Una ciudad asediada

Una ciudad asediada, de Margaret Oliphant

Una ciudad asediadaA poco que uno lea un breve esbozo de la biografía de Margaret Oliphant, corre el riesgo de hacerse una idea totalmente equivocada de lo que va a encontrarse entre los muros de esta Semur asediada, porque de ella se saca la impresión de que fue una suerte de estajanovista de la escritura, ya que debido a sus trágicas circunstancias personales se vio obligada a escribir sin descanso todo tipo de obras para mantener a su familia, y de su perfil parece desprenderse más oficio que talento, pero nada hay más lejos de la realidad. Éste es un libro brillante, de suprema elegancia en la forma y conmovedora sensibilidad en el fondo, una original historia de fantasmas tan alejada de lo que hoy nos esperaríamos de una sinopsis similar que parece escrita en otro mundo, y no sólo en otro tiempo.

Porque el acercamiento de Margaret Oliphant al más allá no es un viaje al uso de los que se suelen emprender a ese destino, no son los fantasmas almas en pena ni mucho menos zombies, es la suya una concepción más espiritual que parapsicológica u ocultista, no son seres misteriosos que vagan entre dos mundos a la espera de que alguien salde sus cuentas pendientes en este mundo, sino que los muertos vivientes que invaden la ciudad de Semur son las almas de los seres queridos de sus habitantes que abandonan su retiro para ayudarles, para sacarles de su errada forma de vida y avisarles de sus errores.Pero mi actitud en estos momentos no es tan sólo la de quien pone negro sobre blanco su vivencia personal, sino la de quien es el portavoz oficial y representante de su comunidad, cuya tarea es ofrecer al gobierno de nuestra nación y al conjunto de la especie humana un relato fiable de los hechos maravillosos que acaecieron y de los que cada habitante de Semur fue testigo. Con este propósito he abordado la tarea de recopilar, contrastar y ordenar los diferentes relatos de lo sucedido, para así ofrecer al mundo una crónico coherente y fidedigna.

El relato tiene mucho de crítica social, de rechazo al materialismo, pero, pese a lo que pueda parecer, no es tanto la religiosidad como la espiritualidad lo que reivindica, no son los personajes que creen los que obtienen el don de ver, de comunicarse con sus seres queridos, sino los que aman. Los que no se aproximan a los muertos desde el amor y la humildad, sino que lo hacen desde la arrogancia de la verdad absoluta de sus credos o sus ideologías, no logran verlos ni oirlos, y en este sentido creo que es un libro tan original como valiente para su época.

La autora ambienta la historia en un pueblo francés, probablemente para que sus lectores británicos pudieran leer la historia con una cierta distancia, sin sentirse objeto directo de crítica, pero pese a ello el libro no podía ser más inglés, el estilo fluido y elegante, la urbanidad y la capacidad de narrar sin estridencias incluso la más angustiosa de las situaciones y el realismo sereno pero crítico (sí, se puede ser realista en una historia de fantasmas) que despliega la autora en esta historia son herramientas muy británicas. Me recuerda en cierta medida a Chesterton, aunque su enfoque es menos moralista y tal vez algo más sentimental.

Tuve la impresión de que aquel cuarto se encontraba libre de la atmósfera de misterio reinante en el resto de la casa. Un pañuelo, un anillo, pueden parecer poca cosa, pero bastaban para prestar calidez al lugar. En la habitación de mi Agnés hay un pequeño altar, más sagrado que la más sagrada de las capillas. Figura en él un retrato de nuestra pequeña Marie. Suele hallarse cubierto por un hermoso velo, finamente bordado. Mi Agnés no siempre es capaz de ver el rostro del ángel que Dios le arrebató. Bordó el velo con lirios, flores blancas y virginales; y ninguna mano, no siquiera la mía, tiene permitido abrirlo. ¿Y qué fue lo que vi? El velo había sido apartado. El rostro de la niña me miraba desde el otro lado de la cama de su madre, y apoyada en el marco descansaba una rama de olivo de plateadas hojas.

Me doy cuenta de la aparente contradicción de lo que voy a decir, teniendo en cuenta que la historia es la de los habitantes de una ciudad que se ven obligados a abandonarla porque ésta es invadida por los espíritus de sus muertos, pero su lectura es tremendamente reconfortante, uno se siente bien en compañía de esos muertos, tanto como en la de esos vivos, y no es que tenga yo una especial predilección por la necrofilia pero es que esta es una novela diferente y especial hasta en eso. Tal vez me equivoque y haya en realidad otras obras similares, el de los fantasmas no es un género que domine, pero en lo que sin ningún lugar a dudas acierto es en que para cualquier lector que desee comprobarlo será un placer tanto darme la razón como lo contrario, porque no es en eso, sino en la lectura en sí misma donde reside el placer que sin duda obtendrá quien se acerque a esta obra.

Andrés Barrero
andresbarrero@vodafone.es

4 comentarios en «Una ciudad asediada»

  1. No sé si la gente espiritual es más feliz o no, tampoco creo a ue haya relación directa entre ambas cosas, pero el libro es ub buen libro y seguro que disfrutas leyéndolo.
    Un abrazo,

    Andrés

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  2. ¿A ti no te pasa que scribes algo que te pasa desapercibido y cuando alguien lo destaca piensas “vaya, pues está bien esa frase”? A mi me pasa mucho, es un privilegio ver algo que has escrito con los ojos de quien lo lee, percibir lo que le ha llamado la atención, y es lo que me has regalado al destacar precisamente esa frase de los muertos. Gracias.
    Un abrazo,

    Andrés

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