Tres hombres en una barca (por no mencionar al perro)

Tres hombres en una barca (por no mencionar al perro), de Jerome K. Jerome

tres hombres en una barcaHumor es posiblemente una palabra; la uso constantemente.

Estoy loco por ella y algún día averiguaré su signicado

Groucho Marx

Sepan, de primeras, que el que suscribe no miente, y si lo hace, es por una buena razón. Partiendo de ahí, sepan también que lo que aquí voy a contar se refiere única y exclusivamente a la verdad, a esa verdad que veo con mis propios ojos, que no son los suyos porque eso sería especialmente raro, pero que es verdad al fin y al cabo. Y sepan, porque así lo quiere la divina providencia, que yo me río hasta de mi propia sombra, esa que intenta escaparse todo lo que puede, sobre todo cuando conozco a alguna persona indeseable y acaba yaciendo conmigo a altas horas de la noche. Por todo ello, si juntan la verdad y el humor, sacarán en claro que Tres hombres en una barca (por no mencionar al perro) habla de risa, de diversión, de un viaje extraordinario con tres hombres que tienen poco del sentido común de los mortales, y un perro que en cambio sabe más que todos ellos juntos. Pero por si todo eso no fuera poco, y ustedes quieren más de mí, y yo quiero que ustedes me lean más todavía, lo que seguirá a continuación es una lluvia de humor y risas que pocas veces he encontrado, y que si lo he hecho no ha sido en un libro, pero que he conseguido quitar esa espina de mi cuerpo porque no hay nada tan importante como el humor (el amor quizá, pero esa es otra historia) y no hay nada mejor que abrir un libro y darte cuenta, tiempo después, que la gente te mira raro porque tú lo único que haces es carcajearte. Aprovechen para beber un vaso de agua, lo que sigue es canela fina.

 

El viaje de este libro comienza por la recomendación de una de las mejores libreras de España. Sí, como lo oyen. Entre libreros anda el juego. Un buen día me ordenó leer Tres hombres en una barca (por no mencionar al perro) y yo, que casi siempre hago caso a las mujeres, y más si son libreras (un fetichismo como otro cualquiera oigan, qué quieren que les diga), me hice con él. La siguiente parada del viaje fue mi casa, que aunque no lo parezca yo leo mucho en casa, no sólo en metros o autobuses, a sabiendas además que el frío que hace en la calle cortaría la mejor de las leches y nos aguaría la fiesta a más de uno. El caso es que empiezo a leer y caigo extasiado. Fue como una especie de revelación mística, sin tanta sangre de por medio, que eso a mí me da mucho miedo, pero fue algo así como un pequeño escalofrío que recorrió mi cuerpo con las primeras páginas. Después entendí que el escalofrío era el dolor de estómago de tanto reírme y de tanto disfrutar así que me fui a la calle pregonando a los cuatro vientos que este libro de Jerome K. Jerome es de lo mejor que me he encontrado en mucho tiempo. La gente me miraba mal, como si yo fuera un profeta salido de cualquiera de los frenopáticos de antaño, pero yo seguía erre que erre. “Que sí, que sí, que tienen que leer este libro, que se lo merecen ustedes, me lo merezco yo por estar pasando un frío que pela, y se lo merece el mundo editorial señores, háganme caso”. Creo, además, que ir en mangas de camisa no ayudaba en mi credibilidad.

Pero hete aquí que varias personas me hicieron caso. Me lo hicieron yo creo que por lástima, pero no seré yo quien les quite la razón. Y después vinieron a mi librería y me dijeron “Oye, que sí, que tenías razón, que qué risas me he echado, que hacía tiempo que no me reía tanto con un libro”. Y ahí lo tienen señores, la magia de la literatura. Dos personas diferentes: un librero aterrado como yo y un cliente asombrado como él, resulta que se juntan en un momento de sus vidas y les une un libro como Tres hombres en una barca (por no mencionar al perro) pero no sólo eso, sino también el humor que desprenden sus páginas. Y el librero aterrado recupera la fe en la humanidad y el cliente se va satisfecho a su casa porque ha tenido en sus manos una joya y un libro donde no hace falta un humor grueso para hacer reír.

El último rincón del viaje de este libro fue una estantería, esa en la que un lector guarda en un lugar privilegiado ciertos libros y que no permite que nadie pueda cogerlo porque es demasiado valioso. Si ustedes me preguntaran si pueden coger ese libro yo les diría que no, y no porque desconfíe de ustedes (que puede que también) pero les diría que no porque este libro tiene que ser propio, así, como lo oyen, yo lanzándome de cabeza a decirles que vayan a una librería a comprarlo (que osadía la mía), pero es así, de nuevo, porque Jerome K. Jerome según sus propias palabras, no tuvo la intención de escribir una obra cómica, pero le salió una de las obras maestras del humor que todo el mundo debiera acompañar con su risa sea cual sea el lugar, le mire quien le mire, aleccionando a todo aquel que guste de ser tan sinvergüenza como yo de recomendar este libro a diestro y siniestro.

 

3 comentarios en «Tres hombres en una barca (por no mencionar al perro)»

  1. Maravilloso libro. Es uno de mis favoritos, también lo recomiendo siempre y cuando vuelvo a leerlo me sigue haciendo reír. Es de un humor exquisito, inteligente pero al mismo tiempo simple.

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