Tela de sevoya

Telade sevoyaTela de sevoya, de Miriam Moscona

La moerte te yeva a kazales sin ventanas. Guadre la ora muestro Senyor. Menteroza no so. Espanto tengo i muncho. Solos, solitikos komo perros vamos todos a kedar en el payís de los grandes silensios. Ainda no kero morir, ainda kero estar en este mundo.

¿Cómo reza el viejo dicho? Si no recuerdo mal es algo así como “los diccionarios los redacta el diablo”. Bueno, si no es así, podría perfectamente serlo. Ved, si no, la definición que hace, todavía hoy, el diccionario de la Real Academia Española del término ladino, que, de acuerdo con su primera acepción, significa “astuto, sagaz, taimado”. En honor a la verdad, hemos progresado un poco, y, a diferencia de un popular diccionario online, por lo menos los señores que limpian, pulen y dan esplendor ya no definen judío como “avaro, tacaño, usurero”.

La palabra ladino la recuerdo de mis clases de lengua española, y confieso que la pervivencia de una versión arcaica de nuestra lengua, transmitida de una generación a otra a lo largo de 500 años, me parecía poco más que una leyenda. Hermosa, sí, como las historias de la llave de la casa familiar en Toledo, pero leyenda al fin y al cabo. A lo sumo, debía de haber un puñado de personas que, con un espíritu más folklórico que pragmático, se empeñaban en mantener esa lengua ficticia.

No fue hasta leer las memorias de Elías Canetti que me di cuenta de que de leyenda nada. El ladino está vivito y coleando, es hablado por unas 150.000 personas en todo el mundo, y se puede oír en lugares tan distantes como Bosnia, Israel, Grecia, Siria o Brasil. También en México, país natal de Miriam Moscona, y país de adopción de su familia, originaria de Bulgaria, donde también sobrevive el ladino que, si tenéis ocasión de escucharlo (nada más fácil hoy en día gracias a internet) es prácticamente idéntico al español que se habla en la península ibérica.

Pero Miriam Moscona no ha escrito un estudio sobre esta joya lingüística, sino más bien ha escrito un… hm… Parece ser que algunos lo consideran una novela… pero no, a mí no me engañan. Tela de Sevoya es un viaje por la historia de una familia, un viaje para el cual Moscona no emplea avión, barco ni tren, sino la lengua. O quizá lo he dicho al revés, y resulta que es un viaje por la historia de una lengua, para el cual la autora emplea la memoria familiar.

El libro está organizado en varios tipos de capítulos de título recurrente a lo largo de toda la obra. Así, en los que se titulan “Distancia de foco”, tenemos los recuerdos infantiles de la narradora, en los que destaca la presencia de la abuela, creación inolvidable y mujer severa hasta el sadismo. En “Molino de viento”, por su parte, la narradora tiñe sus recuerdos con la tinta del sueño, para ofrecernos unas escenas intrigantes y desasosegantes que exigen del lector un pequeño esfuerzo para enlazarlos con la historia. “Kantikas” constituye un pequeño muestrario de folklore ladino; los “Pisapapeles” se adentran en la fascinante historia del ladino, mientras que “Del diario de viaje”, de título bien explícito, nos muestra a Moscona por tierras de Bulgaria, rastreando la memoria familiar y a la búsqueda de la antigua casa paterna . Hacia la mitad del libro, sin embargo, aparece otro tipo de capítulos, titulados “La cuarta pared”. En ellos, y de manera magistral, se nos cuenta, con el telón de fondo de un Imperio Otomano que se desmorona irremisiblemente, la historia de varios personajes cuya relevancia al principio se nos escapa hasta que, en un alarde de virtuosismo narrativo, la narradora logra entrelazarla con su propia vida.

Tela de sevoya es, pues, un libro único, precioso, casi imposible de definir, que combina la saga familiar con el diario de viaje, la poesía y la lingüística, y que me ha hecho descubrir de verdad, como no supieron hacer en la escuela, esa joya de nuestra lengua que es el ladino.

Esta es la lingua de muestros rikordos, a los mansevos, agora, no les dize komo mos dize a mozos. Avlar ansina es avlar kon la lingua de muestras vavás i de muestras madres. Kale saver ke yo tengo madres munchas. Avlar djudezmo es despertar mi mansevez.

1 comentario en «Tela de sevoya»

  1. Oh, qué bien suena, ¡apuntado y pendiente! Yo también leí las memorias de Canetti y me emocioné cuando relata la primera canción infantil que recuerda “¡Manzanikas koloradas / las ke vienen de Stambol!”. Posteriormente leí un libro maravilloso que aunque cuenta la vida de un individuo en realidad es un homenaje a la comunidad sefardí de Salónica, ‘Vidal y los suyos’, de Edgar Morin.

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