Por último el corazón, de Margaret Atwood

Por último el corazónEsta es una novela extraña, de esas que te envuelve en su aire enrarecido, pero que solo te incomoda en las primeras páginas, enseguida te acostumbras a respirar dentro de esa atmósfera y te parece de lo más natural. Le llaman ficción especulativa o ficción distópica. A mí me parece más realidad especulativa, o futurología, porque quien sabe a dónde iremos a parar. Margaret Atwood se nos ha puesto orwelliana sin movernos de nuestros días. Ha aprovechado esta última crisis para crear un mundo alternativo como hizo Aldous Huxley en Un mundo feliz.

Stan y Charmaine son una pareja de treintañeros, de clase media americana, con una casa hipotecada, un coche y un trabajo cada uno. Todo correcto hasta que llega la crisis económica y lo pierden casi todo. Se trasladan a vivir al coche. Esta parte primera de la novela, me recordó en algún momento a estas películas tipo Mad Max, en la que las prioridades se reducen a sobrevivir y conseguir algo para comer, o combustible, pero sin la acción o el apocalipsis. Es mucho más sutil. Malcomen gracias a que Charmaine trabaja unas horas al día en un bar cutre. Esto no les da para poder aventurarse más al oeste a probar suerte, así que se sienten atrapados en esa ciudad casi fantasma. El personaje de Charmaine se nos presenta naíf, aunque esa inocencia es solo otra de las jugarretas que nos tiene preparada la escritora. Esa forma de ver la vida tan “happy flower, the power of happy”, es solo un vestido que se ha tenido que poner para sobrellevar la vida desde pequeña. Stan es más… ¿realista? ¿humano? He tenido sentimientos encontrados con respecto a él. Durante todo la historia, me ha parecido el más racional o normal, con sus puntos de cabronería y mezquindad, pero eso es normalidad, porque el que no haya tenido malos pensamientos en algún momento de su vida, que tire la primera piedra.

Sin visos de tener salida, ven un anuncio en el que se pide gente para el Proyecto Positrón de la ciudad de Consilencia. Se ofrece: pleno empleo, formación, protección, ausencia total de delincuencia, casa y comida. “¡Conviértete en la persona que siempre quisiste ser!”. Hay que ir, ¡cómo no van a ir!, no tienen otro remedio, aunque les chirríen muchas cosas, aunque les parezca extraño, sospechoso e irreal. No hay otra alternativa. Efectivamente; van, y no hay salida. Una vez dentro, no hay vuelta atrás, te comprometes con el proyecto y para siempre. Dentro de esta ciudad de mentira, viven aislados del resto del mundo, en un ambiente que copia los años 50 o 60. No se pueden comunicar con el exterior de ninguna manera y la tele y la radio son de circuito cerrado interno. Hay dos turnos de vida, por llamarlo de alguna manera. Un mes vives en una casa “normal”, trabajas en una tarea “normal”, haces una vida “normal”. El mes siguiente te vas a la cárcel, y otra persona que ha estado encarcelada el mes anterior, se coloca en tu casa y lleva una vida “normal”. Todo muy lógico y muy “normal”. Esto no se puede sostener mucho tiempo, evidentemente. Los protagonistas empiezan a tener dudas, a aburrirse, a pensar, a sentir… y eso no es bueno para el sistema. De aquí, a que todo se líe, se tuerza y te tengas que disfrazar de Elvis, solo hay un paso.

Por último el corazón también es una historia de amor. Nos habla sobre las relaciones de pareja, de lo apetecible y emocionante de lo prohibido, de lo que nos erotiza el cambio y lo desconocido, de las falsas expectativas y de la falta de comunicación.

Hay más personajes en la novela, pero secundarios, algunos muy interesantes como Joselyn o el hermano de Stan, pero el peso de la historia lo lleva la pareja protagonista. Es fácil de leer, con diálogos que aligeran la historia, con momentos locos, locos, pero contados de una manera tan seria y con una ironía tan fina, que no sabes si Atwood quiere que sonrías, o si es ella la que se está riendo de nosotros. A Charmain, en algunos momentos, yo no sé si darle un abrazo o un bofetón.

Por último el corazón me ha sorprendido, me ha gustado, tanto la historia como la forma de contarla, me ha divertido y me ha dejado algo preocupada. Ya están pasando cosas extrañas, ya escuchamos y vemos ideas peregrinas. No sé si es que con los años una se vuelve algo menos optimista, pero yo ya veo parte de esta descomposición social que nos plantea Margaret Atwood.

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