Starters

Starters, de Lissa Price

Starters

Dos días: eso es lo que tardé en leer Starters. Todo culpa del sueño, que por las noches llega para apoderase de mi cuerpo y mi mente. Dos días, que hubieran sido diez horas seguidas si no fuera por esa actividad ineludible y reparadora que no podemos evitar los que amamos leer.

Y eso que al principio no tenía muchas ganas de leer este libro, por tratarse de literatura juvenil y encima de ciencia ficción. Digamos que no es mi género preferido, que prefiero ir más por otros caminos.

Sin embargo me la pasé muy bien dentro de ese mundo futurístico que nos propone Lissa Price. Los que no la pasan nada bien son sus personajes, que sufren a diario un panorama mundial devastador y cruel.

La guerra de las esporas ya es pasado, pero sus consecuencias no. La sociedad ya admitió la muerte de todos los habitantes de entre veinte y sesenta años pero lo que no pueden soportar es vivir como viven, aunque por distintas cuestiones.

Los starters (jóvenes hasta veinte años) viven en la calle o dentro de edificios abandonados, buscando comida entre la basura y escapando constantemente de la policía, que los trata como delincuentes y busca detenerlos para apresarlos en centros de reclusión de pésima fama. Al quedarse sin padres ni un abuelo que los tutele, en sus vidas solo hay lugar para la resignación. Por otra parte los enders (de buen nivel adquisitivo y una edad entre los 60 y los 200 años) son seres insensibles que lo único que desean es no morir y encontrar una felicidad plena, una juventud nueva, sea como sea.

Y ahí es cuando aparece Destinos de Plenitud en la vida de los Starters y Enders. ¿Pero qué es lo que hace esta empresa?

Destinos de Plenitud ofrece la felicidad a los enders y un buen pasar económico a los starters, justo lo que ambos grupos están buscando. Así es como cualquier anciano (bueno, cualquiera no, ya que la empresa es semisecreta y solo se llega a ella mediante la invitación de uno de sus ex clientes) puede dirigirse al lugar, alquilar el cuerpo de un joven ender y mediante la instalación de un chip y una serie de procesos, despertarse y seguir siendo el mismo de mente, pero en un cuerpo perfecto, joven, sin arrugas. El joven arrendador, mientras dure el alquiler, dormirá plácidamente para luego despertar, cobrar una suculenta suma de dinero y hacer lo que quiera con él.

Callie, que en la guerra perdió a sus padres, y debe cuidar de Tyler, su pequeño hermano que además está enfermo, se encuentra inevitablemente en la encrucijada de tener que recurrir a esa sospechosa empresa. El hambre no espera y la salud menos. Como no puede trabajar, el alquiler de su cuerpo parece la única solución.

Era seguro, le aseguraron. Pero a seguro se lo llevaron preso.

Luego de firmar un contrato suculento para acceder a tres alquileres todo parece marchar bien, hasta que algo falla con su chip y de un segundo al otro, en lugar de dormir plácidamente mientras otra persona disfruta de su cuerpo, se ve viviendo la vida del ender que la alquiló, rodeada de lujos, millones y gente feliz y banal.

¿Y ese es el problema, vivir de lujo? ¡¿Quién no quisiera pasar de ser un vagabundo a vivir así!

Yo también quisiera eso, pero el tema se complica cuando Callie descubre dos cosas a) su arrendataria tiene planes oscuros y b) Destinos de Plenitud piensa llevar adelante el más terrorífico de sus planes.

Escrito plenamente en primera persona, el libro posee un ritmo trepidante y adictivo, con pocas descripciones tediosas y mucha pero mucha acción; si bien constantemente va abriendo temas que generan tensión, también los va cerrando y eso hace que la lectura resulte agradable, divertida y particularmente visual, de esas historia que uno va viendo a medida que la lee y que no me asombraría verla muy pronto en el cine.

Lissa Price crea personajes a los que si bien detalla someramente (no me pude crear una imagen nítida de sus rostros, por ejemplo) se presentan ante nosotros a través de su personalidad: son temerarios, valientes y no dudan a la hora de hacer lo que sienten, para bien o para mal.

El mundo que habitaremos está muy bien creado, ya que se alza futurístico entre las aun presentes ruinas de un pasado que nos resulta conocido. Particularmente me hizo reír mucho que en lugar de SMS las personas se envíen “Zings”, que las sillas de los bares sean anti gravedad o que se pueda volar sobre hielo y no solo patinar.

El final de Starters, si bien cierra la trama y se presenta con múltiples giros inesperados en los últimos mini capítulos, también deja un resquicio abierto, algo lógico teniendo en cuenta que estamos ante una saga cuya continuación se llamará “Enders” y que promete tenerme ahí, para leerlo en dos días, que hay que dormir.

Roberto Maydana

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