Rulfo, una vida gráfica, de Óscar Pantoja y Felipe Camargo

Rulfo una vida gráficaNo me andaré con rodeos: Rulfo, una vida gráfica es una joya, una lectura imprescindible para los seguidores de Juan Rulfo, el escritor cuya biografía se recrea, como también para cualquiera que desee descubrir a uno de los mexicanos más relevantes de la literatura del siglo XX. Las ilustraciones de Felipe Camargo y el guion de Óscar Pantoja se funden para sacudirnos por dentro, y lo consiguen desde la cita escogida para encabezar la obra.

La excelente portada, que plasma referencias a Pedro Páramo y El llano en llamas con una tremenda fuerza visual, deja claro el tono que predomina en esta biografía gráfica publicada por la editorial colombiana Rey Naranjo. Y la lectura nos remueve enseguida, en cuanto comprendemos que ese imaginario del autor mexicano, extraña mezcla de muerte, desarraigo y amor, nace directamente de las terribles experiencias que vivió desde temprana edad.

¿Cómo no iba a ser la muerte una protagonista omnipresente en su obra si no vio otra cosa que muertos desde los seis años? Nacido en el convulso periodo de las guerras cristeras y el final de la revolución mexicana, Juan Rulfo sufrió una y otra vez las consecuencias de la violencia que asolaba su país. Óscar Pantoja y Felipe Camargo contextualizan en tan solo unas páginas esos años y transmiten su crudeza. Imposible no empatizar con el Juan Rulfo niño: con su inocencia e ilusión, primero; con su silencio y desolación, después. Imposible no sentir impotencia al presenciar su declive en la edad adulta, cuando el autor de dos obras emblemáticas de la literatura universal se quedó seco de palabras y se ahogó en excesos de melancolía y alcohol.

Asistimos a los momentos más representativos de la vida de Juan Rulfo a través de continuos saltos temporales, un ir y venir del niño al adulto, reviviendo los episodios más trágicos de su existencia, sintiéndonos atrapados por su pasado al igual que él. Que Rulfo, una vida gráfica no siga el orden cronológico convencional quizá sea un guiño a la ausencia de estructura de Pedro Páramo, donde Juan Rulfo olvidó los esquemas ortodoxos de la narrativa para que fuera la emoción la que sentara los pilares. Eso le llevó a ser incomprendido y despreciado por muchos, pero también ensalzado por los grandes de su época, como Carlos Fuentes, García Márquez, Elena Poniatowska, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Alfonso Reyes o Roa Bastos.

Acabar la lectura de esta novela gráfica nos hace valorarlo a nosotros también y ver con otros ojos la portada que creímos entender al principio. Ya no solo nos percatamos de las referencias a sus libros, sino que encontramos reflejado el dramatismo de su vida. La urgencia de sumergirse en sus obras se vuelve imperiosa, sea para redescubrirlas o para leerlas por primera vez, porque sabemos que en ese imaginario de realismo y fantasía, de folclore mexicano y experimentación narrativa, Juan Rulfo dejó mucho de sí, tal vez todo. Tras leer Rulfo, una vida gráfica, Pedro Páramo y El llano en llamas adquieren inevitablemente una nueva trascendencia, que hiere aún más.

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