerza del libro.

Peregrinos de la belleza es una mezcla entre libro de viajes y biografía de personajes ilustres que se lee con la voracidad de una buena novela y, para mí, ha sido una grata sorpresa descubrir, casi por casualidad, a esta traductora, ahora autora, de la que espero leer más (¡y pronto!).

Es un libro en el que lo más importante no es solo lo que cuenta, sino cómo lo cuenta. Porque el estilo de María Belmonte logra transmitir cada sensación física y psíquica de sus personajes y te transporta a cada uno de los lugares que describe. Es imposible no contagiarse de su entusiasmo y amor por los lugares que visita. Porque la autora también es personaje del libro. En los pequeños fragmentos que abren y cierran los capítulos dedicados a un personaje, recorremos junto a ella algunos de los espacios que han pisado los viajeros de los que escribe, y es en esos momentos en los que sentimos más claramente la presencia de lo sagrado para los antiguos en cada gruta, camino y ermita que visita.

Quiero destacar otro aspecto de Peregrinos de la belleza que me ha encantado. Este es un libro que te lleva a otros libros, que te hace no solo querer visitar cada uno de los lugares que menciona, sino también leer todos los libros que recomienda. La lista es extensa: Nápoles 1944 de Norman Lewis, El coloso de Marusi de Henry Miller, La historia de San Michele de Axel Munthe… Muchos de ellos se han ganado un hueco en mi lista de lecturas pendientes.

Acabo recomendando esta joya a todos aquellos a los que les guste viajar por caminos secundarios y que hayan sentido alguna vez que estaban en casa al mirar reflejo del sol en el Mediterráneo.

Sin lugar a dudas, Peregrinos de la belleza va a ser el libro que me acompañe este verano cuando, del mismo modo que María Belmonte ha seguido los pasos de sus viajeros, yo siga los suyos hacia muchos de los lugares que se mencionan en el libro.

Laura Gomara (@lauraromea)

3 comentarios en «Peregrinos de la belleza, de María Belmonte»

  1. Lo leí hace unos meses y lo disfruté tanto que su esencia vive en mi. Os recomiendo ” El laberinto junto al mar “de Z Herbert, otra maravilla editada por Acantilado

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