Un millón de ruiseñores

Un millón de ruiseñores, de Susan Straight

un-millon-de-ruisenoresSi los libros fuesen alimentos y debiesen cumplir con las normas de etiquetado de éstos, la cubierta de Un millón de ruiseñores en lugar de foto de cubierta tendría una leyenda enorme que advirtiese de la ausencia de edulcorantes añadidos. Porque es una historia extraordinaria sobre la esclavitud escrita sin concesiones en la que lo más logrado, a mi entender, es que Susan Straight consigue que los personajes enfrenten la realidad con la herramientas de que disponen, que son bien pocas, lo que hace que en la mayor parte de los casos tuvieran que lidiar con la vida a base de instinto y creencias de su áfrica originaria, a las que se aferraban como único vínculo que tenían con su identidad.

Sorprende el pormenorizado escalafón étnico que regía el valor económico y por tanto las vidas de los esclavos, la cantidad de categorías. Moinette, la protagonista, además de ser mestiza es una “hija del placer”, el resultado de un rato de diversión de uno de los amos, lo que la condena a su vez a ser el instrumento animal del desahogo sexual de los blancos que así lo deseen. Pero es algo más, es una esclava que aprendió a leer y con unos ciertos rudimentos de cultura gracias a las enseñanzas de la hija de sus primeros amos. Y eso le confiere una mirada muy valiosa y una forma de entender las cosas que permite al lector entrar en la realidad descrita sin que pierda un ápice de su rudeza y su brutalidad.

Susan Straight consigue algo impagable en una novela como esta, consigue construir una atmósfera que traslada al lector a un lugar y una época sin la cual nada se entendería, porque todo lo impregna. La profusión de términos franceses y africanos ayuda a entrar en ese mundo, en el de la esclavitud en la Nueva Orleans de los inicios de su pertenencia a los estados Unidos, un mundo en el que hay personas que son en realidad apuntes contables para quienes pueden decidir sobre sus vidas y para los que la condición de esclavo sigue marcando sus vidas aun una vez manumitidos.

Una de las cosas de Un millón de ruiseñores que me ha llamado la atención es que aunque la novela abarca toda su vida, cuando uno de los azares que le marcan el camino hace que se interesen por la posibilidad de liberarla sucede que no es posible porque la ley lo prohíbe hasta que el esclavo cumpla los 21 años. Y uno ha sido espectador de tanta vida a lo largo de la obra, le han sucedido tantas cosas a la protagonista que le resulta un verdadero bofetón caer en la cuenta de que en realidad aun no los tiene, de que esa truculenta vida que ha estado leyendo es en realidad la de una niña.

No es una lectura cómoda, diría que es deliberadamente áspera para ser coherente con el tema que se trata que es un tema recurrente en literatura y cine pero créanme que está enfocado de un modo diferente y probablemente necesario. Y además es una gran historia muy bien contada.

Andrés Barrero
@abarreror
contacto@andresbarrero.es

 

 

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