Siria. La primavera marchita

Siria. La primavera marchita, de varios autores

Siria. La primavera marchita

“La guerra no está tan mal… Muere gente, pero al final es muy parecido a un videojuego”, apunta Samir, fan del Call of Duty. Parece una broma, pero la sensatez no tarda en aparecer gracias a las palabras de otro soldado, el de mayor edad, Mahmut. Él se unió al ESL después de recibir una brutal paliza por parte de los shabiha (…). “No sé si he matado o no… Tampoco me interesa. Solo sé que aquí no hay una segunda oportunidad ni vidas infinitas”.

“Soldados de juguete” de Antonio Pampliega, en “Siria. La primavera marchita”

Hace ya más de algunos años tuve la oportunidad de viajar a Siria. Siempre pensé que habría tiempo de volver. Después nos quedamos sin veranos y se instaló allí esa eterna primavera, marchita, como reza el título de este libro.

Desde entonces, aprendí a hablar de ella con rodeos. Es por eso que llevo Siria. La primavera marchita a cuestas desde hace demasiado tiempo. Cada día que pasa, en lo que me enredo en buscarle las palabras, pesa más. En realidad, cada día que pasa cuenta. Demasiado personal supongo. Qué guerra no lo es.

En cualquier caso, no parece demasiado justo. Esta es la parte fácil del asunto. Reconocer un buen libro y contarlo. Claro que detrás de este buen libro hay demasiadas historias reales. Para empezar las de quienes firman. Fotógrafos y periodistas que no tuvieron tiempo antes de asimilarlo, que arriesgaron su integridad física y psicológica por contar lo que otros no pudieron, y que, inevitablemente, no me cabe duda, dejaron algo más que piel en el proceso. Me tomaré un momento para nombrarlos. Uno a uno. Fabio Bucciarelli, Sergi Cabeza, Catalina Gómez, Laura J. Varo, JM López, Javier Manzano, Ivan M. García, David Meseguer, Antonio Pampliega, Cesare Quinto, Natalia Sancha y Pablo Tosco. También para darles las gracias. Por tanta y tanta generosidad. Pero además, por dignificar ese oficio, hoy más que nunca, al que tantos otros se empeñan en menospreciar casi a diario.

Siria. La primavera marchita, surge después de su antecesora Siria. Más allá del Bab al-Salam, ambos posibles gracias a una campaña de crowdfundig, o financiación en masa, iniciada en Libros.com y coordinada por Antonio Pampliega, que encontró el respaldo suficiente en sus mecenas. Una lectura que hace posible profundizar y comprender parte de la complejidad del conflicto sirio y que abarca, en esta ocasión, fotografías e historias que tuvieron lugar durante el año 2013 y parte de 2014.

Y detrás de cada página, están ellos, el pueblo sirio, a quienes, como no podía ser de otra forma, está dedicado este libro. “Por su dignidad”. No me imagino una justificación mejor que esa. De ellos, tratados con un enorme respeto, están llenos los textos y sus fotografías. Y de la vida a pesar de la guerra. Historias que recogen más humanidad de la posible, que escarban en los rincones más olvidados, que ponen en evidencia lo que el hombre es capaz de hacerle al hombre pero también, mucho más allá, su capacidad de sacar lo mejor de sí mismo en el peor de los contextos. Una lección moral, pero sobre todo vital, la de estos superhéroes que le ganan una y mil batallas al caos, la destrucción y la muerte cada día.

Relatos e imágenes que se suceden, a ratos conmovedores y a ratos profundamente dolorosos, cediéndose el testigo unos a otros. Y por encima, suenan con contundencia las voces de sus verdaderos protagonistas: niños o adolescentes, como esos que encabezan esta reseña, enfermos, refugiados, mujeres, médicos, héroes improvisados que se quedaron porque alguien tenía que hacerlo o héroes a los que no les quedó otro remedio que huir con el corazón completamente roto de su, nuestra, querida Siria.

Dedicado, además, a la memoria de “Jim Foley y a todos los asesinados en Siria por su compromiso con el periodismo” -no me quiero olvidar de ellos-, es Siria. La primavera marchita uno de esos libros que si no existieran habría que escribirlo. Esencialmente por justicia. Nadie podrá decir que no nos lo avisaron, que no supimos, que no nos dimos cuenta. Como siempre llorarán páginas los libros de historia después cuando ya sea demasiado tarde.

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