Sputnik, mi amor

Sputnik, mi amor, de Haruki Murakami

Sputnik, mi amor

Volver a leer a Haruki Murakami (Kioto, 1949) siempre es una buena noticia, un ejercicio ya no literario sino emocional, que nos revuelve la conciencia, nos deja tocados y nos hace replantearnos muchas cosas más allá de la trama que podamos leer en sus páginas. Los personajes del autor y sus traumas parecen saltar de las páginas del libro para vapulearnos y devolvernos a nuestra realidad, una realidad que, a los ojos de los protagonistas, aparece desdibujada y que Murakami no ayuda a encauzar en sus textos. El autor quiere que estemos perdidos, igual que ellos.

Murakami volvió a ser noticia en España el pasado mes de septiembre con la publicación de Baila, baila, baila (1988) por parte de la editorial Tusquets, reseña realizada por El niño vampiro y que podéis leer en este enlace. Sputnik, mi amor se publicó en 1999 y llegó a España en el año 2002, poco antes del gran revuelo mediático que ha tenido el autor durante los últimos años. Una novela corta en la que este aborda tímidamente algunos de los temas que se podrían encontrar posteriormente en 1Q84.

 

Sputnik, mi amor nos cuenta la historia de Sumire, una aspirante a novelista que está obsesionada con llegar a cumplir su sueño. El narrador del libro es un enigmático muchacho del que desconocemos el nombre y que se enamora infructuosamente de la muchacha. Más tarde, Sumire conocerá a Myû, una mujer adulta que le ofrecerá un puesto de secretaria y gracias a la cual empezará a tener todo tipo de experiencias, viajará y verá el mundo más allá del país nipón. Como en muchos de los libros de Murakami, las relaciones no conocen sexo ni edad, por lo que las dos mujeres acabarán teniendo una que acabará de una manera totalmente inesperada para el lector durante un viaje a las islas griegas.

Haciendo gala de su estilo narrativo, Murakami escinde a Myû en dos mitades a mitad de la historia. Una de ellas se queda con su apetito sexual, su pelo negro y su capacidad creativa (deja de tocar el piano) y la otra, la real en la narración, queda como una cáscara vacía con el pelo canoso, sin apetito sexual, sin ovulación, sin creatividad. Esta escisión viene a representar el desarrollo del personaje de Sumire, quien al acercarse a Myû y haberse puesto a trabajar para ella había perdido el interés en su creatividad e, incluso, en los escritos que había realizado posteriormente se dejaba entrever una calidad literaria bastante pobre. Así, lo que poco a poco se había ido desarrollando en el personaje de Sumire como un trasvase de los sueños de adolescencia a la edad adulta, queda reflejado y personalizado en Myu, como si la noria en la que se subió aquella noche fuera el catalizador que la hiciera dar el salto a la vida adulta, de la misma manera que ella sirvió de catalizador para Sumire.

Este viene a ser uno de los grandes aciertos del relato de Murakami, ver como por obra del realismo mágico que puebla su literatura, el mismo personaje llega a desdoblarse en dos entidades diferentes que podrían ser un espacio común para cualquiera de nosotros. La inocencia de la infancia y la cruda realidad de la edad adulta enfrentadas y cercenadas. Son muy pocos los escritores que consiguen dejarme con la misma sensación que lo hace Murakami al final de cada relato. Conseguir que los lectores se vean reflejados en alguno de los personajes de una novela no es una tarea sencilla y se puede considerar todo un éxito, pero este señor es capaz de conseguir que empaticemos con todos y cada uno de ellos. Nos hace formar parte de sus vidas y ver una parte de las nuestras reflejadas en ellos. El libro desborda esa magia tan típica del autor, que consigue intercalar un suceso paranormal en una narrativa completamente realista, poniendo la piel del lector de gallina de una manera muy sutil.

Sputnik, mi amor se convierte así en uno de los imprescindibles del autor japonés en español. Volviendo a demostrar que también le tiene muy bien cogido el pulso a los relatos más pequeños que pueblan su bibliografía, como fuera el caso de After Dark.

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